Nunca llueve a gusto de todos

Opinión

Dos nubes blancas, como buñuelos de viento o coliflores monstruosas, crecen detrás de las colinas que rodean la ciudad. La mayor proyecta una sombra gris sobre un almacén de coches, cerca de la vía del tren, mientras que un sol rabioso, como una naranja histérica, seca los árboles del polígono. Un señor mira hacia el cielo, ve como los rayos de luz iluminan los bordes de las nubes, que adquieren una consistencia blanda y aceitosa, de huevo frito. La nube mayor se contrae un poco para dar paso a un haz de luz que impacta en la cara del señor. “¿Pero qué coño haces? -le dice la otra nube- que se eriza caracoleando a su lado. “¿Qué te ha hecho ese tipo?”

A la nube mayor le molesta que se pasen el rato mirándola y oír las mofas de la gente: “será como todos los días: cuatro gotas que no van a mojar debajo de los coches”. Con un esfuerzo de concentración excepcional consigue que una de las ramitas de la coliflor pase de blanco a un gris más o menos perla. Por el contrario, el brazo que ha contraído para dejar pasar el haz deslumbrante se funde en el aire. Empieza a estar cansada de tanto cuento. Con su compañera se desplazan en paralelo a la autovía, sombreando a los mirones. “¿No ves que esa pobra gente hace lo que puede?” “Uy, si -dice la nube mayor que, con un gesto algodonoso, le indica el segundo, el tercer y el cuarto cinturón, repletos de coches y camiones, y los slaloms de las motos-. La nube menor, que ha estudiado, le explica que la polución es positiva para las nubes como ellas. “¿No lo ves? Las partículas en suspensión son nuestras amigas. Cuantas más partículas, más gotas de agua y cristales de hielo se forman. Entonces nos volvemos brillantes, reflectantes, y proyectamos aquella sombra tan rica. Si la Humanidad consigue limitar la polución, los cielos nublados y reflectantes van a ir a menos”. La nube menor aspira una bocanada de dióxido de azufre y, al momento, desarrolla unas cuantas volutas rizadas que topan con los brazos de la otra nube como las gomas de los autos de choque. “Necesitamos un aire cochambroso” -dice justificando a los conductores de los coches, que tocan la bocina desesperadamente-. “Un buen colchón de nubes detiene los rayos del sol y produce frescor. Si no hay porquería, no hay nubes, al no existir efecto parasol, los rayos pegan furiosos en la tierra y las temperaturas se disparan.”

Un hombre pasea por el céntrico paseo de Gràcia de Barcelona junto a dos niños

Un hombre pasea por el céntrico paseo de Gràcia de Barcelona junto a dos niños

Àlex Garcia

Un segundo, un tercer y un cuarto boeing hacen cola obedientes en las rutas aéreas saturadas

La nube mayor ha empezado a despatarrarse sobre la colina. Desde la cima ve un boeing que se dirige al aeropuerto, seguido a intervalos regulares, por un segundo, un tercer y un cuarto boeings que hacen cola obedientes en las rutas aéreas saturadas. “O sea que sin polución no hay nubes, el aire se calienta, la temperatura se dispara y esta pobre gente va hacia el desastre. Pero con polución, el CO2 se acumula en la atmósfera y se cuecen igualmente.” Sobre la ciudad, las dos nubes empiezan a soltar unos tímidos hilillos, van perdiendo volutas y ser transforman en un par de cirrus anémicos. “Lo tienen jodido allá abajo”. “Si, chico”.

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