El disputado busto de la reina Nefertiti
ARQUEOLOGÍA
Alemania defiende el acta que en 1913 permitió la salida de la escultura de Egipto, que este país y algunos expertos creen que fue fraude
Una presencia rutilante domina el Neues Museum, en la Isla de los Museos de Berlín. Es el busto de Nefertiti, reina egipcia del siglo XIV a.C., que por un raro (y sospechoso) episodio de la arqueología fue a parar a la capital de Alemania. Aquí reside la real efigie desde 1913, traída por el egiptólogo alemán Ludwig Borchardt, que la halló en las ruinas de Amarna. En esa región egipcia edificó el faraón Akenatón, esposo de Nefertiti, su ciudad en honor del nuevo dios único, el Sol (Atón), para ira de las élites politeístas. Tras la muerte de Akenatón y la caída de Nefertiti, llegó el anatema: sus imágenes y la ciudad fueron destruidas.
La efigie de Nefertiti se cobijó de la furia destructora en el taller del escultor Tutmosis, donde pasó siglos caída de bruces hasta que el 6 de diciembre de 1912 dio con ella el equipo de excavadores de la Deutsche Orient-Gesellschaft (Sociedad Oriental Alemana) dirigido por Borchardt. Lo que pasó después es objeto de controversia desde los años veinte del siglo pasado (¿cómo logró el alemán que le permitieran sacar de Egipto tan sensacional hallazgo?), y el Egipto actual no pierde la esperanza de recobrar la talla de 49 centímetros que con su belleza atrae al Neues Museum de Berlín a unos 780.000 visitantes al año.
La documentación de 1913 es legal, pero hay sospechas de que el egiptólogo alemán Ludwig Borchardt empleó malas artes
El arqueólogo egipcio Zahi Hawass, exministro de Antigüedades de Egipto, ha vuelto a elevar su dedo acusador. “Estoy liderando un equipo para hacer una solicitud firmada por intelectuales egipcios y extranjeros para exigir que nos devuelvan el busto de Nefertiti, porque salió de Egipto de forma ilegal, y tengo todas las pruebas de que Ludwig Borchardt lo robó”, declaró Hawass en una entrevista a La Vanguardia la semana pasada en Madrid. Hawass no dio detalles sobre las pruebas que dice tener, pero hace tiempo que documentos e investigaciones abundan en los modos expeditivos de Ludwig Borchardt (Berlín, 1863-París, 1938) y arrojan sombras sobre el traslado del busto.
Requerida por este diario, la Fundación Patrimonio Cultural Prusiano (SPK), dueña de la pieza, replicó a las frases de Hawass sobre Borchardt con una declaración escrita en la que arguye que “el busto de Nefertiti está en Berlín desde 1913, y fue traído como parte de los hallazgos otorgados oficialmente ( partage ) al equipo del arqueólogo”, es decir, a la Sociedad Oriental Alemana. Sin citar a Hawass ni a Egipto, la SPK señala también que “el único financiador y titular del permiso de excavación era James Simon, cofundador de la Sociedad y en aquella época el principal mecenas y filántropo del arte en Berlín. Por tanto, los hallazgos otorgados al equipo alemán de acuerdo con las regulaciones de la época pasaron a ser de su posesión. En 1920, donó toda su colección de hallazgos de Amarna”.
En efecto, la atribución del busto de Nefertiti al equipo alemán se realizó según la regla del partage o à moitié exacte (el idioma de los tratos era el francés), vigente en el Egipto de inicios del siglo XX bajo dominio británico, en el que las potencias europeas financiaban expediciones y competían por conseguir piezas para sus museos. El acta del reparto, fechada el 20 de enero de 1913, incluye dos listas de objetos, preparadas por Ludwig Borchardt y teóricamente equitativas. Nefertiti encabeza la lista alemana, y es descrita como “busto en yeso, pintado, de una princesa de la familia real”. Abre la lista egipcia una pieza reseñada como “estela pintada, representando a Amenofis IV y a la reina, jugando con las princesas”. El acta lleva las firmas de Borchardt y del egiptólogo francés Gustave Lefebvre, inspector de zona del Servicio Egipcio de Antigüedades, que viajó al lugar para supervisar el reparto.
