Leila Guerriero

Leila Guerriero

A finales de los años 70, en la Escuela Mecánica de la Armada de Buenos Aires se creó una situación compleja y perversa que recuerda a la que ocurre en la serie El cuento de la criada . Los mismos militares que torturaban, violaban y mataban sistemáticamente decidieron dejar con vida a algunas de las personas detenidas, sobre todo mujeres, que por su clase social consideraban dignas de una segunda oportunidad. Las forzaron a mantener con ellos relaciones sexuales, a colaborar en la represión, a trabajar como esclavas, con la coartada moral de su supuesta rehabilitación política, apostólica y romana. Como en el mundo imaginado por Margaret Atwood, esa lógica aberrante condujo a rituales muy oscuros. Uno de los violadores de la protagonista de La llamada. Un retrato (Anagrama), la nueva crónica extensa de Leila Guerriero, por ejemplo, la llevó a su casa, donde también la violó su esposa, mientras los hijos pequeños de la víctima y de los victimarios dormían en la habitación de al lado.

El horror es intenso como un taladro craneal. Los dos años que Silvia Labayru pasó secuestrada en esa membrana infame atraen la atención del lector con un magnetismo en espiral. Pero el libro habla mucho más de la vida que de la muerte. Es una exploración exhaustiva de la supervivencia a través del cariño, el deseo y el humor. La estructura de La llamada la brindan la amistad –comienza y acaba con el grupo que se conoció en el Colegio Nacional de Buenos Aires y acogió a Silvia Labayru cuando fue repudiada por los exiliados tras su liberación– y el amor: “Es una experiencia tan nueva, tan intensa”, afirma: “Descubrir el amor de tu vida a los sesenta y pico años”. Y el tono está marcado por la ironía: “Leo el Marca todos los días”, afirma la protagonista, futbolera: “¿Qué te crees, que solo miro documentales de Treblinka?”.

No estamos ante una biografía de Silvia Labayru, sino ante un perfil con profusión de diálogos

Desde Los suicidas del fin del mundo , la obra de la periodista argentina se ha caracterizado por una estética de la resistencia y una ética del agotamiento. Si Georges Perec las formuló en clave espacial en Tentativa de agotar un lugar parisino , Guerriero las trabaja en clave personal y temporal en Una historia sencilla , Opus Gelber y, ahora, en La llamada . Las entrevistas se suceden hasta que se vencen todas las defensas que levanta la psicología del personaje y se exprime el último detalle de una existencia. Lo contrario de Karl Ove Knausgård: en vez de agotar la vida propia, se examina con microscopio la de un contemporáneo. Pero no estamos ante una biografía, sino ante un perfil con profusión de diálogos. De un coro de voces, contrapunteado por el punto de vista discreto de la narradora, el lector extrae su propia visión del personaje. Silvia Labayru es la suma de su propia versión y de las versiones de su pareja, sus amigas, sus antiguos compañeros sentimentales o de su hija (que nació en el infierno, pero por suerte no lo recuerda).

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