El Real se ríe del ego de los políticos con 'Nixon in China'

Escenarios

El público madrileño aplaude (salvo deserciones) el estreno español de la primera ópera de John Adams

La parodia del encuentro de Mao y Nixon fue el primer libreto de la hoy sacerdote anglicana Alice Goodman

Mao y Nixon

"Mao y Nixon

Javier del Real / Teatro Real

Paródica a la vez que profunda, llena de guiños históricos y detalles humanos que dan sentido a una trama poética basada en hechos reales: el encuentro que sostuvieron Mao Tse-tung y Richard Nixon en 1972, cuando el entonces presidente de los Estados Unidos decidió visitar la China. Un gesto que supondría la restitución de las maltrechas relaciones diplomáticas entre ambos gigantes y un primer paso en el deshielo de las relaciones de Oriente y Occidente en plena guerra fría. 

El público del Teatro Real asistía este lunes a un hito de la ópera en España: el estreno nacional cuatro décadas después de su premiere absoluta en Houston de Nixon en China (1984), el primer título que compuso el astro del minimalismo John Adams y el primero del que la poeta -y hoy sacerdote anglicana- Alice Goodman firmó un libreto. Ciento cincuenta minutos de música que juega a las repeticiones con sus correspondientes diálogos y reflexiones de calado entre los personajes: los mandatarios, sus parejas y sus respectivos escuderos, esto es, Henry Kissinger o el primer ministro chino, Chou En-lai. El estreno se saldó con seis minutos de aplausos salvo notorias deserciones, que hicieron mella sobre todo en la costosa platea del teatro.

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Con textos en inglés y sutilmente amplificada, la pieza es una virguería narrativa que echa mano del humor para ir acercándose a un final introspectivo en el que Nixon se diluye como un azucarillo mientras rememora sus años de joven soldado en la guerra de Indochina y su posterior devenir político. Mientras que Mao, el sanguinario, se sabe icono para la posteridad. Si bien su mujer, una fanática de cuyos crímenes en pos de la revolución cultural va dando cuenta la ópera, no sale tan bien parada.

Imágenes icónicas como las de la llegada del matrimonio Nixon  cobran vida en este montaje del sensible John Fulljames

Imágenes emblemáticas como las de la llegada a la China del matrimonio Nixon y su encuentro a pie de avión con Chou En-lai cobran vida al inicio del espectáculo en este montaje que firma el sensible John Fulljames, mientras por momentos la partitura se escora hacia el wagnerismo del Anillo del nibelungo...  Un ejemplo de esa mirada al pasado que implica para John Adams la revisión de la historia.

Nixon in Cihna

El tenor coreano Alfred Kim recibió una ovación en el Real por su papel de Mao. Aquí con Nixon (Leigh Melrose) y Kissinger (Borja Quiza) 

Javier del Real / Teatro Real

La escenografía de Dick Bird, a base de archivos, hace que el espectador nunca se olvide de que todo aquello sale de un fondo documentado. Y que es a través de esas fuentes que el mundo se ha hecho una idea de lo que sucedió. No en vano la ópera muestra a un Richad Nixon obsesionado por su imagen y por lo que la prensa dirá de él y de su visita al país enemigo. De hecho,  queda retratado de manera hilarante con la ayuda del propio serialismo, que le invita a repetir compulsivamente la palabra "news" cuando cae en la cuenta de que justo a aquella hora es prime time para las televisiones de su país. Al fin y al cabo aquel viaje es para él una maniobra electoralista...

El libreto de Goodman juega brillantemente con el choque cultural: "Tranquilo, es un acertijo, no una prueba", le espeta Mao a Nixon

Y en su primer encuentro con Mao, el libreto de Goodman juega brillantemente con el choque cultural. "Tranquilo, es un acertijo, no una prueba", le espeta el presidente de la república a Nixon cuando este balbucea ante sus máximas filosóficas estilo oriental. "¡Ah, claro, Confucio!", dice el americano, aliviado. "¡A la mierda Confucio!", le responden al unísono Mao y su mujer. 

El también líder del Partido Comunista Chino le lee la cartilla al capitalismo y habla de "pescadores de individuos" y de "olvido organizado".  Pero en la cena posterior, la bebida corre y la camaradería impera... con lo cual se ve a Kissinger intentando impedir que su presidente proclame subido a una silla que "estaba equivocado" al oponerse a China.

