El original de la fotografía principal que acompaña este artículo lleva esta referencia manuscrita en el reverso: “Esperant els senyorets ”. Quienes aparecen en ella son Josep Costa Serra, Agustina Gibert Duran y Pere Costa Cros, tres de personas del servicio doméstico del castillo de Peralada. La imagen es de 1932 y se supone esperaban la llegada de Miguel Mateu –propietario de la factoría Hispano Suiza, que se enriqueció durante la Primera Guerra Mundial con la fabricación de motores de avión– y su esposa Julia Quintana.
Esta fotografía sirve también de portada del libro Una nisssaga de majordoms del Castell de Peralada. La mirada fotogràfica de Josep Costa Serra que acaban de publicar Marc Faro Costa, nieto del último mayordomo, la periodista Anna Teixidor Colomer y Josep Teixidor Planas. El libro repasa la trayectoria de los tres miembros de la familia Costa que durante un siglo han estado al servicio del Palaci, como ellos mismos llamaban a esta residencia veraniega por la que pasaron altos mandatarios como el rey Alfonso XIII, Franco o Carrero Blanco.
Pere Costa Cros (1864-1949) entró con poco más de 19 años al servicio de Antoni de Rocabertí, conde de Zavellà, y su hermano Tomás, conde de Peralada, que trasladaron su residencia de Palma de Mallorca al castillo de Peralada. Los hermanos Rocabertí restauraron el castillo y crearon en él una escuela de música. Algunos detalles se han podido conocer ahora gracias a un breve dietario de Pere Costa (Pequeña relación del ritmo de servicio que llevo en el Palacio ), que se trasladó a vivir con su familia al castillo.
El libro recoge una selección de las más de 4.000 fotografías que Josep Costa hizo en Peralada y el castillo
En 1923 el castillo y sus amplios jardines fueron comprados por Miguel Mateu y Pere Costa se mantuvo como mayordomo dando entrada también a hijo Josep Costa Serra (1895-1976) y su nuera Pilar Johera, que hacía de governanta y coordinaba las tres criadas que residían en el Castillo cuando pernoctaban los señores.
Josep Costa “asumió el cargo de mayordomo en un sentido muy amplio debido a sus múltiples facetas”, señalan los autores del libro. Hacía también de observador meteorológico, músico, electricista, apicultor y guía turístico. Josep Pla resaltó de él no solo su lealtad sino sus dotes de cicerone. “Sabía muchas cosas –escribió en Notes de Capvesprol – , y si no las sabía las inventaba. A las peroratas, solía indefectiblemente poner un punto divertido y a veces ligeramente erótico, sobre todo si había señoras que lo escuchaban”.
Pero la tarea de Josep Costa destaca por otras dos facetas: su afición por la fotografía –tomó 4.000 instantáneas de la vida en el castillo y de Peralada y su gente, de las que el libro recoge una selección– y su papel relevante en la preservación de las obras del Prado que en 1938 fueron trasladadas a Peralada para evitar su destrucción en algún bombardeo.
El rasguño en un óleo de Goya dañado fue restaurado con la camisa de lino de Josep Costa
Los Mateu abandonaron Catalunya al inicio de la guerra civil mientras que los Costa se quedaron para custodiar el castillo. Se negaron a entregar las llaves al comité de Peralada y consiguieron que la Generalitat pusiera soldados para controlar la entrada.
En abril de 1938 el castillo de Peralada fue incautado y puesto a disposición la Junta de Protección del Tesoro Artístico Español. Su presidente Timoteo Pérez Rubio, marido de la escritora Rosa Chacel, decidió trasladar las más importantes obras de arte a Peralada, al castillo de Sant Ferran de Figueres y a la mina Canta, de La Vajol. A Peralada llegan obras del Prado, El Escorial, la Academia de San Fernando y el Palacio de Líria. Y con ellas se instalan, entre otros, José Maria Giner Pantoja, vocal de la Junta Central, el conservador del Prado Manuel de Arpe y el forrador Tomás Pérez. En el viaje del tesoro artístico procedente de Valencia, un camión que llevaba los cuadros Dos de mayo en la Moncloa y Tres de mayo , de Goya, chocó contra un balcón y los óleos sufrieron rasgaduras. Fueron restaurados en el castillo y Pere Costa les cedió un trozo de camisa de lino hecha a mano por su esposa para eliminar un agujero.
Los cuadros estuvieron nueve meses en Peralada. Nueve días estuvo el Presidente de la República Manuel Azaña. “Cada vez que bombardeaban en las cercanías, me desesperaba. Temí que mi destino me hubiese traído a ver el museo hecho una hoguera” escribió. Finalmente se decidió trasladar las obras a Ginebra y los Costa hicieron lo posible para que se evacuaran también las colecciones de los Mateu.
El final de la guerra fue caótico y el castillo fue ocupado en la retirada por la brigada del coronel Juan Modesto. Las noticias de los bombardeos sobre Figueres y el nombramiento de Mateu como alcalde de Barcelona elevaron la tensión. Modesto tiroteo el retablo de San Miguel Arcángel que presidía una de las salas y sus hombres provocaron un incendio.
El nieto, Pere Costa Johera, tomó el relevo en 1956 y fue el último mayordomo. Vivió en palaci hasta finales de los 70, cuando el espacio que ocupaba su familia se destinó al futuro Casino. “Todo fue inamovible durante tres generaciones”, cuenta Pere Costa, quien a punto de cumplir los cien años ha podido explicar aún las anécdotas de toda una vida.