Hay casas que se empiezan por el tejado. El norteamericano Nickolas Butler (Allentown, 1979) ha ideado un perverso reto en que tres amigos, Cole, Bart y Teddy, dueños de una modesta empresa de construcción, reciben el encargo de una multimillonaria: si consiguen acabar antes de Navidad la suntuosa mansión que quiere levantar en un paradisiaco lugar de Wyoming, cobrarán una suculenta cifra de dinero que les cambiará la vida. ¿Hasta dónde se puede llegar movido por semejante impulso? La ficción inmobiliaria –que va de los tres cerditos a Richard Ford– alcanza otro hito con Buena suerte (Asteroide/Periscopi), la última novela del autor de Canciones de amor a quemarropa, El corazón de los hombres o Algo en lo que creer.
El libro puede ser visto también como una novela de miedo donde el monstruo es la edificación. “Es como una casa encantada –admite, no me resultaba obvio cuando me puse a escribir. Ellos se quieren pero hay unos rincones oscuros de los otros que no conocen” y que van de la drogadicción a otros problemas. “Quería mostrar cómo la presión de los demás o la avaricia estropean a las personas”. Y es que, en el fondo, le ha salido un relato moral. “Bebo de la tradición del western –admite–, que incluye violencia y redención”.
“Es increíble la manera en que la gente sacrifica la felicidad en pro de la ambición o el dinero”
Sobre el trío protagonista, reconoce que tiene tirada a “escribir sobre grupos de hombres y la amistad que se establece entre ellos” y que se plantea preguntas como: “¿Hasta dónde es alguien capaz de sacrificarse por unos amigos?”.
Novela de estilo clásico (“mi juventud es leer Hemingway y Steinbeck”), excepto en los momentos en que los personajes se colocan y el estilo se vuelve posmoderno. “Nunca he probado las metanfetaminas pero sí he hablado con gente que lo ha hecho y me describen que es estar sentado en el sofá pero moviéndose a 200 kilómetros por hora, yo tomaba mucho café e intentaba hacerme una idea. La semilla de esta idea viene de un amigo que trabaja en la construcción, iban cortos de plazo y la propietaria les dijo que los primaría con 15.000 dólares a cada uno si acababan la casa en tres semanas. Él se planteó tomar metanfetaminas para estar despierto todas las noches pero llegó a la conclusión de que ni así lo conseguirían”.
¿Por qué tiene tanta prisa la enigmática multimillonaria? ¿Qué Rosebud esconde? “Ha sufrido tanta tragedia en su vida que la entierra bajo la ambición y el deseo de ganar dinero” pero es tan víctima como los otros personajes. “Es increíble la manera en que la gente sacrifica la felicidad en pro de la ambición o el dinero”. Admite una pequeña parte autobiográfica: “Mientras lo escribía, pensaba en la fantástica película que podría salir de esto, en el dinero que ganaría con Hollywood... De repente, me sentí sucio, como los personajes, uno no tiene que escribir nunca pensando en la película”.
Teddy, el amigo que parece menos listo, es al final el que menos problemas acabará teniendo: “Es un padre de familia, algo religioso, sencillo, y eso le ayuda en el tema del dinero”. La clase social está muy presente: “¿Ha estado en Jackson, en Wyoming? ¿No? Era una tierra de sueños, pero ahora los de clase media-baja están siendo expulsados de la comunidad. Me interesaba un personaje que observara a los ricos y deseara su vida, como el que fantasea con hacérselo con la millonaria”.
La obra es más autobiográfica de lo que parece: “Cinco años antes de escribir el libro, nos hicimos construir una casa, un proceso muy estresante. Visto desde fuera, parece muy bonito pero son un montón de peleas sobre dinero, materiales..." El lugar también existe: “Viajamos a Jackson y acampamos en un parque natural, no era la finca privada de un rico”. Donde él vive, en Wisconsin, “también hay osos, que aparecen de repente, como en el libro”. ¿No son peligrosos? “¡Vaya si lo son!”.