Cuando se estrenó en 1984 en Houston, la ópera no gustó ni a republicanos ni a demócratas. En aquel momento los primeros esperaban un retrato menos filosófico de Mao, y los segundos, que se le pasara factura a Nixon tras el escándalo del Watergate y las elecciones amañadas que dos años después de ese viaje a China le obligó a dejar el cargo.

Pat Nixon

Pat Nixon interpretada por la soprano Sarah Tynan, con las tres secretarias que transcriben todo lo que se dice (Sandra Ferrández, Gemma Coma-Alabert y Ekaterina Antípova) 

Javier del Real / Teatro Real

Pero es que el objetivo de la ópera que impulsó el director teatral Peter Sellars no era dejar bien o mal a ninguno de los representantes de la bipolaridad política de su tiempo, sino poner en evidencia el motor del ego de ambos políticos, más allá de que representasen uno al capitalismo y el otro al comunismo. Y, a modo de coda, también lograba en un fabuloso tercer y último acto que se quitasen la máscara y se preguntasen por el sentido y el valor de cuanto habían hecho en la vida.

Si alguien sale bien parado es el primer ministro Chino y la primera dama estadounidense

En realidad, si alguien queda bien en este magnífico libreto de Alice Goodman es el comedido primer ministro chino, Chou En-lai, que al final asume la voz de la conciencia, y Pat Nixon, la primera dama de la Casa Blanca que declara abiertamente que aborrece la política y se entrega como una profesional a sus quehaceres de representante de las virtudes americanas, ya sea en una escuelita china como en una granja de cerdossss.

Su personaje tiene incluso una de las arias más hermosas del título -"This is prophetic!" (Esto es profético)-, que viene a confirmar la gracia de Adams en estos primeros trabajos operísticos suyos, con facturas minimalistas y repetitivas perfectamente disfrutables y digeribles por el público menos acostumbrado a la contemporaneidad musical. 

El momento del baile que retrata a Nixon

El momento del baile coreografiado por John Ross 

Javier del Real / Teatro Real

Curiosamente, el papel que en el Real asume la soprano británica Sarah Tynan -muy aplaudida por el público del coso madrileño- ha servido en la Ópera de París estos días para despedir con honores de los escenarios a la histórica René Fleming, la diva estadounidense que tan excelsa carrera ha hecho en la plaza gala. Dirigida además desde el foso por un Gustavo Dudamel que hacía sonar a tutiplén los cuatro saxos que incluye la moderna orquestación. 

Quien la defendió desde el podio del foso del Real el lunes, con aplomo milimétrico, fue la surcoreana Olivia Lee-Gundermann, quien no por casualidad se ha especializado en este tipo de repertorio. Esta era la segunda producción que hacía de Nixon in China, confesaba a La Vanguardia minutos después de finalizar la ópera.

Una vez más, la ópera se eleva varios palmos por encima de la banalidad terrenal. Y la aproximación que hace Fulljames de Nixon in China abunda en ese carácter, pues ya desde un principio, y a pesar del humor, se sitúa en la hondura y la humanidad. Es decir que la diversión que supone para el público el poder identificar a los personajes en situaciones realmente paródicas no es aquí un fuego artificial que se extingue en el cielo, sino el preámbulo del retrato existencial que esta ópera quiere hacer de los líderes del mundo libre y del comunismo. "Dejemos que la rutina suavice los contornos de la muerte", dice Pat Nixon al final. Y también... "que los empresarios sigan especulando". 

Nixon in China

El barítono Leigh Melrose (Richard Nixon) le lanza billetes a su compañero de reparto Borja Quiza, que hace un Henry Kissinger creíble incluso en su talante físico 

Javier del Real / Teatro Real

Los egos de esos mandatarios se expanden hasta convertirse en mitos. A falta de milenios de historia, una sociedad como la norteamericana construye su propia versión pop de los mitos griegos, sus particulares Ariadne auf Naxos o Iphigénie en Tauride. Lo dice el propio Adams, quien está feliz con el resurgir de una de sus piezas más celebradas.

Otra fue La muerte de Klinghoffer, estrenada en la Monnaie de Bruselas en 1991 y también fruto de su tándem con Goodman. En esa ocasión la pareja creativa se basaba en otro hecho real: el secuestro del buque Achille Lauro por parte del Frente de Liberación de Palestina en 1985, con el posterior asesinato del pasajero Leon Klinghoffer. Y ahí Adams se granjeó enemigos desde la comunidad judeo-estadounidense, pues la narración mantenía una postura neutral. Es lo que tiene la ópera que mira de frente la dura actualidad.

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