Actualidad de los clásicos

Actualidad de los clásicos

Cuando ya era madre de dos niños grandecitos a Esther le gustaba explicar a los otros padres las aventuras de una época en la que salía mucho por las discotecas y, a veces, ligaba con tipos con los que terminaba en la cama. Cuando los contemplaba por la mañana, tumbados a su lado, no le parecían para nada los chicos preciosos que había seducido de madrugada. “Me despertaba y me encontraba a un tío con la cara llena de granos. ¡La noche anterior me parecía guapísimo! “Esther, le decía yo, esto que te pasaba es El manuscrito encontrado en Zaragoza”.

Lluís venía a jugar algunas veces con nosotros a futbol sala, a pesar de que era bastante más joven que los veteranos que formábamos el equipo. Un día, mientras nos duchábamos y recogíamos, explicó su gran historia erótica. Fue a una macrodiscoteca en Mallorquines, cerca de Sils, que en los años noventa estaba muy de moda. Aquel día, contrariamente a lo que pasaba siempre, ligó en seguida, con una chica muy guapa que encontró a una amiga, con la cual acabaron en el aparcamiento de la discoteca, los tres en el coche. Nuestro amigo quedó tan admirado, que durante muchas semanas subía a Mallorquines desde Barcelona con la esperanza de encontrar a las chicas. “Lluís, le decía yo, mientras guardaba en la mochila las botas y los guantes de portero: eso es El manuscrito encontrado en Zaragoza .”

Una sirvienta negra con un medio topless insinuante le acompaña a una habitación subterránea

Tengo un amigo escritor al que en las presentaciones de libros le aparece una señora que explica a todo el mundo que son parientes. “Es que, con el escritor, somos medio primos”. Antes de empezar a presentar libros, mi amigo no recuerda haberla visto nunca. Pero tras un montón de encuentros y que ella vaya diciendo por ahí que son primos, ha cogido confianza. Mi amigo le dice: “Somos como los Gómelez” La mujer se lo mira extrañada. “Sí, Rosa Maria, los abencerrajes que controlan las Alpujarras en El manuscrito encontrado en Zaragoza”.

Jan Potocki publicó El manuscrito encontrado en Zaragoza entre 1804 y 1805. En el primer episodio, que es inolvidable, Alfonso von Worden, capitán de la Guardia Valona al servicio de Felipe V, llega a la Venta Quemada, un hostal en un lugar perdido de las Alpujarras. Cerca de allí se levanta una horca, donde han colgado a dos bandoleros, los hermanos Soto. Una sirvienta negra con un medio topless insinuante le acompaña a una habitación subterránea. Allí encuentra a dos chicas preciosas, Emina y Zebedea. Le explican que han conseguido licencia para poder acostarse con el mismo hombre, que tiene que ser un Gómelez, para perpetuar la estirpe. Aunque Von Worden lo ignora, es el último de los Gómelez. Bebe vino de una copa que es cráneo humano, se deja acariciar y besar por Emina y Zebedea y acaban en la cama. Al día siguiente se despierta junto a los cuerpos podridos de los hermanos Soto, rodeado de calaveras. Cree tener los cabellos de Zebedea rodeándole el cuello, ¡pero es la soga de uno de los ahorcados! Es la mejor imagen que nunca se ha escrito de una resaca y del remordimiento tras una noche de descontrol y de hacer el animal. Qué ganas tengo de cerrar un bar.

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