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Loquillo: “Cuando la cultura no se defiende, deja de existir”

Entrevista

El cantante publica el disco ‘El último clásico’

En su nuevo disco, Loquillo trata de aunar al rockero de siempre con el que hace de “altavoz” de otros poetas

JAUME DE LAIGUANA

Loquillo empezó como rockero puro y duro para después dar voz a los poetas. Ahora saca El último clásico . en que aúna ambas vertientes. Al tiempo que reivindica con energía su individualidad, interactúa con autores como Luis Alberto de Cuenca, Carlos Zanon, Gabriel Sopeña, Marc Ros (Sidonie), Santi Balmes (Love of Lesbian), Leiva, Igor Paskual o Josu García, productor del álbum. Loquillo vuelve a declarar su nostalgia de la Barcelona de los setenta y ochenta: la urbe “vanguardista, cosmopolita, mundana y sin banderas”.

En una de sus letras dice que somos lo que defendemos.

Cada uno de nosotros tiene un compromiso consigo mismo y en el caso de un creador, con su arte y quienes lo reciben. El artista es un altavoz. Lo que transmite quedará en la memoria, o no. Cuando uno transita por una tierra de nadie a través de un fuego cruzado que ha hecho de él un clásico de la cultura popular a través de canciones escuchadas por varias generaciones, hay un compromiso indudable con su propio personaje. En este caso yo hago sobre todo de cadena de transmisión de muchos autores que han compuesto las canciones. algunas mano a mano conmigo.

NOSTALGIA DE BARCELONA

“Es curioso ver cómo el mundo al que uno perteneció se desvanece”

No obstante, cuando alguien dice que somos lo que defendemos uno piensa en alguna causa.

Eso es interpretable. Yo defiendo mi causa. Soy individual, no colectivo.

Ésa es una de las ideas clave del disco, ¿no?

Sí. Yo creo que lo singular es subversivo. El individuo crea, el parásito saquea. Es una verdad absoluta.

¿Siempre lo ha visto así o es fruto de un proceso?

Tengo 58 años y he pasado por todos los sarampiones que un creador puede tener. Mi personaje tiene los años que representa. Por suerte, he vivido las cosas que tenía que vivir en cada época de mi vida. He quemado las etapas que tenía que quemar. No hay nada que soporte menos en el mundo de la música que el peterpanismo; el no crecer y no asumir quien eres, el no pasar tus diferentes etapas. Al fin y al cabo, la persona es la que sube al escenario. Y el artista, el hombre popular y demás, es el que baja. El real es el que está arriba. Lo otro es única y exclusivamente el papel que tienes en la obra.

El arte debe ser individual. Lo singular es subversivo”

En otro de los temas del álbum afirma: “Me siento solo aunque viaje con gente” ¿Le ocurre en la vida?

Siento la soledad del corredor de fondo. Es importante saber que en este viaje siempre estás solo.

¿El viaje del artista o el de la vida?

En el del artista. Sobre el de la vida, creo que hay gente que se muere sin enterarse que ha vivido. Aquí hablo del viaje del creador pasional y comprometido, el que entiende que su mejor obra está por venir; el que se basa en sonidos que son ideas, en imágenes que son música y en experiencia vital como guión de la existencia y de las canciones. Como decía, he quemado etapas. Pero hay algo que mantengo desde los inicios, y es que ya entonces trabajaba con tres bandas distintas y con autores diferentes. Eso se convirtió en un método.

Insiste en la importancia de evolucionar.

¿Cree que la sociedad evoluciona de manera decuada?

Yo pertenezco a una generación de fin de siglo. El mundo que he conocido se desvanece. Pero aún estamos en el siglo XX, el que entró después de la Primera Guerra Mundial; todavía estamos en sus postrimerías. La tecnología no ha dado el salto que tenía que dar. Algo tan palpable y artesano como el rock y la cultura en torno a él, ese idioma global que unió a jóvenes de culturas diferentes, han sido barridos por las redes. Y aún vamos a ver desaparecer a todos los grandes clásicos que han influido en nuestra vida. Pero sus obras se seguirán tocando. El rock siempre ha tenido una enorme capacidad de reinventarse, y en él las cosas son de verdad.

Me gusta ver la obra de tipos que saben hacer lo que yo no sé, pero echo a faltar escritores, actores y músicos de verdad”

Pero ésta no es la era de la verdad.

