Tom Sharpe y la inexistencia
La biografía de Tom Sharpe es muy singular. De entrada, porque el padre de Wilt también fue un escritor singular, pero esta singularidad puede llegar a ser un lugar común cuando hablamos de creadores de contenidos, por decirlo en la absurda terminología actual. Lo que singulariza a esta biografía titulada Fragmentos de inexistencia (Anagrama en castellano y en catalán Navona) es que vislumbramos a una santísima trinidad de narradores. El padre sería el propio Tom Sharpe, que sin dictarla de facto comparte el relato prolijo de su periplo vital con su última compañera de vida en Llafranc, la psiquiatra Montserrat Verdaguer, que aquí juega un rol próximo al del Espíritu Santo. El hijo sería el autor nominal de la biografía, el escritor de Begur Miquel Martín i Serra, designado relator de la biografía, cuyas fuentes documentales son el legado depositado en la Universitat de Girona y gestionado por la Fundació Tom Sharpe: cartas, fotografías y, sobre todo, la grabación de horas de conversación del escritor con su querida Montserrat Verdaguer, aka Montsi, que en la biografía figuran como una fuente etiquetada de forma metonímica La libreta roja. En definitiva, hablamos de una biografía que va en auto: auto de autorizada y de autobiografía.
“La he leído y es una novela maravillosa”, dijo el editor; Tom Sharpe aún no la había escrito
Pero más allá de las peculiaridades constitutivas de la obra, el retrato de Sharpe que el dueto Verdaguer-Martín consiguen tejer es muy completo. La “inexistencia” del título, sugerido por el propio Sharpe, describe muchas de sus paradojas vitales: hijo no deseado de padre nazi, acosado por mujeres maduras, profesor expulsado de Sudáfrica por su posición crítica con el apartheid, escritor superventas ignorado por la academia, contenido y desenfrenado, anglófono periférico sin éxito en América. En definitiva, Tom Sharpe es un tipo decente que triunfa escribiendo indecencias, dipsomaníaco de sexualidad compleja y humor grosero que hoy le acercaría peligrosamente al verbo cancelar. Su biografía nos descubre un hombre de carácter forjado a golpes (“A mí me pegaron mucho en la escuela, por cualquier motivo”) que halla la salvación leyendo Stalky & Co de Kipling, que se proyecta en el humor más blanco de su admirado P.G. Wodehouse para retratar con mirada crítica el sinsentido de un mundo que cada vez entiende y valora menos. Miquel Martín recoge un episodio impagable que Sharpe vive en 1985 en Mallorca en una reunión de comerciales organizada por sus editores. El novelista asiste, estupefacto, a una exhibición de gráficos, estadísticas y balances de ventas antes de que se haga público el anuncio de su próximo libro. Un editor se levanta y anuncia: “Saldrá por Navidad y se titulará Porterhouse black . Lo he leído y es maravilloso”. Sharpe se pone las manos en la cabeza. Aún no está ni escrito.