Cuando en otros países la presencia del ejército en la calle se ve como un refuerzo a los servicios de protección civil y como la cara amable del militarismo, en España sigue creando sentimientos contrapuestos, incluso en situaciones de emergencia. La respuesta hay que encontrarla en el pasado reciente y en el papel que ha tenido el ejército en el siglo XX, tal como ha analizado el historiador Juan Carlos Losada en El ogro patriótico. Los militares contra el pueblo en la España del siglo XX (Ed. Pasado y presente).
El libro de Losada arranca con el “desastre” de 1898 y señala que la frustración por la pérdida de Cuba y Filipinas hizo que los ojos del ejército se dirigieran “a la vida interior del país”. Los militares echaron las culpas de la derrota a los políticos por no darles los suficientes recursos económicos. De los 350.000 hombres enviados a las colonias, la mitad fueron baja (muertos o heridos) y entre los sectores humildes, los que no pudieron evitar el reclutamiento, creció el antimilitarismo. Los militares fueron utilizados además para reprimir las huelgas y protestas. Fruto de esa tensión fue el asalto de doscientos oficiales a la sede de la revista satírica Cu-Cut!, que se saldó con 46 heridos.
La guerra en África, los combates de 1909 y el desastre del Annual en 1921 (11.000 militares fueron masacrados), y la crisis política abocaron a la dictadura de Primo de Rivera . Fueron ocho años de directorio militar (1923-1930) que no solucionaron la crisis social, acabaron con la monarquía y dieron paso a la República.
Las reformas del presidente Azaña chocaron con la cúpula militar y esa no dudó en encabezar la rebelión de 1936 junto a la derecha que desembocó en una guerra civil de tres años. El triunfo de los “nacionales” fue el del ejército comandado por Franco y reafirmado en la exaltación mística de la patria. Los militares gobernaron España durante 36 años y pasaron por encima incluso de la Falange.
Losada cita dos casos en los que se demuestra que incluso muerto Franco la disciplina y el control eran extremadamente férreos: la familia del general Varela fue multada en 1977 porque su hija Casilda mantenía relaciones con un gitano (el guitarrista Paco de Lucía, con el que tuvo que casarse en Amsterdam) y el coronel José Luis Ortega Monasterio (creador de la habanera El meu avi) “fue expulsado del ejército acusado de mujeriego aunque era publico que era por sus ideas liberales”, en 1978.
En 1975 formaban el ejército español 400.000 hombres, con 490 generales y 29.000 jefes y oficiales
El último capítulo está dedicado a las intromisiones en democracia de unas fuerzas armadas formadas por 400.000 hombres, con 490 generales y 29.000 jefes y oficiales que “adoraban literalmente a Franco”. A la represión contra los miembros de la Unión Militar Democrática (a uno de sus fundadores, el capitán Gabriel Cardona se le recriminó incluso por tener un coche color naranja) se añadieron unas tras otra varias intentonas golpistas que llegaron hasta el 23-F. El autor es crítico con unos partidos pusilánimes ante los militares y defiende que de no ser por la decisión del rey Juan Carlos, en quien confiaban los militares, el golpe habría triunfado.
Losada concluye indicando que si los militares renuncian al monopolio de la fuerza y se ponen al servicio de la ciudadanía, la reconciliación entre ejército y sociedad será total y se acabará con las desconfianzas.