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La Feria del Libro de Frankfurt mira a España y Ucrania

La mayor cita editorial del mundo

El país invitado y el país invadido, protagonistas del primer día de la feria

Chill out y cerezas.Aspecto de la instalación ‘Cerezas’, un laberinto homenaje a Carmen Martín Gaite, en el pabellón español de Frankfurt, donde el público puede relajarse, sentarse o pasear entre unas cortinas en movimiento

Bernd Hartung/ Fra

El pabellón español en la Feria del Libro de Frankfurt es una especie de instalación inmersiva gigante. Al entrar, unos mullidos y coloreados tubos de espuma se ofrecen como informal asiento al visitante, que, repantingado allí, observa la totalidad de un espacio diáfano de 2.000 metros cuadrados y decide hacia dónde encaminarse. Desde ese punto, como ante una pantalla con diversas opciones, se ofrecen muchas posibilidades: interactuar con las tabletas que descansan sobre los atriles, jugar a ser editor o cualquier otro agente del proceso del libro, asistir a charlas, visitar exposiciones, ir a conciertos de música, escuchar o escribir poemas, pasarse por el bar, imprimir o leer en braille, o incluso entrar en un laberinto de tela blanca y palabras donde brilla un misterioso cerezo y hasta hacer el mono ante una pantalla gigante cuyos colores cambian de forma y tono según los movimientos corporales.

En una auténtica maratón literaria, solo ayer, desfilaron por los auditorios Turquesa y Cereza del pabellón un gran número de autores, entre ellos Javier Cercas, Cristina Fernández Cubas, Irene Vallejo, Marta Orriols, Kiko Amat, Najat El Hachmi, Sara Mesa, Patricio Pron, Lara Moreno, Marta Sanz, Daniel Gascón o Clara Obligado. En otro edificio, Fernando Aramburu defendía por su cuenta, en un perfecto alemán, la reciente traducción de Los vencejos.

“Hemos abandonado Járkiv, capital editorial de Ucrania, y retomado la actividad de otra forma”

Pero, si España es el país invitado en Frankfurt, le ha salido un claro competidor en el interés de la prensa internacional: Ucrania, que, con un modesto stand, ha habilitado un escenario en la zona común a todos los países para acoger sus concurridas mesas redondas. El cuerpo de la artista Maria Kulikovska yacía ayer, cubierto con la bandera ucraniana, en el patio exterior de la feria, como si hubiera sido alcanzado por una bala. Se trataba de una performance que llamaba poderosamente la atención sobre la situación del país invadido por Rusia. Hoy intervendrá el presidente Zelensky por videoconferencia, y los editores ucranianos –han venido más de 40 sellos a Frankfurt– explicaban ayer a este diario cómo la guerra ha afectado a su actividad. Alexánder Krasovitsky, de la editorial Folio, una de las más importantes, cuenta que “nosotros, como la mayoría, estábamos en Járkiv, capital editorial del país, que imprime el 80% de los libros y acoge el 60% de editoriales... pero nos tuvimos que ir”. “Muchos escritores, editores, traductores, poetas, empleados de editoriales... se han unido a las fuerzas armadas y abandonado sus puestos”, explica Yulia Kozlovets, directora del programa ucraniano. “Algunos han muerto, otros han desaparecido, otros han sido hechos prisioneros”. Los bombardeos “suspendieron totalmente la actividad durante unos meses”, apunta Irina Kyzomenska, de la editorial Ranok, también de Járkiv, pues “hay edificios que han sido totalmente destruidos, no había oficina a la que volver ni electricidad, era el caos”. Pero ahora “ya hemos encontrado otras imprentas en otros lugares y hemos reconstruido los equipos de trabajo, con gente instalada en diversas ciudades del país, o en el extranjero, trabajando en línea”. El comercio de libros se mantiene, pues “la gente apoya a la industria local y, por otro lado, al igual que sucedió con la pandemia, la lectura es una de las pocas alternativas de ocio que se mantiene tal cual”.

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En esta línea ucraniana, El último pingüino de Kyiv es uno de los libros más solicitados en la feria. Subtitulado Un viaje epistemológico desde el nacimiento del hombre moderno al presente, se trata de una serie de ensayos de 17 grandes pensadores (entre ellos, Yuval Noah Harari, Slavoj Zizek, Tim Parks, Paul B.Preciado o Elif Shafak) que, a partir de algunos epistemes de Michel Foucault (la frontera, la identidad, la libertad y la verdad), dibujan cómo se ha ido construyendo la vida y la identidad modernas. El título hace referencia a la novela Muerte de un pingüino, de Andréi Kurkov, en el que el colapso del sistema comunista obliga a cerrar el zoo de Kyiv y a recolocar a uno de sus pingüinos como animal doméstico.

Harari, Zizek, Preciado, Shafak y otros 13 autores participan en el libro ‘El último pingüino de Kyiv’

Muy cerca de la zona de los ucranianos, la iraní Sahar Tarhandeh, de Tuti Books, sello especializado en literatura infantil y juvenil escogido como mejor editorial asiática del 2021, se lamenta, junto a sus bellas publicaciones, de que, por un lado, “es difícil vender derechos de nuestros libros a causa de las sanciones internacionales” y, por otro, de que su Gobierno no ayuda al “no sumarse a las leyes de copyright internacionales”.

Jesús Badenes, director de la división de Librerías del grupo Planeta, realizó un análisis del sector editorial en que constató su buena salud, con un crecimiento del 20% en relación al año 2019, antes de la pandemia.

Isaac Rosa, Ovejero y Rosa Ribas hablaron ante los sindicalistas del poderoso IG Metall

Volviendo al pabellón español, una instalación de placas transparentes permite seguir mientras se pasea los versos de Vida de José Hierro (que se iluminan en alemán si se va en una dirección y en castellano si se va en la opuesta). En La Traductora se ven, en una tableta, diferentes palabras intraducibles: los alemanes no pueden entender el concepto sobremesa (no tienen la costumbre de alargar las comidas con largas charas) y nosotros no entendemos sitzfleisch , que es la carne sobre la que reposa el trasero, pero que ellos usan como símbolo del esfuerzo. Unas estanterías acogen la exposición Books on Spain , con más de 600 títulos publicados en 50 países. Y, al fondo, otra sobre ilustradores que han ganado el premio nacional de esta disciplina.

El cuerpo de la artista Maria Kulikovska yace en el patio de la feria

ANDRE PAIN / AFP

Por la tarde, los escritores Isaac Rosa, José Ovejero y Rosa Ribas asistieron a un concurrido acto en la sede de IG Metall, el poderoso sindicato metalúrgico alemán, el más grande del mundo –con 3,6 millones de afiliados– y cuyos convenios laborales dictan luego la pauta del resto del país. Ante un público de leídos sindicalistas, los autores representaron una de las tendencias más en boga en la narrativa española que se traduce últimamente: el reflejo de la crisis y sus disfunciones. Rosa (que empezó su parlamento con un “compañeros y compañeras”) rechazó “que la temática social o política suponga una merma de la calidad literaria, son cuestiones muy diferentes”.

Entre abrazo y abrazo en los pasillos, el editor de Asteroide, Luis Solano, acertaba a expresar una emoción, en esta primera feria sin restricciones covid: “Hemos echado de menos Frankfurt. Esto es como un campamento de verano donde, cada año, te reencuentras con los amigos. Nos hacía mucha falta”. De fondo, se oía la guitarra de Fraskito en el escenario del pabellón español, donde las fiestas comienzan a las cinco de la tarde. En horario europeo.