La carrera artística de Kesha está marcada en mayor o menor medida por su devenir extramusical, lo cual puede ser ventaja o lastre. El último lustro de la carrera musical de la californiana ha estado marcada hasta ahora mismo (anteayer volvió a recibir un revés judicial en su prolongada y mediática batalla legal con el productor Dr Luke) por ese escenario. De hecho, su anterior álbum, Rainbow , era la plasmación lírica y sonora de una nueva etapa de su vida después de las turbulencias de los últimos años. Una obra que alcanzó beneplácito popular y reconocimiento en la industria.
Y desde esta perspectiva, High road hay que contemplarlo como una continuación de ese tránsito por encontrar una identidad sonora propia, algo que promocionalmente se vende como “un regreso completo a sus raíces pop”, una evidente y vacua obviedad. Buena parte de las composiciones, eso sí, transmiten un tono vocal alegre y destensado, aunque eso no indique –si es que ese es su objetivo– que ha recuperado aquel espíritu sonoro e interpretativo que transmitían en otros tiempos hits como Tik tok o We r who we r . Una obra estilísticamente agitada, reflejo de la chisporroteante jarana vital de sus primeros días y también de esa mencionada recuperación optimista de Rainbow . Así, aquí hay temas pop alta escuela – Potato song (cuz I want to) – o empapadas de contagiosa euforia – Chasing thunder – o de inesperado aroma country – Cowboy blues– . Habrá que esperar para encontrar a la nueva Kesha.