Dalí, en el diván de Freud
El subconsciente del surrealista catalán
Una exposición en Viena subraya la influencia del psicoanálisis en el pintor
¿Qué me pasa, doctor Freud? Miedo, culpa, deseos reprimidos, traumas sexuales... Toda la angustia subconsciente de Salvador Dalí (1904-1989) se reveló en sus cuadros. Ahí están las imágenes delirantes de sus sueños, y un catálogo de obsesiones para las que el artista encontró una explicación –y un cierto alivio– en las teorías del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Dalí quedó fascinado con los ensayos del médico austríaco, que leyó en su juventud, en particular la interpretación de los sueños, y ya nunca dejó de bucear en sus propias neurosis.
Esa influencia de Freud en la obra de Dalí es el tema de la exposición que ayer inauguraron los Reyes, en el Museo Belvedere de Viena. Bajo el título Dalí-Freud. Una obsesió n, la muestra recoge hasta el 29 de mayo un centenar de obras, entre pinturas, fotografías, cartas y otros documentos.
Felipe y Letizia visitaron la exposición, como cierre de la visita oficial a Austria, en la que también rindieron homenaje a las víctimas del Holocausto. Los Reyes, acompañados del presidente Alexander van der Bellen y su esposa, Doris Schmidauer, depositaron una ofrenda floral en la plaza Albertina, donde se erige un memorial contra el fascismo. Los cuatro visitaron luego la muestra de Dalí.
La exposición está planteada como un viaje en cinco etapas, desde la infancia del pintor hasta su encuentro con Freud en 1938, en Londres. En Viena se exhiben 36 obras originales de Dalí, películas de Luis Buñuel y piezas de Federico García Lorca, además de dibujos histológicos de Santiago Ramón y Cajal, y primeras ediciones de obras de Freud.
El punto de partida es la niñez de Dalí, en el seno de una familia compleja, explicó Jaime Brihuega, comisario de la exposición y profesor de historia del arte. De la infancia del pintor datan las turbaciones que nunca le abandonaron, solo que aprendió a entenderlas. Ya con 18 años, se trasladó a Madrid, y en la residencia de estudiantes trabó amistad con Buñuel y Lorca. Los tres estaban en la órbita del movimiento surrealista, que tenía a Freud como uno de sus pilares. Aunque ninguno de ellos se obsesionó con el psicoanálisis como Dalí.
Los Reyes, de visita oficial en Austria, inauguraron la muestra, que exhibe el Belvedere hasta mayo
El siguiente destino es París, donde Dalí se instala en 1929 y entra en contacto con el grupo surrealista reunido en torno a André Breton. De esa etapa son obras como El juego lúgubre , (1929), que se muestra al público ahora en Viena, por primera vez en 20 años. “Es la eclosión de todas las obsesiones y los miedos de Dalí, contados a través de las teorías de Freud –detalla el comisario–. Dalí dibuja una metáfora visual de su propio pene, pequeño y fláccido; el padre con los calzoncillos manchados de excrementos; una cabeza con una vagina, una mano que representa la masturbación”.
La atmósfera onírica del lienzo no deja lugar a dudas. “Dalí pinta con precisión elementos perturbadores –añade Montse Aguer, directora de los museos de la Fundación Gala-Dalí–. Algunos se convierten en símbolos en muchas de sus obras surrealistas, que provienen no de la realidad sino del subconsciente”.
Pero Dalí no se limitó a las tesis de Freud, sino que desarrolló su propia teoría del subconsciente, el método paranoico crítico, que describe Brihuega: “Lo que viene a decir Dalí es que en un estado de gracia, desconectado de la razón, a veces vemos en los objetos cotidianos cosas distintas de lo que aparentan”. Un ejemplo del método es Cisnes reflejando elefantes (1937), que se expone en Viena.
Dalí estaba tan satisfecho con su teoría que quiso explicársela a Freud para que la validara. Durante una estancia en Viena, en 1937, llegó a ir a la consulta del neurólogo. No lo encontró, pero allí se fijó en una figura de bronce romano, una mano sujetando un huevo, que incorporó en La metamorfosis de Narciso (1937), de la que se exhibe en Viena una reproducción de gran formato.
En julio de 1938, se produjo la ansiada reunión con Freud, por mediación del novelista austríaco Stefan Zweig. Dalí se presentó con el cuadro sobre el mito de Narciso, que consideraba el compendio de su tesis sobre la paranoia crítica, y llevó sus textos para que Freud los leyera. Pero el lienzo fue lo único que despertó el interés del médico. En una carta posterior a Zweig, Freud le confesó: “Sería interesante investigar analíticamente cómo llegó a ser pintada una imagen como esta”.
Dalí no solo siguió las tesis de Freud, sino que llegó a exponerle su propia teoría del subconsciente
Tras ese encuentro, Dalí cierra el periodo estrictamente freudiano y sus intereses se orientan hacia la mística nuclear y la ciencia. Pero nunca dejó de bucear en su subconsciente. Sobre esta inmersión, hay una anécdota de 1936: Dalí acudió con una escafandra a una conferencia sobre surrealismo que impartió en Londres. El casco era hermético y empezada la charla sintió que se asfixiaba y empezó a manotear, entre los aplausos y risas de los asistentes que pensaron que era una performance. Finalmente pudo quitársela. Puro surrealismo daliniano.