Fue fugaz, solo seis funciones para restituir la memoria de una mujer que nos ha llegado como la encarnación del mal gracias a la Orestíada de Esquilo . La misoginia de su escrito se transmitió a otros autores como Eurípides o Sófocles. Y a los de épocas posteriores. Clitemnestra, la asesina de Agamenón, el atrida gloriosísimo, ya estaba sentenciada ad eternum. Núria Prims, dirigida por Agustí Villaronga a partir de un texto de Colm Tóibín, bordó en el Romea la semana pasada una interpretación que revisionaba el mito y nos hacía entender, sin tener que compartir, los motivos que llevaron a la mujer del rey de Micenas a matar a su marido. Venganza. Sí. Pero para compensar otro asesinato, el de su hija Ifigenia, sacrificada a los dioses por su padre a fin de que los vientos soplaran favorables para poder zarpar hacia el conflicto bélico más famoso de la antigua Grecia. Una hija a cambio de una guerra. Un mariticidio a cambio de un filicidio. Quizá Hammurabi hubiera estado de acuerdo, o quizá no por la simple razón de que era una mujer la que aplicaba la ley del talión. El patriarcado ya venía de antiguo.
Cuántas mujeres se han sentido identificadas con Casandra, sabias e ignoradas por ser precisamente sabias y mujeres
En la obra también aparece brevemente otra mujer mítica. Casandra. En este caso, la joven hija del rey Príamo de Troya tenía un don que al mismo tiempo era su maldición. Predecía el futuro pero estaba condenada a no ser escuchada. Cuántas mujeres se han sentido identificadas con ella a lo largo de la historia... mujeres sabias e ignoradas por ser precisamente eso, sabias y mujeres. Una de las leyendas explica que el dios Apolo, de quien era sacerdotisa, estaba enamorado de ella y le concedió esta virtud a cambio de sexo. Hoy lo llamaríamos abuso de poder por parte de un superior. Ella claudicó pero después se negó a mantener relaciones con él. La determinación de Casandra tendría que haber pasado a la historia como un acto heroico pero lo que se conoce es básicamente la consecuencia de la negativa. Apolo la condenó a que nadie la creyera jamás. Y si le hubieran hecho caso, el caballo ideado por Ulises, fecundo en ardides, no hubiera entrado nunca en la ciudad. Y ya sabemos cómo acabó la historia. La derrota de los troyanos supuso para ella que Áyax la violara y que fuera entregada a Agamenón. Con él llega a Micenas, donde Clitemnestra lo espera con la venganza bien orquestada. Evidentemente, Casandra advierte al rey, pero él no la escucha y ambos son asesinados. Ella es un daño colateral. Triste final para una gran mujer. Una mujer víctima de hombres por el hecho de ser mujer. Por eso no deja de ser sorprendente, incluso hiriente, que sea un hombre con aspecto de hombre quien la interprete en el montaje de Villaronga. Diría que se me ha escapado el mensaje que busca transmitir este cambio de sexo o simplemente sea una cuestión de estar en sintonía con los tiempos actuales. Pero conviene que no se nos olvide que son ellas las que sufren habitualmente los abusos y violencias por parte de ellos. Aunque los antiguos griegos nos hayan explicado la historia de una mujer asesina del marido. Aunque ahora volvamos a menospreciar a Casandra, robándole esta vez su feminidad.