Espectáculo y emoción rodean todo lo que hace Juan Antonio 'Jota' Bayona. Empezó en El orfanato, dejó a todos atónitos en Lo imposible, continuó en Un monstruo viene a verme y, con el apoyo de la maquinaria de Hollywood deslumbró al público con la intrépida acción que supuso su aportación a la saga Jurassic World con El reino caído. Ahora va un paso más allá en La sociedad de la nieve, donde narra la odisea de los 16 supervivientes del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que se estrelló en un glaciar en el corazón de los Andes en 1972.
Unos chavales de apenas 20 años que estuvieron atrapados duró 72 eternos días en uno de los entornos más inaccesibles y hostiles del planeta y se vieron obligados a recurrir a medidas extremas para mantenerse con vida. Se trata de una superproducción de Netflix basada en el libro homónimo de Pablo Vierci, amigo de los supervivientes, que relató sus testimonios en una narración sobrecogedora que expone el liderazgo y la capacidad de superación como claves para sobrevivir a cuatro mil metros de altura, sin abrigo, ni comida y enfrentándose a temperaturas nocturnas de hasta 40 grados bajo cero. El dantesco relato ya fue llevado al cine en 1993 en ¡Viven!, de Frank Marshall.
'Jota' Bayona aportará espectáculo y emoción a su nueva película, que llegará a Netflix en 2023
Bayona está entusiasmado con este nuevo proyecto, al que aportará su impronta personal, que empezó a rondar por su cabeza hace más de una década, durante el rodaje de Lo imposible, y que recalará en la plataforma de streaming en 2023. Hoy acaba un rodaje de casi cinco meses en Sierra Nevada en el que han tenido que lidiar con un tiempo caprichoso, desde la escasez de nieve a la calima que cubrió las montañas de color naranja. El director se mueve a sus anchas entre el frío y la ventisca y recibe contento a un grupo de periodistas que visitan la filmación a finales de marzo.
Está rodando con la primera unidad una de las expediciones en las que los supervivientes intentaron huir del glaciar. "Hoy el viento y la nieve eran de verdad y los actores lo agradecen mucho. Uno de ellos se ha roto porque no podía más. Si eso lo tiene que hacer en un interior le cuesta muchísimo. Y le cuajaba la nieve en el pelo, esas cosas son muy difíciles de reproducir en un set”.
Una de las obsesiones del realizador es la de transmitir verdad en sus películas y en esta, con la complejidad que comporta el diseño de producción, el reto es mucho más difícil. Pero tenía claro que había que rodar en la montaña. Nada más y nada menos que 300 profesionales repartidos en tres unidades están trabajando en la película, que cuenta con el protagonismo de 40 actores de nacionalidad argentina y uruguaya, la mayoría debutantes. Producida por Belén Atienza y Sandra Hermida, que llevan con él desde El orfanato, es la primera cinta que hace en español tras 14 años rodando en inglés y otorga al director un grado de libertad mayor.
Además de Sierra Nevada, el rodaje se desarrolla en Montevideo (Uruguay) y en distintas localizaciones de los Andes, tanto en Chile como en Argentina, incluyendo El Valle de las Lágrimas, localización real donde sucedió la tragedia. Uno de los sets se ha construido en una nave en el aparcamiento de la estación de esquí. En ese plató efímero se halla una de las tres réplicas que se han construido a tamaño real del avión siniestrado. Un espacio interior ideal para rodar cuando ha habido mal tiempo. A su alrededor, una mezcla de nieve natural y artificial. Y en las paredes, una gigantesca pantalla proyecta planos de la montaña andina rodados en el Valle de las Lágrimas el pasado agosto, cuando el proyecto se puso en marcha.
300 personas trabajan en tres unidades y se han creado para la ocasión tres aviones que son réplicas exactas del accidentado hace 50 años
"Una de las claves en la película es que el espectador tenga la sensación de estar ahí. De cerca va a ser Sierra Nevada y a lo lejos los Andes", afirma Félix Bergés, supervisor de efectos especiales y fundador de la empresa El Ranchito, que ha colaborado anteriormente en producciones de Bayona, Amenábar, Javier Fesser o en series como Juego de Tronos. “Casi todos los planos tendrán retoques. Hablamos de miles de planos y centenares de profesionales trabajando en ello", continúa. La postproducción durará unos cinco meses y tendrá a otras 300 personas en nómina. En un intento de evitar un decorado con cromas, "la montaña ha sido fusilada desde todos los ángulos para no tener que inventar nada digitalmente", señala Laura Pedro, supervisora de VFX. "Ha sido más complicado porque hay que encajar las luces para dar esa sensación de que sea orgánico", añade.
