Cuando desembarcó en Hollywood en 2011 gracias a una nominación al Oscar a la Mejor película extranjera para 'Incendios', rodada en francés en su nativa Canadá, nadie imaginó que Denis Villeneuve se convertiría en un especialista en llevar mundos fantásticos a la pantalla grande. Y sin embargo, gracias a una serie de exitos iniciados con 'Sicario' en 2015, los grandes estudios han apostado por él dándole cada vez presupuestos más grandes. A partir de 'La llegada' demostró que era particulamente efectivo con la ciencia ficción, algo que le permitió luego recuperar el mundo de 'Blade Runner' y atreverse a plasmar 'Dune', la epopeya creada por Frank Herbert utilizando todas las herramientas que provee la tecnología hoy. Tras trabajar intensamente en una segunda parte prometida cuando se estrenó aquel primer filme, Villeneuve vuelve a las carteleras esta semana con otra muestra de lo bien que sabe hacer las cosas.
La segunda parte de 'Dune' intenta ser una experiencia cinematográfica inolvidable, que no se puede apreciar de la misma manera cuando se la ve en casa. ¿Ese era uno de sus objetivos al diseñarla?
Por supuesto. Esas son las películas que despertaron en mí el interés para que me conviertiera en director, aquellas que sabían aprovechar el poder de la gran pantalla para que te metieras en ese mundo en la intimidad de una sala. Yo soy un enamorado de la experiencia cinematográfica, y siempre he tratado de hacer películas que aprovechan al máximo todas las posibilidades que solo te da una sala. Esta película ha sido escrita, diseñada, filmada y montada pensando en la pantalla grande. Tal vez en el futuro la televisión mejorará con la ayuda de la realidad virtual, y llegará un momento en que puedas ver una película en una pantalla que ocupe toda tu visión, pero nunca tendrá la definición y el sonido que vas a poder disfrutar en un cine. Uno necesita espacio y oxígeno alrededor para generar ese impacto.
Pero a la vez es importante que aunque el filme tenga dimensiones épicas pueda establecer una conexión emocional con el espectador...
Por supuesto. Lo difícil no es crear escenas espectaculares de acción, esa es la parte más fácil. Lo complejo es asegurarte de no perder de vista las relaciones personales, más precisamente la que tienen Paul y Chani, porque ese es el eje de la historia. La relación entre ellos dos es la que sostiene el drama en el filme. A través de la mirada de Chani y Paul sentimos la presión política y cultural, y también la opresión. Yo construí el filme centrándome en la tensión entre los dos. Todo el tiempo le decía a mi equipo que si la audiencia no creía en esta relación, la película no iba a funcionar. Eso para mí fue lo mas importante, y por eso estuve muy atento a mis actores y traté de estar tan cerca de ellos como me fuese posible.
¿De qué manera trabaja con ellos cuando tiene que prestar tanta atención a los elementos técnicos en un filme como este?
Mi trabajo es poder crear un ambiente de trabajo en el que los actores se sientan seguros cuando trabajan frente a la cámara. Muchos de los actores que han trabajando conmigo me han dicho que, más allá del tamaño de las escenografías, se sienten como si estuvieran en una película independiente, en donde hay una familia de artistas que colabora en un rodaje. Es que yo siempre intento crear una intimidad para que puedan trabajar a sus anchas. Me aseguro que los actores no sientan la presión de la gran maquinaria de estas superproducciones. Esa parte es la que me toca a mí, que tengo hombros muy anchos y sé cómo lidiar con ello. Yo intento siempre que puedan actuar con el espacio necesario para conectarse con las emociones que yo necesito capturar con la cámara. Una de las razones por las que construimos todos estos sets, y tratamos de filmar en localizaciones reales en las que estamos rodeados por la naturaleza es para crear una realidad en la que ellos puedan trabajar. Los actores pueden sentir que lo que está allí es real, y se pueden concentrar en la relación que viven para la cámara y los sentimientos que experimentan sus personajes.
¿Cómo fue reencontrarse con todo el equipo que hizo la primera parte de 'Dune' en esta continuación?
Para mí era esencial poder sumar a todos los que pudiera de los que participaron en el primer filme, porque lo conocían todo sobre el mundo que creamos. Simplemente estábamos volviendo a visitar un universo, algo que yo nunca había hecho antes. Trabajar con los mismos compañeros equivalía a que todo el mundo conociera exactamente cuál era mi objetivo tanto en el plano estético como en el cinematográfico. Patrice Vermette, el director de arte, ya había empezado a diseñar la segunda parte de 'Dune' mientras rodábamos el primer filme. Obviamente el desafío aquí fue poder cumplir con los tiempos, porque después de estrenar la primera 'Dune' tuvimos que hacer frente a la temporada de los premios, y no contamos con el tiempo que tuvimos en la película anterior para investigar y planificar. Pero, mientras filmábamos la primera parte, hicimos bien nuestro trabajo plantando semillas para lo que vendría después. Cuando comenzamos con la segunda, teníamos una enorme caja de herramientas en el ordenador y sabíamos cómo usarlas porque las habíamos desarrollado para el primer filme. Eso nos permitió trabajar un poco más rápido.
