El latín de los pies

El viejo Guccio Gucci entra alarmado a la sección del cielo en la que se reúnen diseñadores de zapatos, zapateros y remendones. Dice que ha estado dando vueltas como un espectro por el paseo de la Libertad Indumentaria y que ya nadie lleva zapatos. “¡La labor de tantos años, de siglos, para terminar todos en zapatillas de deporte!”. Salvatore Ferragamo se pone de su lado enseguida. Días atrás bajó espectralmente a la estación del Obelisco, a la que recientemente han cambiado el nombre por el de Shopping Night Station, entró en un vagón del metro y se quedó pasmado. Vio chicos vestidos como si fueran a jugar un partido de fútbol, con pantalón corto, botas y calcetines, una camiseta y, encima, un anorak de plumas. Y chicas con camisetas sin mangas, de gimnasia, y zapatillas blancas, con adornos rosas y dorados. Y –¡horror!– más chancletas de baño que zapatos. Unas chancletas que, cuando empieza el frío, la gente lleva con los calcetines puestos. “¡El modelo Biel Juste lo promueve en su cuenta de Instagram!”, exclama el inventor del tacón de aguja, Roger Vivier, que, desde el otro mundo, le sigue en las redes. “¡Qué narices Juste! –dice Anton Iglesias, zapatero de Ordís–. En mi pueblo los magrebíes no llevan otra cosa”. Maruf del Cairo –zapatero de las Mil y una noches– protesta por el comentario racista.

“Fijaros en las graduaciones esas que se montan ahora –dice el zapatero de Luis XIV, Nicolas Lestage–. Estos chavales no han llevado nunca una camisa, una corbata ni un vestido. Y el día que consideran especial se visten como los famosos de las revistas. Llevan la corbata colgada al cuello como si fuera un chorizo y no saben andar sin tropezar a cada paso. Aquellos zapatos que confeccioné para la boda de Luis XIV, con tacones rojos...”. Silvestre Segarra y Klaus Maertens también se quejan: ¡tantos años calzando a un precio asequible a obreros y punks, y tener que ver a sus hijos que van por el mundo en chanclas! Hans Sachs, el zapatero de los Maestros Cantores de Nüremberg, y Agustina González López –la zapatera prodigiosa– proponen pasar a la acción, y José Luis Rodríguez Zapatero se ofrece para lo que haga falta.

Unas chancletas que, cuando empieza a hacer frío, la gente lleva con los calcetines puestos

“Pero existen zapaterías excelentes y modelos de fantasía. Sólo hay que ver los escaparates del paseo de la Libertad Indumentaria”, interviene André Perugia, en paz descanse, que en las subastas vende muchos pares de zapatos de colecciones del año de la nana. “Somos como los hablantes de una lengua muerta –le responde el viejo Gucci, deprimido–. Mientras en los escaparates brillan la seda y el lamé, en la calle sólo se ven deportivas. Hablamos el latín de los pies”. Andy Warhol, que antes de ser un artista famoso se ganaba la vida diseñando zapatos, llama al orden. “Pues a mí me gustan las zapatillas. Las que incorporan pedrería y taconazos demuestran una voluntad estética y ansias de distinción”. Le cae una lluvia de botas, mocasines, polainas y escarpines. Un zapato con cordones le da en la cabeza y le tira al suelo la peluca.

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