El argentino Alejandro Fadel es el director de la segunda unidad y se ha encargado de filmar en la misma localización donde ocurrió el accidente. "Me convocaron para sumarme a la segunda unidad y poder filmar algunas escenas aquí en paralelo a la unidad oficial. Conozco la montaña. Nací en la provincia donde ocurrió el accidente y me interesó la historia. Trato de aprender cómo mira Jota para intentar emularlo y serle fiel y a la vez aportar la sensibilidad que uno trae, un diálogo que enriquece", sostiene el director de Muere, monstruo, muere. Fadel opina que Bayona "tiene un sentido de la emoción que no está tan cercana a mi cinefilia y hay una conexión más directa y menos intelectual con el espectador que me llama la atención y me conmueve. A mi me gusta mucho Bresson y a él Spielberg".
Una de las claves en la película es que el espectador tenga la sensación de estar ahí. De cerca va a ser Sierra Nevada y a lo lejos los Andes
A cargo de la tercera unidad está el noruego Eivind Holmboe, experto en rodajes de montaña. Su misión consiste en rodar los planos más complicados con dobles que se hacen en lugares más extremos. En definitiva, "adaptar el lenguaje de Bayona a la montaña, donde no se pueden usar grúas". Por eso, los drones son esenciales. "El rodaje de montaña es muy lento", dice Atienza, "y a Jota le gusta el detalle". La productora asegura que "estamos ante una película más ambiciosa que Lo imposible" y, aunque no mencione el presupuesto, cabe recordar que la historia basada en hechos reales sobre el tsunami de Tailandia de 2004 protagonizada por Naomi Watts y un jovencísimo Tom Holland costó 30 millones de euros.
"Lo imposible fue muy valiente desde producción, audacia y talento, ahora somos más cautelosos. La medida de complejidad es muy parecida y los doce años de experiencia es un punto a favor para gestionar la película", declara Hermida. "Hay algo en el trauma de la gente que tiene que convivir muy cerca con la muerte después de un desastre, pero esta transcurre durante mucho más tiempo y la comunión entre los personajes y el proceso es diferente. En Lo imposible era el shock, aquí pasamos por casi todos los estados de ánimo", prosigue Atienza.
En Güéjar, en El Cortijo La Argumosa, en una finca alquilada por el quipo de producción rodeada de olivos se sitúa el segundo avión encajado en una especie de búnker de hormigón con una grúa hidráulica que permite bajar o subirlo. “Hay un momento en que está casi cubierto y para esto utilizamos este set. Lo tapamos con nieve y parece que está más hundido, y así es más fácil bajar el avión. Aquí no podemos traer nieve natural, porque se derretiría. Utilizamos celulosa, como un papel, es nieve biodegradable”, explica Pau Costa, jefe de efectos especiales.
A 3.000 metros de altura, en Borreguiles, se halla el avión exterior. Es una mañana gélida la que la prensa va a visitar el set. Para llegar hasta allí es necesario coger un telecabina y luego cuarenta minutos de viaje interminable en retrack (vehículo especial para la nieve). Una vez en el destino, Alain Bainé, diseñador de producción, comenta la complejidad de trasladar hasta allí un avión de 7.000 kilos de peso. "Subimos el avión en dos trozos. Lo construimos tumbado y sobre un trineo metálico". Lluna Yuvé, directora de localizaciones, dice que transportaron primero el avión con camiones pluma 4x4. "Esperamos a que nevase y lo arrastramos con la máquina pisapistas pero fue muy complicado porque pesaba muchísimo y no teníamos suficiente nieve".
La estampa es sobrecogedora y no es difícil imaginar la epopeya que sufrieron los supervivientes durante más de dos meses. En un pequeño estudio, Montsé Ribé, maquilladora de efectos especiales junto a David Martí, ambos ganadores del Oscar por el maquillaje de El laberinto del fauno, trabaja minuciosamente en la creación de cadáveres ficticios articulados y construidos con silicona a partir de un molde que les hicieron a los actores, además de colocar pelo real, picado uno a uno. "Es un proceso artesanal y cada uno lleva un mes y medio de elaboración", explica.
Utilizan prótesis para recrear heridas y hay diferentes calidades de modelos. De momento llevan hechos unos 16. "Bayona nos pidió que pesasen porque los personajes los trasladan de un lugar a otro y quería que el esfuerzo de hacerlo fuese realista”. Y ese realismo es lo que impregna todo el proceso de levantar esta mastodóntica producción. De alguna forma nos sentimos como si estuviésemos dentro de la película. Y es una magia que pocos directores pueden lograr.