¿Qué gran compositor creó su propia iglesia?
El repte
Y mañana: ¿Qué española paró los pies a Robespierre e influyó en su ejecución?
El reto de ayer: ¿De dónde surgió la ‘fiebre de las trincheras’ que atacó con virulencia en la I Guerra Mundial?
Su amigo Claude Debussy le llamaba “Mr. Precursor”, el joven Proust le citaba a la altura de Verdi o Wagner, creó con Cocteau y Picasso el ballet Parade para Diaghilev pero murió a los 59 años cirrótico y en la pobreza. Cuando sus amigos entraron a su casa en Arcueil, en la periferia de París, en la que vivió 27 años en solitario a excepción de alguno de los perros que recogía, hallaron caos y miseria. Cien paraguas; sus sempiternos trajes de terciopelo gris, todos iguales; y dos pianos amarrados cuyas cajas musicales estaban repletas de papeles y correspondencia sin abrir. Detrás, partituras que el compositor pensaba haber perdido en un autobús, como Jack in the box. También la ópera Genevieve de Brabant o la breve Vexations, compuesta en 1893 y cuyas notas había que tocar... 840 veces seguidas, lo que haría John Cage en 1963 junto a otros nueve pianistas en Nueva York por 18 horas y 40 minutos.
También hallaron el retrato que de él pintó la musa y artista Suzanne Valadon, su único y breve amor y su única relación sexual conocida, a la que propuso matrimonio cuando tenía 27 años. Fue rechazado pero vivieron seis meses en la rue Cortot de París. Para entonces ya había compuesto en 1888, con sólo 22 años, las obras que aún hoy suenan en tantas películas cuando se trata de evocar en un instante la melancolía: sus Gymnopédies . Y eso sin haber podido acabar los estudios en el Conservatorio de París, donde le vieron sin talento, vago y con mala técnica pianística y de donde escapó yéndose al servicio militar a los 19 años. De él huiría abriendo el pecho desnudo a una noche de invierno y logrando una bronquitis.
Efectivamente, el que fundó con su habitual ironía su propia iglesia fue Erik Satie, el autor de los irónicos Cuadernos de un mamífero, de las experimentales Gnossiennes o las Tres piezas en forma de pera –que, dado su humor, no son tres sino siete–, el compositor eternamente vanguardista, precursor de tantos giros musicales del siglo XX, del minimalismo al ambient –con su Música de mobiliario– mucho antes de Brian Eno, el rechazado por la academia que presidía Saint-Säens.
Posiciones religiosas
Si mucha de la intelectualidad francesa de finales del XIX era antireligiosa, otra creó incluso pequeñas sectas en los márgenes del catolicismo en un curioso revival. Josephin Péladan, fascinado por la legendaria sociedad secreta medieval de los Rosacruz creó la Orden Mística de la Rosa+Cruz. Quería promover la cultura más simbolista, idealista y esotérica frente al materialismo y a ella perteneció Satie, su compositor oficial, que quería seguir en música el modelo wagneriano pero “sin choucroute”.
Pronto se distanció de Péladan y a finales de 1893 fundó la Iglesia Metropolitana del Arte de Jesús Conductor, de la que fue maestro de capilla y único miembro, combatiendo la sociedad con la música, publicando panfletos con anatemas contra los malhechores que especulaban sobre la corrupción humana y creando una misa, la Messe des pauvres. Si este refugio donde la fe católica y las artes iban a prosperar duró poco y Satie pasó al mundo del cabaret, siguió cultivando el sacrificio artístico y la pobreza que predicó en su bienhumorada iglesia.