La memoria del olvido
Libros del Asteroide publica No me acuerdo de nada de Nora Ephron (1941-2012). Son artículos recopilados después de que muriera de leucemia hace diez años. A Ephron se la conoce sobre todo por dos películas de éxito: Cuando Harry encontró a Sally (la del orgasmo fingido filmado en el restaurante Kat’z Deli de Nueva York) y Algo para recordar (la de pasarse toda la película llorando con una incontinencia recreativa). No me acuerdo de nada ayuda a conocer la dimensión literaria y periodística de Ephron. Da mucha envidia constatar hasta qué punto domina el género de la columna aparentemente intranscendente pero cargada de sabiduría de proximidad, de un sarcasmo reconfortante y de una capacidad de observación mil veces imitada y que desactiva la condescendencia sexista de la época. El repertorio de temas responde a una amalgama imprevisible de obsesiones: el teflón, la decadencia de la experiencia de ir al cine, la manía de camareros y chefs de interrumpir a los clientes con preguntas inoportunas, la experiencia del divorcio, el recuerdo de una madre que pasó de ser la mejor del mundo a una alcohólica dolorosamente incómoda (el artículo incluye una frase tan triste que podría dar para una novela de mil páginas): “Mucho tiempo antes de que mi madre muriera, quise que mi madre se muriera”.
En el artículo que da título al libro, Ephron habla de la mala memoria como seña de identidad de determinadas personalidades pero también como presagio de vaya usted a saber qué. De cómo, con los años, aprendemos a convivir con formas de olvido aparentemente inofensivas que las consultas a Google han acabado resolviendo (en parte). Ephron, que también incluye una declaración de amor al periodismo de la Nueva York de los periódicos y revistas de los setenta, proviene de una familia extravagante, ligada a la industria del cine. Una familia con una vida lo bastante disipada para conocer a gente, digamos, importante o conocida. Gente conocida que, explica, ha olvidado, pero que aún son susceptibles de figurar en una lista contra el olvido: Cary Grant, Dorothy Parker, Peter Ustinov o Benny Goodman.
Da mucha envidia constatar hasta qué punto Ephron domina el género de la columna
No recordar nada de personas tan conocidas puede resultarnos difícil de entender, pero Ephron lo cuenta con una naturalidad que podríamos calificar de deliciosa si delicioso no fuera un adjetivo poco recomendable en una columna como dios manda. Leo el artículo dos veces seguidas y, como ejercicio complementario, me pregunto cuál es el personaje conocido más importante que he conocido en mi vida. En el caso de Ephron, la lista es larga y ella se puede permitir el lujo de olvidar a unos cuantos. En mi caso, todos los recuerdos desembocan en un mismo personaje felizmente inolvidable: Johan Cruyff.