La majestuosa basílica de San Marcos luce estos días algo más destartalada que de normal. Una enorme valla rodea los muros del edificio más representativo de Venecia. Es una valla de obras, con material de construcción a su alrededor, que indica que pronto los exteriores de este templo conocido en todo el mundo van a cambiar de aspecto. Si todo va como está previsto, la basílica de San Marcos esta próxima primavera estará rodeada de un cinturón de cristal de 130 metros. Los turistas ya no podrán posar ante sus cámaras delante de la iglesia bizantina sin que aparezca una barrera en el fondo.
Se trata de un muro de vidrio que Venecia ha empezado a construir alrededor de la basílica para protegerla de las cada vez más constantes mareas –o acqua alta, como se las conoce aquí–que amenazan con devastar su catedral, patrimonio de la humanidad, que cada vez envejece más rápido como consecuencia de la sal que se cuela entre los mármoles y corroe sus mosaicos. “Si el agua continúa escalando por los mármoles, no hay ninguna duda de que será siempre peor. Con el cambio climático, si no bloqueamos la entrada de agua en la basílica, la perderemos”, avisa, en su despacho, Carlo Alberto Tesserin, primer procurador de la basílica de San Marcos, el organismo que gestiona y se ocupa de este lugar único en el mundo.
El muro de vidrio tendrá una altura
de más de un metro
y costará unos cuatro millones de euros
La intención es excavar unos carriles de medio metro de profundidad, con un surco más profundo en el centro, donde serán colocadas unas láminas de vidrio de más de un metro de altura. Es una solución de urgencia para salvaguardar el templo de las mareas mientras no se construye otro proyecto ya aprobado para rediseñar el sistema de canales, drenaje y tuberías y alzar la plaza de San Marcos para evitar que se inunde constantemente. Pero, por problemas burocráticos, esta obra –con un coste de entre 30 y 60 millones de euros– todavía no ha empezado, así que la Procuraduría, que tiene sus orígenes en la antigua República de Venecia, ha optado por la barrera de cristal, un instrumento provisional que en las mejores previsiones estaría en pie como máximo en tres años, hasta que se terminen las obras más ambiciosas en la plaza.
Venecia ya tiene unos diques flotantes en las tres entradas de la laguna para protegerse del acqua alta, el Módulo Electromecánico Experimental, o Moisés, en referencia al profeta bíblico. Ya ha entrado en funcionamiento y ha evitado desastres como la marea histórica de noviembre del 2019, que con 187 centímetros fue la peor desde 1966 y causó innumerables daños a la ciudad y a los comerciantes. Este otoño, la época más importante de las mareas en Venecia, no hubo que lamentar ninguna catástrofe como esa gracias a esta faraónica obra de ingeniería que ha tardado 17 años en construirse, después de numerosos retrasos y 6.200 millones de euros empleados. Sin embargo, debido al impacto ambiental en la laguna –su biodiversidad necesita las corrientes de agua– y a los grandes costes de activación de las 78 compuertas –en el 2020 costó 291.000 euros cada vez que se alzaron–, han estimado que solo entren en funcionamiento para las grandes mareas superiores a 110 centímetros sobre el nivel del mar.
“Con el cambio climático, si no bloqueamos la entrada de agua en la basílica, la perderemos”
Esto implica que la plaza de San Marcos, el punto más bajo de Venecia, está completamente desprotegida para las mareas inferiores a 110 centímetros. Las pasarelas están siempre a punto para permitir el paso cuando la plaza comienza a cubrirse de agua al superar la marea los 85 centímetros, algo que sucede cada vez más a menudo. Pero hay un punto todavía más bajo: el nártex de la basílica se anega ya con 66 centímetros, con lo que sus delicados mosaicos y columnas están cada vez más perjudicados. “Antes se inundaba una vez por semana, con lo que teníamos tiempo de limpiar los mosaicos con agua dulce, la mejor técnica para retirar la sal que los corroe. Ahora, con el cambio climático, se inundan cada dos días. No nos da tiempo de protegerlos”, explica Tesserin. Los datos son escalofriantes: del 10 al 30 de noviembre del 2019, el nártex estuvo inundado durante 250 horas, la mitad del tiempo. Solo para restaurar los daños de las dos últimas grandes mareas, la del 2018 y la del 2019, han necesitado 3 y 4 millones de euros respectivamente, pero los expertos estiman que la basílica necesita otros 50 millones para una restauración completa.
La Procuraduría de San Marcos es muy consciente del impacto visual que tendrá la barrera de cristal delante del templo. A nadie le gusta esta solución. Por eso, su principal intención es que sea temporal hasta que se reconfigure el sistema de drenaje bajo de la plaza para protegerla de mareas de hasta 115 centímetros. Pero este un proyecto que necesita tres años de obra y todavía no ha sido activado. Así que ante la urgencia, se han decidido por las barreras de cristal, que costarán sobre unos cuatro millones de euros. Las obras empezaron en septiembre, pero llevan tiempo paradas por problemas, de nuevo, burocráticos. Tesserin espera que se retomen antes de final de mes y que estén listas en tres meses.
Hay épocas en que mosaicos del nártex, el punto más bajo de Venecia, se inundan cada dos días
Nada es mucho para salvar la basílica, una realidad única en el mundo, como también lo son sus mármoles y piedras importados de canteras que ya no existen. La Procuraduría tiene un almacén con piezas de recambio que ya se están agotando. El aviso del primer procurador es claro: “Es inútil ilusionarnos pensando que se puede salvar la basílica sin aceptar que el cambio climático nos obliga a defendernos de maneras diferentes”.