Jarabe de cultura

Jarabe de cultura

El doctor coge la estilográfica y con esa mala ortografía que caracteriza al gremio estampa la receta al paciente que le observa desde el otro lado de la mesa: una visita al museo con entrada gratuita para él junto a amigos o familiares. No es ninguna broma ni una fantasía utópica. Bruselas, que tiene una joven teniente de alcalde encargada del área de cultura con ideas frescas, Delphine Houba, ha iniciado una prueba piloto en el departamento de psiquiatría de uno de los principales hospitales de la ciudad con la idea de que la cultura forme parte de la terapia para aliviar males como el estrés, la ansiedad o la depresión. Ella cree que es la primera localidad europea en aplicar esta medida, que surgió al otro lado del Atlántico, en Montreal, en 2018. Allí, los doctores enviaban a sus pacientes al Museo de Bellas Artes, un edificio que les daba la bienvenida con una canoa azul decorada por el famoso artista local Jean-Paul Riopelle, aunque los visitantes por prescripción médica también podían dejar de lado sus fantasmas admirando otras obras de pintores como Dalí, Matisse o Brueghel el joven.

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El Manneken Pis, uno de los emblemas de Bruselas, vestido con un traje elaborado en el Hospital 12 de Octubre de Madrid, en homenaje a los sanitarios que han estado en primera línea en la lucha contra la COVID-19. EFE/ María Moya

EFE

Houba ha confesado que su objetivo es doble, ya que la iniciativa no solo busca mejorar la salud mental de sus conciudadanos. También pretende reactivar el número de visitantes en los centros culturales municipales, como el museo de historia de la ciudad, el de arte contemporáneo o el que expone los más de mil vestidos de su famosa estatua angelical Manneken Pis. Si la prueba, que durará seis meses, tiene éxito, se ampliarán las propuestas culturales ofrecidas a los pacientes.

Un hospital de Bruselas prescribe visitas a museos a pacientes con estrés, ansiedad o depresión

Evidentemente, según qué dolencias no pueden curarse solo con píldoras culturales, mucho más sabrosas que las farmacéuticas, eso sí. Pero una de las enseñanzas positivas que nos dejó la pandemia fue esa toma de conciencia colectiva de que la cultura era necesaria. Imprescindible. Y que nos ayudó a sobrellevar con más ánimo la crisis sanitaria. Entonces nos dimos cuenta, más que nunca, que se trata de un bien esencial y que así debe ser considerada desde las instituciones, apoyando a los artistas, cuyo estatuto sigue negociándose. Esta misma semana se ha celebrado la quinta reunión de la Comisión Interministerial para su elaboración. Que el feliz retorno a la normalidad no nos haga olvidar las buenas intenciones del pasado. Las salas siguen necesitando público, vengan o no con receta médica en la mano. Y ahora que hemos entrado en el otoño, el período nostálgico por excelencia, ¿por qué no automedicarse a base de cultura? 

Este fin de semana en Barcelona podemos inyectarnos una buena sobredosis con las propuestas de la Mercè, esa fiesta mayor que nunca se sabe si cierra el verano o da la bienvenida a la nueva estación. Lo único seguro es que la otra patrona, Eulàlia, llorará la imprescindible lluvia para reivindicarse, como cada año. Y cuando la fiesta pase, estaría bien que los responsables culturales de la ciudad (y de todas las ciudades) tomasen nota de la iniciativa de Bruselas, que no es gratuita. Un informe de la Organización Mundial de la Salud del 2019 ya ponía de manifiesto que el consumo de cultura alimenta nuestra salud y bienestar.

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