Estos días, en la playa de la Barceloneta pueden encontrarse haciendo top-less a uno de los grandes nombres de la literatura latinoamericana actual, la argentina Camila Sosa Villada (Córdoba, 1982), quien tras deslumbrar con su novela Las malas (2019) –basada en su experiencia como prostituta en un parque público–, publica el libro de cuentos Soy una tonta por quererte, nueve historias pobladas por personajes como, por ejemplo, una chica que se alquila a hombres gay como novia para reuniones sociales, una monja peculiar que se llama Sor Shakira, una actriz muy parecida a la autora que encuentra en Lorca su espejo anímico, una manada de pijos que maltrata a una prostituta callejera, tenebrosos padres, maridos alcoholizados e incluso la cantante Billie Holiday, que traba amistad con unas peluqueras latinas en un fumadero de marihuana de Harlem. El universo de Sosa Villada –que empezó como poeta y dramaturga– amplía su paleta, aunando comedia y tragedia, convirtiendo a los marginados en dioses provocativos de un colorido, cruel y tierno Olimpo donde bailan Jean Genet, Frida Kahlo, Lorca, Lemebel, Duras, Almodóvar, Alexievich y García Márquez, algunas de sus influencias.
El libro se inicia con el relato más autobiográfico de todos, sus padres yendo a visitar a la Difunta Correa –una especie de virgen pagana– para pedirle que su hija deje la calle. Lo religioso está muy presente en todo el libro. “Es algo muy vivo en las clases populares argentinas, y en mi familia, mi abuela clavaba cuchillos en la tierra, baldeaban los pisos con vinagre para sacar las malas energías. En otro texto muestro cómo el catolicismo quebró el corazón a mis padres: mi mamá nunca más volvió a misa porque no la dejaron comulgar por vivir en concubinato”.
“Yo soy una travesti, no quiero lavarme esa palabra tan llena de oprobio, me la quiero apropiar como se hizo con 'maricón'
“Me faltó inteligencia para continuar de prostituta –dice, parafraseando a otro personaje del libro–. No podía hacer tanto dinero como mis amigas, yo era muy vaga, no era una buena trabajadora sexual, no salía todas las noches, rechazaba algunos clientes... No ambicionaba más de lo que necesitaba para pagar el alquiler y las compras de la semana, no tenía la lógica del ahorro”.
Con un ritmo ágil que no excluye destellos de lirismo (las tardes son como eclipses o los sapos atropellados se aparecen como granadas en el asfalto), hay escenas en las que, por ejemplo, un personaje habla con su pene, lo insulta, le amenaza con que se lo va a cortar y luego, arrepentido, le pide perdón. “Te pasas toda la vida sintiendo que sos gorda –explica–, que tu cuerpo no le gusta a nadie, que la ropa no te queda bien y de repente aparece alguien que ama que seas gorda. Eso le pasa a la protagonista cuando se encuentra con Billie Holiday, que sufre como ella aunque esté cubierta de oro. Ya hice, en una obra de teatro del 2011, un paralelismo entre el blues de Billie Holiday y el tango de Tita Merello. Son dos músicas aparecidas a la orilla de un río, dos mujeres con un desengaño amoroso muy grande”.
De nuevo, aparece, en varios de los textos, la mirada infantil. “Los niños son más interesantes de escribir, como los animales y las travestis, con ellos se multiplican los verbos, es gente con una vida muy precaria, todo lo hacen con el cuerpo. Es una astucia de escritora y también que sigo enamorada del niño que fui”.
Sobre la mujer pantalla que se alquila como novia de chicos gay, dice que “ella se siente una prostituta venida a más, porque ni siquiera se la cogen. Además le gustan y aprovecha a veces cuando los tiene que besar para darse el gusto un rato”.
De uno de sus personajes se dice que “le gustaba el puterío”. ¿Sucede así en la realidad? “Todos estamos obligados a trabajar. El problema con las travestis es que el estado era el proxeneta, gestionaba que estuviéramos en la calle, les pagábamos coimas. No teníamos ninguna otra posibilidad laboral, estábamos desprovistas de las herramientas para ingresar en el mundo del trabajo. Alguna, con suerte, podía entrar en una peluquería, yo a veces limpiaba casas pero era algo inusual, nos empujaban a eso”. Además, “en un momento dado, en Argentina se dieron cuenta de que la trata de personas daba más dinero que el narcotráfico y empezaron a desaparecer mujeres. Pero no se puede culpar de eso a las prostitutas. En mi caso, la prostitución es un poco de dolor y un poco de alegría, no sé hablar de ella de otra manera y es mi derecho hacerlo”.
Sobre la polémica por la autodeterminación de género, afirma: “Yo soy una travesti. Las feministas que se oponen a esa ley dicen que las travestis les estamos robando algo, pero los que roban a las mujeres han sido siempre los varones, los hombres. Es muy fácil atacar a un grupo absolutamente desvalido, empobrecido, marginal, como las mujeres trans para echarles la culpa a ellas. Basta mirar un poco para darse cuenta de que no nos estamos quedando nada de ellas. Yo digo: somos travestis. Me inclino por la belleza de esa palabra, tan cargada de insultos y oprobio y que se convierte en algo más para nosotras, del mismo modo que los gays hicieron con la palabra maricón. También es legítimo que otra diga: no, yo quiero que se me reconozca como una mujer trans y, por supuesto, hay que respetarlo. No quiero lavarme esa palabra, es parte de mi historia”.
Estaría bien un primer Nobel de Literatura travesti, ¿cuánto pagan?"
Ahora lleva tiempo metida en “una reflexión en torno al trabajo, sobre todo los que no son formales, los vendedores callejeros (como mis padres), los trabajadores golondrina (que siguen las cosechas de un lugar a otro a lo largo del año), la prostitución, los escritores... todo junto en una misma historia. Mis abuelos trabajaron casi como esclavos en una quinta, y les pagaban con verduras”.
Acaba de volver de Suecia, donde sus libros están también causando furor (está traducida a una docena de idiomas). ¿Ha visto a los académicos? “¿Cuánto pagan por el Nobel? ¿Un millón? Me interesa, pero tiene que ser antes de que me muera. Estaría bien un primer Nobel travesti. Ya me dieron hace dos años el Sor Juana Inés de la Cruz en la FIL”.