Jérôme Ferrari: “Hoy Beyoncé tiene más influencia que un Nobel”
El libro del día
Autor de ‘A su imagen’
Cuenta Bernard Pivot que de la lectura de A su imagen (Libros del Asteroide, en catalán Edicions 62) uno sale aturdido, asombrado por la inteligencia y el poder del relato. Y añade, el mítico periodista cultural, que si Jérôme Ferrari no hubiera ganado ya el premio Goncourt en el 2012 se lo hubieran dado ahora.
Una joven fotógrafa muere en un accidente en una carretera de Calvi, Córcega. En el funeral recuerdan su pasado: la niña fascinada por la fotografía, la adolescente seducida por un militante nacionalista, la fotógrafa de bodas o la periodista de un periódico local que un día lo dejó todo para viajar a Yugoslavia durante la guerra. Incluye algunos acontecimientos políticos que convulsionaron Córcega a finales del siglo XX.
Carter, la foto del pulitzer
“Fuimos injustos con él; no podía ayudar al niño famélico, no le dejaron interactuar”
Jérôme Ferrari (París, 1968) ha sido profesor de filosofía allí, en Córcega –de donde son originarios sus padres– en Argelia y en Abu Dabi. Vive en Ajaccio. Recibió el Goncourt por El sermón sobre la caída de Roma (2012) y con el libro que nos ocupa se ha llevado los premios Le Monde (2018) y Méditerranée (2019). La génesis del libro es un ensayo escrito junto a Oliver Rohe, reportaje sobre la guerra en Libia. Encontraron imágenes abominables de la guerra italo-turca.
No me ha quedado claro si su libro es un homenaje o una crítica al oficio de fotoperiodista.
He intentado reflejar las ambigüedades inherentes que envuelven este trabajo. Antonia, la fotógrafa del libro, representa a alguien que defiende una postura bastante radical: considera su oficio como algo obsceno. Pero no es mi caso.
¿Por qué una mujer?
Porque admiro mucho a las mujeres que trabajan en colectivos de hombres. En terrenos de conflicto bélico. Ser fotoperiodista ya es difícil, si además eres una joven de 25 años en una Yugoslavia en guerra... ni le cuento.
¿Entre la imagen y la palabra con qué se queda?
La imagen tiene un privilegio clarísimo: la inmediatez. Pero eso no siempre significa eficacia. Con una imagen podemos tener la ilusión de que entendemos un conflicto. ¡Eso es falso! Esa imagen siempre necesita un discurso que lo contextualice.
¿Un consejo a futuros fotorreporteros?
Recordad que una imagen sola puede confundir. Es interpretada, a veces equivocadamente, por quien la mira. Aasí que, ayuda a explicarla. Especialmente ahora con tantas imágenes que hay en internet.
Eso se complica cuando surgen profesionales a quienes les da igual buscar la verdad...
Pienso que las falsas noticias no son cosa de los últimos diez años. El problema es que ahora tenemos medios que permiten una posibilidad de difusión que nunca se nos ocurrió imaginar.
¿Urge una nueva educación visual?
Totalmente. La mayoría de falsas imágenes de internet no son falsas, son reales, pero con un pie de foto que no corresponde. Siempre pienso en una frase de Hannah Arendt en Los orígenes d e l to talitarismo : “La esencia de un Estado totalitario no parte de un nazi convencido sino de alguien que ya no es capaz de diferenciarla realidad de la ficción”. Esa frase debería iluminarnos.
¿Hasta que punto haber ganado el Goncourt le presionaba para lograr el nivel esperado?
Al principio sí que tuve miedo, hoy ya no. Es más: hoy escribo sin preocuparme de quien va a leerme.
El libro recuerda a Kevin Carter, el fotógrafo que ganó el Pulitzer con la foto del niño famélico y un buitre acechándole.
Creo que fuimos muy injustos con él. Él no podría hacer nada por ese niño, entre otras cosas porque la misma Cruz Roja (el niño lleva una pulsera de identificación) no deja que nadie intervenga en ese terreno, incluso por cuestione sanitarias. Son personas inmunitariamente frágiles y sólo tiene acceso la organización. No le dejaron. No puedes tocar ni interactuar.
Acabó suicidándose.
Carter formaba parte de un grupo de cuatro fotorreporteros y entre ellos, otro amigo íntimo también murió. Vivían al límite. Eran periodistas de verdad, se jugaban el pellejo.
¿Usted también se jugaría la vida por el oficio?
No sé, no puedes saber eso hasta que te encuentras en la situación.
La primera vez que vi la foto de Carter pensé: “nunca deberías haber visto esta foto”. Quise retrasar el tiempo treinta segundos y no haberla visto nunca...
¿Pero era necesaria?
Ahora pienso que es una fotografía absolutamente necesaria y una de las más atroces que he visto nunca. La polémica posterior es lo de menos.
¿Tuvo la misma sensación con la foto de Eddie Adams, esa icónica ejecución en Saigón?
Esa creo que fue una foto que ya nos enseñaban en el instituto, en el manual de historia, capítulo Guerra del Vietnam. Pero es cierto que Adams dijo: “en la foto, el general dispara a la cabeza de su víctima y yo, con mi cámara, disparé y maté al general”.
¿Quién tiene más responsabilidad social con su trabajo: el escritor o el fotógrafo?
Ui, nadaaa.... Hoy Beyoncé tiene más influencia y más responsabilidad social sobre el ciudadano que cualquier Nobel. Por narcisismo exageramos el valor de una obra de arte, en general, y de una novela, en particular.
Usted prometió que no desvelaría el nombre de quien le dio el material más valioso...
Se lo prometí. Creo que había tenido experiencias muy duras en Croacia y no quería recordarlo, buscaba mantenerse a distancia, le costaba hablar, era algo psicológico... Fue mi fuente básica, no diré su identidad.
¿El ego del escritor francés es superior al del resto?
Bueno, yo no me paso el día en el Café de Flore ni me regodeo en ambientes elitistas. Admiro a la gente que hizo la revista Inculte y a amigos como Mathias Enard.
¿Aún se siente de izquierdas?
No sé, estoy confundido porque hace quince años era de centro izquierda. Hoy creo que soy casi trotskista...