El Egipto actual no pierde la esperanza de recuperar la bella talla de Nefertiti, que se encuentra en el Neues Museum de Berlín
En su respuesta a La Vanguardia , la Fundación Patrimonio Cultural Prusiano invoca “todos los documentos relevantes y legalmente indiscutibles de la división de los hallazgos” reseñados en el catálogo de Im Licht von Amarna (A la luz de Amarna), muestra que se celebró en Berlín en el 2012 en conmemoración del centenario del hallazgo de Nefertiti. En él figuran el acta del reparto, la licencia para excavar, y páginas del diario de excavaciones.
Pero una cuestión es la legalidad de los documentos y otra el modo en que fueron obtenidos, y es ahí donde la figura de Ludwig Borchardt adquiere tintes dudosos. En 1998 trascendió una carta escrita en 1924 por Bruno Güterbock, secretario de la Sociedad Oriental Alemana, que presenció la escena de 1913. Güterbock escribió que Borchardt había mostrado a Lefebvre fotos de los hallazgos, y que la de Nefertiti “no era exactamente la foto más ventajosa”.
El secretario anotó que la lista ponía que el busto era de yeso, y que eso era un “ofuscamiento del material”. En realidad, el busto es de caliza, y el escultor Tutmosis lo cubrió de yeso para modelar en él las facciones de la reina. Borchardt sabía que el interior era de piedra calcárea. Ese día el anfitrión y el visitante inspeccionaron las piezas, colocadas en cajas abiertas en el almacén, “no exactamente con la mejor luz”, precisó Güterbock. Lefebvre les echó un vistazo y bendijo el reparto.
Y así fue cómo, con total legalidad documental, el busto de Nefertiti emprendió viaje a Alemania. Varios artículos y libros –entre ellos Nefertiti quiere volver a casa. Los tesoros del Tercer Mundo en los museos de Europa (Planeta, 1985), de los fallecidos autores alemanes Gert von Paczensky (periodista) y Herbert Ganslmayr (etnólogo)– evocan el posible sentimiento de culpa que reflejan los actos de Borchardt a su vuelta a Berlín. No quiso que el busto se exhibiera al público; se hizo sólo una copia para el káiser Guillermo II. Finalmente el Museo Egipcio organizó una exposición en 1924, que causó admiración dentro y fuera de Alemania. Egipto, entonces ya un país independiente, exigió sin éxito la devolución de la joya.
Sospechosamente, Borchardt a su vuelta a Berlín no quería que el busto se exhibiera al público
Desde entonces, la brega latente entre Alemania y Egipto por el disputado busto ha ido asomando una y otra vez. Berlín nunca ha querido prestarlo ni para una exposición temporal en El Cairo, aduciendo que es demasiado frágil para viajar.
Pero la historia tiene aún otro vuelco que, de ser cierto, laminaría aún más la reputación de Ludwig Borchardt. En el 2009, el reputado egiptólogo alemán Rolf Krauss publicó en la revista estadounidense de arqueología Kmt su teoría de que la estela del acta de 1913 –que se halla en el Museo Nacional de El Cairo– es una falsificación, y que Borchardt la habría encargado a artesanos cairotas para embaucar mejor a Lefebvre. En la estela –cuyos personajes se identificaron más tarde como Akenatón y Nefertiti– ve Krauss varias incongruencias; y señala su gran parecido con otra estela que posee desde 1898 el Museo Egipcio de Berlín. Según Krauss, sirvió de modelo para la falsificación. A favor y en contra de esta teoría se han pronunciado distintos egiptólogos, por lo que sigue en el aire. Quien halló con sus manos el busto de Nefertiti fue un egipcio, el operario Ahmed es-Senussi; y eso nadie lo discute.