Ethan Hawke las pasaba realmente canutas en Sinister, considerada la película más terrorífica de todos los tiempos, según un estudio científico elaborado hace un par de años. En la película de Scott Derrickson era un periodista que viaja con su familia a lo largo y ancho de Estados Unidos para investigar 'in situ' terribles asesinatos que luego traduce en libros.
Y de víctima, el actor ha pasado diez años después a ejercer de malo malísimo de la función en su nueva colaboración con Derrickson, Black phone, otra producción de la factoría Blumhouse de estreno este viernes en los cines españoles.
Basándose en un premiado relato corto de Joe Hill, hijo del rey del terror Stephen King, el director hace gala de su habilidad para el manejo del suspense en una historia ambientada en Colorado a finales de los setenta donde un tipo apodado 'El captor' secuestra a niños en su furgoneta cargada de globos negros haciéndose pasar por mago para luego asesinarlos en un juego macabro.
Finney Shaw es un chaval de 13 años introvertido, huérfano de madre y con un progenitor con la mano muy larga para sacarse el cinturón cuando cree conveniente, que sufre bullying en la escuela. Tiene un par de compañeros que se portan bien con él y su hermana Gwen es su mejor amiga, una niña muy religiosa que tiene sueños reveladores.
Después de varias desapariciones de menores en el barrio, un día le toca el turno a Finney, que acabará en el sótano insonorizado de la casa del personaje de Hawke, un hombre que jamás enseña el rostro -en algún momento se le ven los ojos- y extremadamente violento.
El chico contará con la única compañía de un colchón y un teléfono negro roto y sin conexión que suena de vez en cuando y a través de él escucha las voces de otras víctimas del secuestrador, la gran mayoría conocidos, que intentan ayudarlo a salir de ese búnker sin aparente escapatoria.
Detrás de títulos como El exorcismo de Emily Rose o Dr. Strange, Derrickson echa mano de escenas rodadas en Super 8 para otorgar un aspecto de nostalgia en la atmósfera sobrenatural de su propuesta, a la que viste con sustos -no muchos pero efectivos- e imágenes lo suficientemente impactantes para dejar al espectador en constante angustia.
Black phone no es una película tan terrorífica como pueda pretender, pero funciona gracias sobre todo a la actuación de los hermanos protagonistas, encarnados por Mason Thames y Madeleine McGraw, un magnífico y siniestro Ethan Hawke en su papel de malvado torturador de niños al que echamos de menos conocer algo de su pasado -también exprime el personaje de villano en la serie Caballero Luna- y sus guiños a Stranger things, La matanza de Texas u Operación dragón.
No será la mejor película de terror del año, pero cumple con su labor de entretener y de mantener en vilo al respetable hasta un más que digno desenlace.