No. Como dice Tommy Shelby (personaje de Peaky Blinders), la mentira viaja más rápido que la verdad. Las fake news forman parte de nuestra realidad, y eso también afecta a las artes. Porque da lugar a la no cultura, a la banalización del artista y de su escenario, a la pérdida del oficio. Se ha creado la impresión de que todo, en lo creativo, está al alcance de cualquiera. Y no: el arte es único. Y el individuo lo es. El creador es único. El colectivo no crea. Por desgracia, los colectivos lo que traen es mal rollo. Los grandes pasos de la humanidad los ha dado el individuo. Lamentablemente, hoy uno echa a faltar escritores de verdad, actores de verdad, músicos de verdad… Me gusta ver la obra de tipos que saben hacer lo que yo no sé. El problema es que en nuestro país parece que no se valora la cultura. En los últimos debates electorales no se habló en ningún momento de ella. Cuando las libertades no se defienden, se pierden. Cuando la cultura no se defiende, deja de existir. Y alguien o algo ocupa ese espacio: normalmente la ignorancia, que vive muy cómoda en estos tiempos. Es increíble cómo justo cuando más información y acceso a la cultura tenemos, más ignorantes somos. Hay mucha teoría y mucha información, pero cero actitud. Qué triste.

El último clásico se anuncia como “el mejor” de su carrera. Entiendo que haya que promocionarlo bien, pero usted ha hecho muchos discos notorios. ¿En qué se sustenta esa proclamación?

Es que es cierto. Sobre todo en este disco, soy un gestor de talentos. Los de muchos autores. Hace tiempo que Loquillo dejó de ser un artista que sube a los escenarios. Alrededor suyo pasan muchas cosas; se reúnen un montón de autores que trabajan en su favor. Eso da una cancha tremenda. Es como el baloncesto: un juego individual que se juega en equipo. Una banda de rock siempre debería ser así. Y por eso este grupo no tiene un nombre. Cada miembro ya tiene el suyo propio en la historia del rock y el pop de este país. De ese modo soy más libre. No soy Loquillo y los tal y no estoy encorsetado como podía estarlo hace catorce o quince años con los trogloditas, banda que yo abandoné y no al revés.

Lo dice con mucho énfasis.

Es que si no hubiera dejado esa banda habría terminado en festivales de música ochentena. Para mí era una cárcel. Al irme y emprender una trayectoria en solitario no me encerré en el yo y el más yo sino todo lo contrario. Lo que quise es desarrollar mi método, que consistía en convertir Loquillo en un espacio de creación. Y le aseguro que es muy divertido. Cuando te dejas llevar por gente como Santi Balmes, autor de la canción más larga de este disco y posiblemente de mi vida (El resucitado); cuando trabajas con Luis Alberto de Cuenca y consigues una letra como Los buscadores haciendo corta y pega con lo que has oído que él dice de ti más lo que se ha escrito en la prensa de los dos…, merece mucho la pena. Son conjunciones mágicas. Hacer de altavoz de autores como éstos es una experiencia acojonante.

Antes de hacer esta entrevista me dijeron sus representantes que no quería hablar de Catalunya. ¿Por qué?

Llevo 15 años viviendo en Euskadi, donde he hecho toda mi carrera en solitario. Vivo muy lejos. De Catalunya deberían preguntarle a Serrat, a Manel, a Manolo García. ¿Me entiende? Porque ellos viven allí. Yo soy un barcelonés crecido en la mejor Barcelona de todos los tiempos: la vanguardista, transgresora y mundana. Luego fui a Madrid. Y al volver a Barcelona a mitad de los ochenta conocí la ciudad preolímpica: grandiosa, cosmopolita, hedonista… Me tocó su mejor época. Después salí de allí: en el año 2004, cuando acababa de estrenarse la película Mujeres en pie de guerra (ulterior a su álbum del mismo título). Y me fui porque toda la gente a la que conocía se derrumbó. Porque me quedé sin opciones. Había dejado de existir. No existía en la tele ni en la radio ni de ninguna otra manera. Y sin embargo en el resto del país tenía una carrera muy amplia. Montserrat Roig me dijo una vez algo muy bonito: “Tus raíces y tus recuerdos tienes que meterlos en una maleta y llevarlos contigo”. Mi ADN es Barcelona. De hecho llevo tatuado su escudo (muestra el antebrazo derecho). Soy hijo de una urbe de la que se decía que nacer en ella era nacer en el mundo. No había ni patrias ni banderas, y las calles eran de todos.

Hay signos de nostalgia de su ciudad en el disco.

Hombre, el tema La vampiresa, de Marc Ros, habla de una Barcelona concreta. Y de la musa que puede llevarte arriba o abajo. Y oye, soy el cantautor barcelonés con más textos dedicados a la ciudad. Eso es una gran responsabilidad. Por cierto que prácticamente las únicas imágenes de la Avenida de la luz, la primera calle galería comercial subterránea de Europa y uno de los lugares más emblemáticos de la posguerra, son las del vídeo que Manuel Huerga hizo en 1984 para nuestra canción del mismo nombre. Y tengo unas cuantas portadas de discos con fotos de una Barcelona que no existe. Es muy curioso ver cómo el mundo al que uno perteneció se desvanece. Yo opté por quedarme con el recuerdo.