El pensamiento ilustrado de Goya

Para abrir boca

El enciclopédico museo neoyorquino presenta una muestra con un centenar de dibujos y grabados del artista aragonés en los que se recorre sus sueños, visiones y pesadillas 

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Uno de los gravados de Francisco Goya en el Metropolitan de Nueva York. (Photo by Heritage Art/Heritage Images via Getty Images)

Heritage Images / Terceros

Al avanzar por el pasillo –segunda planta- se percibe un cierto magnetismo. No hace falta ser un fan de Goya, ni haber ido al Metropolitan Museum of Arts de Nueva York (Met) para ver la exposición que le dedica al genio aragonés, para sentir de pronto la llamada del interés. ¿A dónde conduce ese dibujo?

Ahí está el “Gigante sentado”, visible desde fuera de la muestra, pintado supuestamente entre 1814 y 1818 y al que se relaciona con “El Coloso”, elemento pictórico que simboliza la Guerra de Independencia Española (1808-1814). El “Gigante sentado”, retratado en medio de un paisaje desolado, oscuro, imagen del desamparo, del dolor, o tal vez de la soberbia, que tiene la cabeza girada hacía el público, en un gesto entre la ensoñación y el abatimiento.

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Un visitante en la exposición de Goya

ANGELA WEISS / AFP

Se percibe algo en él, que no se sabe si simboliza a un tirano o a un protector contra los invasores extranjeros, que ejerce de ancla. ¿Qué hay detrás de él?

Está puesto ahí como reclamo, distanciado del resto, como invitación a una exposición maravillosamente macabra, titulada “La imaginación gráfica de Goya” que reúne 105 creaciones de los cerca de 900 dibujos y más de 300 grabados que realizó a lo largo de su vida.

En este trayecto por tres salas, con las piezas expuestas con mucho aire, y más todavía por la baja afluencia en época de pandemia y distancia social, no se percibe ni rastro del artista que hizo fortuna pintando a reyes y a la aristocracia española. “La duquesa de Alba” no ha recibido invitación.

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No, lo que se exhibe son los dibujos del día a día de Goya, colecciones como la de los “Disparates” (follies) que no se publicaron hasta después de su muerte.

Desde la libertad de su privacidad, aquí se han convocado los sueños, las visiones, las pesadillas, la realidad miserable, su ideología, sus preocupaciones personales, los errores humanos, la conducta, lo esotérico, la tensión entre la observación y la imaginación, la violencia, el sufrimiento de la gente común y corriente, el fanatismo religioso, la ausencia de la razón.

Por esta reunión en blanco y negro desfilan los tiranos, los idiotas, los estafadores, los teóricos de la conspiración, que siempre han estado presentes. “El sueño de la razón produce monstruos” es uno de los Caprichos más reconocidos y ahora más que asociado al presente tras el luctuoso asedio al Capitolio de Estados Unidos para preservar en el poder a un autócrata que había perdido las elecciones.

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Uno de los grabados de la exposición de Goya en el Metropolitan de Nueva York

ANGELA WEISS / AFP

Entre los Desastres de la Guerra figura “Murió la verdad”, sin duda una premonición del lema “la democracia muere en la oscuridad” que el The Washington Post imprime en su portada desde la irrupción del trumpismo.

Sostiene Peter Plagens, artista y escritor, que Francisco José de Goya y Lucientes, que nació en 1746 (Fuendetodos) y murió en 1828 (Burdeos, Francia), “fue tal vez nuestro verdaderamente primer artista moderno”.

Tuvo una doble vida. Trabajaba en la corte como pintor, pero disfrutaba haciendo grabados y dibujos que le permitían alcanzar una audiencia más popular. Los grabados eran más baratos y, a su vez, le facilitaron pergeñar críticas sociales sin censura dibujando a brujas, “madamas” que controlaban prostíbulos o clérigos poco clericales.

Tuvo una doble vida. Trabajaba en la corte como pintor, pero disfrutaba haciendo grabados y dibujos

Lo resume así Jason Farago en su reseña del The New York times: “Goya no fue un revolucionario. Permaneció en la corte como pintor cuando Napoleón impuso a su hermano en el trono de España en 1808. Pero su corazón estaba con la resistencia y en los ‘Desastres’, grabados en la intimidad, dio visibilidad a una marea interminable de sangre”.

Goya se convirtió en el liberal que decía la verdad en la España dictatorial, el defensor de la razón, el artista de la Ilustración. Fue todo eso, pero lo pintó siendo consciente de que el error o el mal nunca pueden ser expurgados del todo, ni de la sociedad ni del alma de uno mismo. En su cosmogonía, el mundo con una justicia perfecta siempre será un espejismo.

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Francisco de Goya

Terceros

El dibujo era parte integral en la labor de Goya, tanto como una actividad independiente como una forma de preparación para sus obras en otros medios. Después de la enfermedad que le dejó sordo, a principios de la década de 1790, empezó a utilizar cuadernos de bocetos o diarios en los que registraba sus pensamientos y preocupaciones, en los que a menudo expresaban una imaginería compleja y evocativa.

Una tercera parte de los dibujos que le sobrevivieron proceden de ocho cuadernos que ahora están desgajados.

La exposición, salvo por el “Gigante sentado” que emerge a medio camino, está organizada de forma cronológica. En sus principios como dibujante y grabador, Goya se inspiró en el maestro Diego Velázquez. Le siguió la década de los “Caprichos”, en torno a 1794, cargados de sátira, en los que afronta las relaciones entre hombres y mujeres, las borracheras, el libertinaje, la violencia y el engaño.

Le sigue el capítulo “reflejo de España”, en el que critica la Inquisición y los abusos de los tribunales por mantener la ortodoxia religiosa. Entonces surge la serie de la “Tauromaquia”, la relación del hombre con la bestia, y su ambivalencia, su gusto por los toros y, a su vez, la amarga realidad.

Pieza número 71 de la serie

Pieza número 71 de la serie "Los Desastres de la Guerra", pintada por Fransico de Goya.

Wikipedia.

Llegan los “Desastres”, uno de los más grandes alegatos que se ha hecho jamás contra la guerra. A continuación está “la expansión de los horizontes gráficos”, en la que prodiga comportamientos transgresores, que se vinculan a la incertidumbre política y la situación social.

Esto conduce a “la ausencia de la razón”, obras enigmáticas que son de las más complejas de las que realizó. En este apartado figura “A modo de volar”, encuadrada en los “Disparates”, pieza que se observa como metáfora contra el inmovilismo de los sectores conservadores.

Cierra la muestra el apartado “Exilio en Burdeos”, ciudad en la que se refugió en 1824 sin saber nada de francés. En esta etapa regresó a sus temas favoritos: violencia, fantasía, locura, parodia social.

Hay quien afirma que muchos de estos dibujos llegaron demasiado pronto para el entendimiento de su época. Vistos desde la perspectiva actual, Goya pensaba en doscientos años más allá.

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