Un perro semihundido y desamparado en arenas movedizas que parece suplicar un imposible rescate, Saturno deleitándose con el cadáver decapitado de su hijo, dos hombres matándose a garrotazos, viejos esqueléticos comiendo sopa desde el otro mundo, como si ni la muerte pudiera saciarlos, Parcas con apariencia de brujas flotando en el aire sobre un paisaje crepuscular... En la recta final de su vida, ya muy enfermo y refugiado en la Quinta del Sordo, a orillas del Manzanares, Goya decoró las paredes de su casa con algunas de la visiones más aterradoras del ser humano que existen. Un mundo infernal, sin esperanza, que seguramente nunca tuvo intención de que fuera visto por el público, creado para su propia contemplación. Descubiertas tras su muerte en el exilio en Burdeos, fueron rescatadas de la piqueta y trasladadas a lienzos, y desde 1889 cuelgan en el Prado, de donde no pueden salir. Pero ¿cómo mostrar toda la terrible verdad de Goya sin sus Pinturas negras?
La Fondation Beyeler de Basilea, que este viernes inaugura una de las exposiciones más ambiciosas que se han hecho fuera de España de la obra de Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828), decidió encargar al artista francés de origen español Philippe Parreno una obra capaz de trasladar ese mundo interior, convincente y honesto pero inescrutable, hasta sus magníficas instalaciones diseñadas por Renzo Piano. Parreno aceptó el desafío y el resultado es La Quinta del Sordo (la casa se llamaba así antes de que la ocupara Goya, él mismo aquejado de sordera) una película de ciencia ficción de 40 minutos que recrea aquella arquitectura hoy desaparecida, acercando al espectador hasta el más mínimo detalle de las pinturas e insuflando vida al espacio a través del sonido: el crujir de los suelos, el chisporroteo de la chimenea, la campana de una iglesia cercana...
La película, que se proyectará en el Museo del Prado en febrero coincidiendo con la celebración de Arco, es el excitante colofón de Goya, la exposición que este viernes inaugura la reina Letizia y cuya gran estrella es la Maja vestida, pintada por encargo de Godoy para ocultar detrás de ella la versión desnuda, que solo podía mostrar a algunos visitantes muy seleccionados para evitar ser delatado ante la Inquisición, que aún así la confiscó y la mantuvo 85 años oculta en un sótano. Las dos majas se reunieron por primera en 1900 y durante años cada vez que salían camino de una exposición lo hacían en aviones diferentes, "como las familias reales, para que se le pasaba algo a alguna, al menos se salvara la otra", recuerda el director del Museo del Prado Miguel Falomir. La Maja desnuda esta vez se ha quedado en casa, pero desde la pinacoteca madrileña han llegado doce de las 75 pinturas de una exposición titánica, que ambiciona presentar a Goya en su totalidad y cuenta además con un centenar de dibujos y grabados.
Goya, cuya apertura prevista para el pasado mes de mayo tuvo que posponerse a causa de la covid, ha sido realizada con la colaboración del Prado y tiene tras de sí más cuatro intensos años de trabajo, con préstamos espectaculares de numerosas colecciones privadas, como las dos majas en el balcón, una de ellas de Alicia Koplowitz, que rara vez se pueden contemplar en público, La joven adormecida, que el propio Falomir confesaba no haber visto nunca antes, o las ocho escenas escalofriantes del gabinete del Marqués de la Romana que nunca antes habían salido de España. En una de ellas, una joven acompañada de dos criadas recibe a su amante, disfrazado de fraile, mientras mira el cadáver de su marido asesinado; en otra, muestra a esa misma mujer ya encerrada en una celda que comparte con otra recluta acuclillada.
Aquí está el observador honesto que se mueve a través de la vida y de la sociedad (las pinturas de La Romana aluden a un asesinato real ocurrido en Madrid), pero también está el joven que con 29 años crea escenas rococó de diversión y juegos pastorales para la Real Fábrica de Tapices, el pintor de la corte que retrata reyes y aristócratas no siempre de forma halagadora mientras se horroriza en privado de las atrocidades de la guerra de la Independencia (los hizo por su cuenta y nunca los publicó en vida), el que respondió a los encargos religiosos, el que es capaz de dotar de emoción una naturaleza muerta haciendo correr una lágrima de sangre por la cabeza de un cordero o el que obsesionado con la locura mira dentro de su propia cabeza y da rienda suelta a los clérigos desdentados, las brujas y los gatos voladores que brotan de sus pesadillas. En uno de sus últimos dibujos un lunático trata de escapar de los barrotes de su propia prisión. “Mi trabajo es muy sencillo. Mi arte revela idealismo y verdad ”, afirmó Goya.
Es la primera vez que la Fondation Beyeler consagra su espacio a un maestro antiguo. "Fue uno de los artistas que más influyó a creadores posteriores, desde Picasso a Miró o Francis Bacon, y es una referencia en el arte de hoy en todo el mundo", según su director, Sam Keller, para quien "esto es especialmente cierto en el mundo actual, lleno de confusión y en permanente crisis". Falomir le da la razón: "Da la impresión de que cuando la economía va bien, el arte de Velázquez parece más atractivo, mientras que cuando el mundo se vuelve gris volvemos a Goya".
"Cuando la economía va bien, el arte de Velázquez parece más atractivo, mientras que cuando el mundo se vuelve gris volvemos a Goya", dice Miguel Falomir
El pintor también se representó en muchas ocasiones a sí mismo, y según especialistas como Andreas Beyer, fue "el que sometió del modo más radical y despiadado a su propia mirada. En Basilea lo vemos triste y débil, agarrándose a las sábanas, mientras el doctor Arrieta, que en 1819 lo salvó de la muerte, le acerca una taza a los labios sosteniéndolo como si fuera una Pietá. Al fin, un hombre bueno.