La Virgen del bar Kiki
Entre las muchas historias que circulan en el mundo del flamenco, hay una especialmente hermosa que sitúa a Manuel Torre en la costumbre de mecer o bailar los pasos en la Semana Santa sevillana. Lo contaba el poeta Ricardo Molina: el cantaor se disponía a interpretar una saeta cuando el capataz dio la orden de seguir marchando. Los costaleros, obedientes, alzaron sobre sus hombros el paso, pero en lugar de avanzar, comenzaron a moverse rítmicamente hasta que aquel gitano fabuloso y extravagante, el hombre “con mayor cultura en las sangres”, en palabras de Lorca, dio por finalizado el cante.
En esta mañana lluviosa de Domingo de Ramos, frente a la plaza de la Bòbila de l’Hospitalet, la banda de cornetas y tambores acompaña la salida de la procesión de La Borriquita y el mundo se paraliza. Es como si formáramos parte de una película perfecta donde todos respiramos al mismo tiempo, y la música, puro sentimiento envuelto en llamas, nos hiciera sentir vivos por la calidad de la vida alojada en ella. Podría quedarme a vivir entre esos sonidos negros que Miles David arrancó a su trompeta como si en su interior se hubiera quedado encerrada La Niña de los Peines; en el estallido de las marchas del mundo cofrade, como esa maravilla titulada El amor que C. Tangana paseó por calles más peligrosas en Demasiadas mujeres.
Me gustan las procesiones tanto como las historias que no esperas escuchar, esas que parecen inventadas hasta que reconoces su veracidad. Las de l’Hospitalet nacieron en 1977 en el Kiki, un bar de la avenida de Severo Ochoa donde un grupo de inmigrantes andaluces miraba por televisión el río semanantero que recorría Sevilla. Tocados por el virus de la nostalgia, dibujaron en un mantel la imagen de la Virgen, la colocaron en una silla rodeada de botellines de cerveza a modo de candelabros y salieron a dar vueltas por el barrio. Nadie rió. A medida que caminaban, muchos vecinos se pusieron detrás de ellos. Así nació la a Cofradía 15 + 1 (por los quince que estaban en el bar más el pueblo que se les unió ), organizadora de la primera procesión laica de España. No la preside ningún cura, sus pasos no entran ni salen de una iglesia, sino de un centro cultural y, el viernes, el momento cumbre de la peregrinación es cuando se detiene ante el hospital de la Cruz Roja.
La Cofradía 15 + 1 creó en l'Hospitalet la primera procesión laica de España; no hay curas y se detiene ante un hospital
Hasta no hace tanto se creía que se podía morir de nostalgia y, de hecho, la nostalgia nació como una enfermedad. El término lo acuñó en el siglo XVII un estudiante de medicina, Johannes Hofer, a partir de las palabras griegas nostos y algia, es decir, regreso a casa y dolor, para tipificar los males que sufrían los mercenarios suizos destinados a batallar en lo Alpes. Se volvían indiferentes, demacrados y veían fantasmas, y el único antídoto para sus males eran las sanguijuelas y el opio. Aún no sabían que un mantel puede convertirse en una Virgen que nos puede aliviar de la extraña punzada que sentimos cuando nos vuelve el pasado.