El Mercat de les Flors exhibe en un mismo fin de semana hasta tres espectáculos distintos: El Amor Brujo que Israel Galván estrenó en el Teatre Zorrilla de Badalona, durante la Quincena Metropolitana de 2019; su más reciente Mellizo Doble junto a Niño de Elche, que se vio el año pasado en Temporada Alta, y por otra parte la compañía francesa Toujours Aprés Minuit, con un montaje a caballo entre el movimiento y el teatro que se titula À vue (A la vista).
Tanto en el primer espectáculo, en el que Galván interpreta la partitura de Manuel de Falla, como en el último, de la coreógrafa nacida en Barcelona, Roser Montlló, y la actriz francesa Brigitte Seth, aparece sobre la mesa la cuestión del género tal y como hoy es interpretada por los políticos de medio mundo, esto es, a la mera apariencia femenina o masculina de las personas, en base a la cual se quieren elevar leyes.
Hacía tiempo que Brigitte Seth y Roser Montlló no aterrizaban en el Mercat de les Flors. La actriz francesa y la coreógrafa barcelonesa que ha desarrollado su carrera en el extranjero combinan disciplinas. Y en À vue, un trabajo del 2018, se travisten en hombres planteándose no sólo el tema del género sino de la identidad o las identidades múltiples que conforman cada individuo.
"Somos tres en escena, dos mujeres y un hombre, que se transforman a la vista de todos. Al principio cuando se nos maquillaba era una cosa exagerada, yo parecía casi la cara de Stalin, un dictador -comenta Brigitte Seth. Pero durante los ensayos era imposible hacer un cambio rápido con tanto material. Y lo reducimos totalmente a lo mínimo, y aún así somos perfectamente hombres. Lo cual me hace pensar que todo eso del género es una mentira, porque yo con nada puedo ser un hombre, y me parezco mucho a mi padre, cosa que no sabía. Es decir, que todo esto del género está en nuestra mente".
"Sí, buscamos el mínimo de artefactos para cambiar lo máximo, y en realidad es allí donde llega también la danza, porque cambia profundamente el cuerpo -añade Roser Montlló-. Es una sensación interior y profunda que hace que te sientas más así o más asá. Viene más de las entrañas que de la forma, que al final es siempre el asunto de nuestra investigación artística. Al final es solo un vestuario de hombres sin peluca, en el caso de Briggitte, y yo solo llevo una peluca, y a lo largo del espectáculo cambiamos a la vista".
Con un mínimo cambio de vestuario puedo ser un hombre, y me parezco mucho a mi padre, cosa que no sabía. Lo del género está en nuestra mente"
En realidad también se plantean la edad, porque en cada momento no son ni joven o vieja únicamente, no son blanca o negra, o rica o pobre, hombre o mujer o víctima o culpable o viva o muerta.... "¿Estamos seguros de que estamos vivos ahora?", se cuestiona Montlló... "¿Y es que eso que yo pienso lo pienso porque de verdad lo pienso o porque lo he de pensar?, prosigue Seth. "Y no es fácil de responder eso". Este montaje es una tentativa de respuesta a todo ello.
La sociedad actual tiende a organizarse según los sentimientos identitarios y las victimizaciones, pero... nada es lo que parece. "Porque yo tengo un físico de madre, de personas tranquila... y la gente me confía las llaves, el dinero... y no, no, yo soy un caos, para compara el pan me meto en el estanco, me escapo siempre de la vida real, soy de París y siempre me he perdido en el metro", ríe Seth.
El espectáculo es una tentativa de respuesta a esta sociedad que se organiza por sentimientos identitarios: "Ni siquiera podemos estar seguros de estar vivos o muertos"
Hace tres semanas que rondan por Barcelona con otros proyectos, como el taller comunitario Temps lliure, que forma parte de su proyecto Odisea y que aborda esas horas libres de las mujeres trabajadores mientras por la mañana los hijos están en la escuela. Sus espectáculos se basan siempre en un texto que en el caso de À vue es un encargo a Jean-Luc A. d'Asciano. El autor francés aborda él el sentimiento de culpa, aunque no da lugar a un teatro literal, sino que deja mucho espacio a la imaginación.
Israel Galván, por su parte, apunta que en El Amor Brujo, donde se viste de mujer, "me parezco a mi madre". "Incluso un técnico del Mercat me dice que me parezco a una tía suya y yo digo, uy, tengo que ir a la peluquería", bromea. El suyo, advierte, es un espectáculo en el que él muta.
Yo me acerco a Falla a través de la mutación que hace del creador japonés Kazuo Ōno, cogiendo él a una bailaora como era la Argentina"
Yo me acerco a la tradición del Amor Brujo a través de ese cambio, porque para mí esa partitura es muy familiar, la he bailado desde chico. Y lo recuerdo como ir corriendo pa'llá, como huyendo de los fantasmas gitanos. Y me acerco a través de la mutación que hace del creador japonés Kazuo Ōno, cogiendo él a una bailaora como era la Argentina. Y además utilizamos también la música que el propio Manuel de Falla retiró después de que el estreno despertara muchas críticas. Digamos que los fallos de Falla los hacemos también. Lo hemos hablado con la familia y están de acuerdo. Y bueno, a mí El amor brujo me pone el cuerpo diferente, y lo bonito es eso, cambiarte".
El discurso imperante lo que ha hecho, asegura, es robarle la energía a la mujer. "Decían de Carmen Amaya que bailaba como un hombre, y no, lo que pasa es que es una mujer fuerte. Decían, por ejemplo, de Mario Maya, maestro mío, 'es que baila como una mujer', y no, lo que pasa es que es un hombre elegante. O de Antonio El Bailarín, que bailaba muy femenino, y lo que pasaba es que movía muy bien las caderas. Ese es el discurso que pongo prueba y que me ha venido muy bien. Y no es que yo quiera bailar como una mujer, sino ser una mujer, y tienes que bailar de otra manera. Ese es el viaje. Es serio. No es una transformación. El baile te permite eso. Yo he querido coger todos los terrenos porque hay belleza en todas las personas en el asunto baile. En el escenario es donde está la verdad, porque ahí no se puede mentir", apunta.
Sobre el origen de Mellizo Doble, Galván cuenta que fue un encargo de un tablao tradicional de cuadro flamenco con restaurante en el que tenía que actuar, en Japón. "Pensé, pues mira, vamos a llamar a Niño de Elche a ver qué sale -explica-. Nos montamos en el avión, ni siquiera estábamos sentados juntos. Pero así lo hicimos. Y en el restaurante ni los cocineros ni los comensales se atrevían a hacer ruido. En fin, es un pas de deux que hicimos luego en Aviñón y las críticas fueron muy buenas. Tenemos ambos una tradición flamenca. Y Paco es una persona sin miedo, por eso somos mellizos. Y si es Doble es porque él es músico y aquí también baila, y yo dejo de bailar y me pongo como músico, porque hago ruido".