¿Cómo fue rodar las escenas en las que Timothée cabalga sobre un gusano?
Fue maravilloso poder ver esa escena convertida en realidad porque quedó tal como yo lo imaginé. Fue una de las escenas más complejas que he hecho en mi carrera. Requirió de mucho trabajo porque yo quería que se sintiera como algo real. Mi intención era que mi madre creyera que es posible cabalgar sobre un gusano, quería que fuese tenso, elegante, peligroso y estimulante, y por eso requirió de un enorme trabajo del equipo para poder plasmarlo en la pantalla. Afortunadamente el estudio confió en mi y me dio todos los medios y las herramientas que necesitaba para convertirlo en realidad.
¿Cuán complejo fue crear un nuevo lenguaje para esta película?
En la primera parte ya teníamos algo de este lenguaje, que hablaba el personaje de Javier Bardem. Para crearlo contratamos a un lingüista, David Petersen, que había trabajado previamente en 'Juego de tronos' y en otras series. Él es un amante de los lenguajes y se inspiró en lo que estaba en los libros de Frank Herbert, que usó algo de este idioma y nosotros simplemente lo expandimos. David tomó lo que estaba en los libros y lo que yo puse en el guion de la primera película que co-escribí con Jon Spaiths. Lo que me impresionó es que él creó un idioma completo, con su vocabulario y una estructura gramática y una sintaxis que siguen una lógica muy estricta. David se dedicó a enseñarle a los actores cómo hablarlo, cuál era la pronunciación correcta de las palabras y su significado, para que pudiesen entender qué era lo que estaban diciendo. Luego contamos con un entrenador de dialecto en el plató que les corregía y se aseguraba que todos hablaran con el mismo acento, para que el idioma sonara de una manera uniforme. Fue una experiencia muy interesante porque fue como crear una escuela en la que todos aprendieron el idioma hasta hablarlo con fluidez. Todo el mundo se lo tomó con mucha seriedad. Cuando les escucho hablarlo en la película suena como un idioma real porque de verdad lo es.
¿Cuál fue la conversación que tuvo con su director de cinematografía, Grieg Fraser, sobre cómo expandir el estilo visual que ya había utilizado en la primera parte?
Tecnicamente los dos sabíamos que la película tenía que ser mucho más ambiciosa. En la primera parte seguíamos a un muchacho que descubre su cultura, encuentra un nuevo planeta y debe sobrevivir a una serie de eventos. Y en esta segunda parte, el muchacho debe convertirse en un hombre, y en un guerrero. Es una película muy larga y yo sabía que iba a tener un ritmo diferente, que iba a ser mucho más potente. Inicialmente elegí a Greg, a quien adoro, porque me encanta cómo usa la luz natural, y eso fue lo que usamos para la película. No fue fácil, porque para poder rodar todas las escenas en el desierto a veces tuvimos que usar diferentes localizaciones para obtener el efecto que buscábamos. Llegamos a usar 12 o 14 lugares distintos para rodar una escena, lo cual creo un plan de filmación muy complejo que muchas veces volvía loco a mi asistente. Fue un desafío para todo el mundo. Hicimos algunas trampas, como utilizar software para predecir donde iba a estar la luz. Así sabíamos que íbamos a tener el sol donde lo necesitábamos a determinada hora y así organizábamos la filmación. Fue muy divertido pero bastante intenso. Grieg es un verdadero científico del cine. Le encanta la tecnología y disfruta mucho usando nuevas herramientas.
La maldad pura existe... pero es inusual"
¿De qué manera siente que 'Dune 2' explora el tema de la lucha del bien contra el mal?
Yo espero que pueda apreciarse que en nuestra historia este tema se presenta de una forma más sutil que como tradicionalmente lo ha hecho el cine. La maldad pura existe, pero es inusual. La mayoría de las veces todo pasa por la perspectiva. Y aunque nadie puede cuestionar que el baron Harkonnen es malvado, el emperador es alguien que ha tomado decisiones equivocadas por razones políticas, pero no estoy seguro de que lo haya hecho por maldad. Es más bien un cobarde, y por eso no me gusta mostrar las cosas en blanco y negro, sino con tonos de grises. Cuando Frank Herbert escribió el primer libro tenía intenciones muy precisas, quería que fuese una fábula y una advertencia contra las figuras mesiánicas. Cuando el libro se publicó, Herbert se sintió un poco desilusionado con la forma en que le entendieron los lectores, que pensaban que era una celebración de Paul, cuando él quería que fuese un antihéroe. Para corregir esa impresión, escribió un segundo libro, 'El mesías de Dune', que es como un epílogo, que trató de corregir esa mirada. Yo traté de hacer que esta adaptación se acercara a las intenciones iniciales de Herbert, y por eso esta película es una advertencia y no una celebración de Paul.