La tragedia, el idealismo y el temperamento -bofetada incluida a un eurodiputado del PP en el Parlamento Europeo- de la que Francisco Umbral llamó la musa de la transición española, Carmen Díez de Rivera, suben a las tablas. A las del Teatro Español de Madrid, con Mónica López como protagonista y Oriol Tarrasón dando vida a Adolfo Suárez, de quien fue jefe de gabinete.
Una vida que por momentos se convierte en una tragedia griega cuando esta mujer de cuna aristocrática descubre que el hombre del que está enamorada es en realidad su hermano porque su padre no es su padre, sino que lo es el ex ministro franquista Ramón Serrano Suñer, amante de su madre. Una tragedia de la que sin embargo sabe salir, han señalado los responsables del montaje Carmen, nada de nadie, para encontrar su propio camino, marcado por el diálogo y la lucha por un mundo mejor.
"La función se centra en los meses vertiginosos en los que se legalizó el partido comunista y la influencia que ella pudo tener, pero va adelante y atrás"
En el montaje Carmen Díez de Rivera, enferma ya del cáncer que se la llevará a los 57 años en 1999, acude a un escenario para contar una parte de su historia. "La función se centra en los meses vertiginosos en los que se legalizó el partido comunista y la influencia que ella pudo tener. La función va adelante y atrás. Se verá su relación con su madre de joven, su historia de amor con su hermano, se verá como llega a Televisión Española y conoce a Adolfo Suárez. Agradezco al director Fernando Soto, no hacer un biopic sino que explicar las causas de esta mujer. Es lo más importante. Es un personaje muy complicado, poliédrico, contradictorio, fascinante, en una época frenética en la que había miedo, improvisación", subraya Mónica López, que ha dado vida a una mujer rodeada de un universo muchas veces machista.
"Era una mujer con la que todo el mundo quería acostarse. Todo el mundo"
"Era una mujer con la que todo el mundo quería acostarse. Todo el mundo. Incluso de su gran amigo Umbral todo eso de la musa de la transición ella lo despreciaba en sus escritos. Sufrió insultos y en el espectáculo hemos intentado que eso esté, ese desprecio a la lucha por unos derechos universales. Y el hartazgo de ella de estar rodeada de todo eso. Cuando volvió de África, le enviaron fotos de negros con miembros viriles enormes. 'Esto es lo que has estado haciendo en África'. Vivió niveles estratosféricos de agresión y de desprecio", explica el director del montaje, Fernando Soto.
Para él, Carmen Díez de Rivera "representa un ideal, una utopía que yo, como me imagino muchos de los que nos dedicamos al teatro, perseguimos, la práctica de un buenismo, de una igualdad social, de unos derechos, de unas libertades. Que este mundo sea más justo. Y Carmen, su lucha, lo representaba. Una lucha incesante intentar que el mundo sea mejor. Y eso es lo que poderosamente me llamó la atención de esta mujer. Su tragedia personal era interesante, pero lo que esconde debajo es lo más interesante".
Partiendo de numerosa documentación, de libros como los de Manuel Vicent -El azar de la mujer rubia- y sobre todo El triángulo de la transición de Ana Romero, "el que más nos ha servido para reconstruir los diálogos que aparecen en la obra porque además hay también fragmentos de su diario, cosas que decía ella", cuenta el dramaturgo Francisco Justo Tallón, han recreado su historia. Unos diarios que escribió prácticamente todos los días de su vida desde que era muy joven, dice el codramaturgo Miguel Pérez García: "Llevaba unos diarios donde había un material que debía ser absolutamente maravilloso de leer por las capacidades intelectuales de Carmen y por las personas que conoció en los momentos que los conoció. Ana Romero sí leyó esos diarios, pero esos diarios se destruyeron a su muerte siguiendo sus deseos".
En el momento de la transición, dice el director, "ella es un personaje muy quijotesco, en el sentido de lo utópico, luchar por algo que no sabes si va a ser, si se va a hacer carne, si se va a hacer efectivo. Y luego incluso quema los diarios, una lucha que luego quema, no quieres que trastienda en el sentido del ego. Es un espectáculo contado desde el punto de vista de una mujer luchadora, con unos ideales en los que crece fervientemente, y eso le lleva a ser una persona bastante vehemente, antipática, con mucho humor pero también muy vehemente. Una lucha encarnizada por creer en algo. Hay un texto en la función que le dice el Rey a Suárez 'ella siempre te va a decir la verdad. Este país necesita gente que diga la verdad, necesita gente que diga las cosas'. Ella viene a intentar dialogar, a intentar sentar unas bases. Es necesario el diálogo. Nos estamos dando cuenta".
"Era una mujer muy inteligente con una educación que supera a muchos de sus jefes y por eso llega hasta donde llega"
El actor Víctor Massán, que da vida al Rey Juan Carlos, recuerda que se trata de "una mujer aristocrática, hija del ministro de Franco y su padre era un militar franquista, y por eso también la dejaron hablar y dejaron comportarse de esa manera tan arrogante y porque venía de la mano del Rey". Ana Fernández, que da vida a la madre de la protagonista, la marquesa de Llanzol, subraya para completar el complejo prisma de Carmen Díez de Rivera que era "una mujer muy inteligente con una educación que supera a muchos de sus jefes y por eso llega hasta donde llega, marcada por una clase evidentemente y con un drama personal brutal que yo creo que en cierto modo hay que agradecer para ver a la mujer en la que se convirtió".
Porque, reflexiona, "si no le pasa lo que le pasó, pues probablemente se casa con el chico del que se había enamorado y hubiera sido una señora de la aristocracia, con sus hijos. Ese trauma brutal la lleva a esa peripecia de momentos y viajes, y uno la lleva a África donde descubre otra realidad, otra manera y toma conciencia de muchas cosas y decide ir por ahí. Es una mujer que decide cuál va a ser su camino".
"Lo que veo en este personaje son unas líneas casi de tragedia griega, de heroína griega"
Y añade que nunca olvidó el trauma de descubrir que su amor era su medio hermano. "Personas que estuvieron en sus últimos momentos nos contaron que recordaba esa historia. Nunca olvidó a ese chico y nunca olvidó las tres mentiras en las que había vivido: que su padre no era su padre, que una persona muy relacionada con la familia era el padre, y que su novio no era su novio y que era su hermano". "Lo que veo en este personaje son unas líneas casi de tragedia griega, de heroína griega. Un personaje capaz de sobreponerse a su destino, el destino familiar, social, personal, de luchar contra ese destino que viene escrito y trabajar su propio camino en la historia", concluye Pérez García.