Es la posteridad, David

Es la posteridad, David

La Sala Gran del TNC presenta una obra ambiciosa —Els homes i els dies— escrita en clave de sol por David Vilaseca (1964-2010) e interpretada de manera magnífica por el adaptador (Josep Maria Miró), el director (Xavier Albertí) y todo el elenco, encabezado por Mercè Aránega (madre) y Rubén De Eguía (hijo). El espíritu santo, el alma de David, está en paradero desconocido. La obra es su búsqueda radical transcrita en los diarios que escribía con la pertinacia de un cometa salino adolescente en el país donde los hombres desean a los hombres, no siempre bello. Un desengaño amoroso lo proyecta a la promiscuidad. Asistimos a la sórdida cartografía de los lavabos públicos ingleses —No loitering— y entramos en los cuartos oscuros donde se positivan los negativos de la sociedad. David Vilaseca fue uno de los alumnos más brillantes de la promoción de filólogos que nos licenciamos en 1987 en la UB. Yo cursaba Filología Inglesa, pero tuve trato con el grupo de Catalana, bajo el manto de Enric Gallèn, porque montaron la revista Ratlles (4) , encabezada por Esteve Miralles, en quien Vilaseca se proyectó. En sus diarios transforma a su hermana en un tal Pol. Aquí Esteve es Pau de Masquefa. La madre es mar y marea. Cuando se retira el hijo percibe que libera vastas playas que explorar. El padre vive retirado en el horizonte, siempre en segundo plano. Uno de los muchos aciertos de la adaptación teatral es hacérselo encarnar a Oriol Genís a la vez que de psico(anal)ista.

La recuperación de la obra de David Vilaseca es fruto de una cadena de decisiones tras su muerte

La recuperación de la obra de Vilaseca es fruto de una cadena de decisiones tomadas tras su muerte en 2010, atropellado en Londres por un camión de la limpieza, con la segunda parte de los diarios aún en el disco duro (la primera ganó el premio Octubre 2007). La madre abre la puerta a la publicación y cede el archivo a sus compañeros (Esteve Miralles, Ruth Galve, Tomàs Nofre, Joan Simon, Jordi Galceran...), Miralles convence a Eugènia Broggi para que los publique completos en L’Altra editorial y Xavier Albertí decide apostar fuerte, con Josep Maria Miró, para montarlo en el TNC. El ansia por la escritura de Vilaseca desemboca en una literatura del yo mayúsculo que es puro lenguaje pro-nominal. El montaje lo subraya con un tono declarativo nada impostado a la vez que muestra la sordidez de la negrura (caja, cuarto, lista, noche) en contraste con impactos queer de un rojo encendido y la voracidad ansiosa de los cuerpos jóvenes. Vilaseca tituló L’aprenentatge de la soledat (3i4) la única obra literaria que vio publicada. Els homes i els dies muestran la desolación de este sinvivir en una promiscuidad que es huida de sí mismo y, a la vez, de la mediocridad de un país tan desolador entonces como hoy. Y a pesar de todo, en la Sala Gran del TNC, David Vilaseca alcanza la posteridad.

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