La casualidad hizo que el VI coloquio internacional Walter Benjamin dedicado a “memorias controvertidas y patrimonio” coincidiese ayer con el 20-N (fecha de la muerte de Franco) y con la decisión del Departament de Justícia de emprender las obras para quitar finalmente el monumento franquista del río Ebre, en Tortosa.
En la sesión matinal del coloquio, que organizan desde Girona la Càtedra Walter Benjamin, el Museu de l’Exili y el Memorial Democràtic, los historiadores Xosé Núñez Seixas, Stephane Michonneau y Emilio Grandío plantearon on line la necesidad de evitar que perduren los lugares de memoria de los dictadores, ya sean sus casas natales, sus tumbas o lugares vinculados a sus biografías, como el Pazo de Meirás, residencia veraniega de los Franco, o la población de Belchite, escenario de la guerra civil instrumentalizado por el régimen. También coincidieron en que se trata de un tema de “difícil gestión”, donde es complicado alcanzar un consenso porque “las memorias son conflictivas” y las soluciones dependen de cada caso.
Sobre el Pazo de Meirás, que los tribunales han obligado a la familia Franco a devolver al Estado hace pocas semanas, Emilio Gandío apuntó la necesidad de que en el futuro sea un espacio donde se explique el franquismo desde la democracia y también su historia anterior, cuando perteneció a la familia Pardo Bazán. Y, sobre todo, evitando la utilización por los sectores más nostálgicos.
Sobre este último punto, Xosé Núñez fue muy rotundo al señalar que debe evitarse que una vez que los restos morales de Franco se han trasladado del Valle de los Caídos al cementerio de Mingorrubio, ahora este lugar pase a ser un centro de peregrinaje de la extrema derecha, tal como ya ha empezado a suceder. A su juicio se debería obligar a la familia Franco a que se llevase los restos a un panteón privado. Recordó, por ejemplo, que en América del Sur los restos de dictadores como Pinochet o Videla están ahora en panteones de fincas familiares.
El historiador Xosé Núñez dice que debe evitarse que el cementerio de Mingorrubio sea un lugar de peregrinaje franquista
La profesora de la Universidad de Lille Stephane Michonneau explicó el singular caso de Belchite, donde sus ruinas se convirtieron entre 1938 y mediados de los 60 en un espacio político utilizado para diversas concentraciones franquistas; más tarde y hasta 1984 quedó abandonado y las inclemencias climáticas y la acción de los propios vecinos lo destruyeron de tal forma que ya nada tenía que ver con un “paisaje de guerra”, aunque así lo siguieran viendo sus visitantes. Sólo a partir de los años 80 se plantean soluciones para convertirlo sin éxito en un memorial de la paz y se inicia una cierta recuperación. Pero su conclusión es que Belchite es un caso de patrimonialización truncada porque el marco narrativo es el del franquismo y no se han incorporado otros relatos paralelos (campo de trabajo, represión, barracones, nuevo pueblo...), ni se ha logrado un consenso para que sea un lugar de reconciliación.
Austria va a convertir la casa natal de Hitler en una comisaría
Las dificultades para reconvertir Belchite, el Pazo de Meirás o el Valle de los Caídos no son exclusivas de España. Núñez recordó que hasta este septiembre pasado Austria no ha decidido convertir la casa natal de Hitler en Braunau am Inn en una comisaría y así acabar con las concentraciones nazis. Predappio, ciudad natal y donde está enterrado Mussolini, sigue siendo lugar de peregrinaciones fascistas de forma puntual. Y la tumba de Ceausescu, la dacha de Stalin, la pirámide Hoxha de Tirana, el Nido del Águila o el museo de Salazar, en Portugal, están a medio camino entre la disneylandización (como atractivo turístico) y el recuerdo nostálgico.
Núñez habla de la necesidad de “resignificar” los espacios de memoria de los dictadores, aunque reconoce casos complejos como el Valle de los Caídos. Aun así discrepa de la opción de dejar que se pudra, como ha sugerido Santos Julià. “Lo importante es que no sean ni un lugar de concentración de nostálgicos ni un objeto de banalización”.
En la sesión de la tarde la investigadora Natjhalie Raoux que prepara un libro sobre los últimos días del filósof Walter Benjamin en Portbou avanzó algunas reflexiones sobre las causas por las que la policía rechazó su entrada en territorio español y las razones por las que pese a su suicidio en los documentos oficiales se habló de muerte natural.
El coloquio debía concluir con una ruta a pie entre Banyuls y Portbou, la misma que siguió Benjamin, pero se ha tenido que suspender por la pandemia.