Hay novelas con inicios antológicos. Contra el món de Pere Antoni Pons (Columna) acaba con dos frases dignas de figurar en una antología de finales: “Mallorca ha quedat intacta. La destrucció és total”. Pons lanza un McGuffin geológico de primera magnitud: la cataclísmica desaparición de la Serra de Tramuntana transforma en una llanura la zona noroccidental de Mallorca, antes coronada por los 1445 metros del Puig Major y con el santuario de Lluc como centro espiritual. La devastación rebota en las vidas de los mallorquines que pululan por la novela y despierta la voracidad constructora de los urbanizadores que conciben cualquier terreno como solar edificable. Tamaña catástrofe parece un recurso de literatura fantástica, pero en este caso no tiene una función evasiva, sino que tiñe la novela de un realismo descarnado al retratar la sociedad mallorquina. Pons destaca en la hibridación de la emergencia colectiva con los conflictos individuales de los afectados. La guinda es la repentina conversión de un artista abstracto al paisajismo figurativo. Retrata con añoranza las montañas desaparecidas y despierta el interés inversor del amo y señor de la nueva Mallorca urbanizable. El McGuffin geológico muta en astronómico en el tramo final de la novela, tomando la forma de un gran meteorito que amenaza con caer en un lugar cada vez más determinado del Mediterráneo, ante la creciente alarma de la caterva de tertulianos y charlatanes en los círculos de poder. Las dos frases finales permiten imaginar cómo se cierra el círculo, pero las divulgo con impudicia porque, aunque se apuesta por una cierta intriga, lo esencial de la novela es el camino, es decir, cómo esta catástrofe condiciona a los personajes. Pons saramaguea no solo en la exploración moral, sino en el exterminio de los guiones en la reproducción de los diálogos (¿era necesario?).
La desaparición de la Serra de Tramuntana es un McGuffin geológico de primera magnitud
El planteamiento recuerda el de Miquel de Palol en El legislador (1997), una novela milenarista que parte de la inminente caída de un satélite que puede destruir el planeta. Palol plantea la posibilidad de salvar a solo dos mil humanos en una pseudo Arca de Noé con los elegidos que suscita grandes debates morales, algunos de estricta actualidad: ¿deben salvarse los virus? Tras haber narrado qué era preciso destruir en Igur Neblí (1994) Palol noveló qué conservar. Ahora que, hace pocos días, la traducción al inglés de El jardí dels set crepuscles (1989) suscitó el interés crítico en el New York Times cabe recordar que la primera novela de Palol fue coetánea de Camí de Sirga (1988) de Jesús Moncada, que partía de otro McGuffin geológico: la desaparición de su Mequinensa natal bajo las aguas de un pantano. Tal vez la sequía pertinaz nos mostrará que está intacta y que, por ende, la destrucción ha sido total.