La mano (narrativa) de Dios
Novedades editoriales
El auge de la no ficción marca un renovado vigor de la literatura argentina
Un prestigioso pianista internacional, amigo de Carolina de Mónaco, que se pinta los ojos y se somete a la cirugía estética desde que tenía 28 años. Un joven periodista que da la vuelta al mundo en busca de su amada en Kioto recogiendo historias de amor en cada ciudad donde hace escala. Un novelista de éxito que lo mismo se droga junto a sus fans en lavabos públicos que acompaña a un camionero en su ruta por la carretera. El hijo de un escritor vanguardista que pierde a su padre y se decide a escribir sobre todas las novias que ha tenido...
¿Quién necesita ficción con todas estas historias reales?
Son los argumentos de algunos de los más destacados libros de novedades recientes de autores argentinos presentes en la Feria del Libro de Buenos Aires, que cerrará hoy sus puertas tras tres semanas de actividades, con Barcelona como ciudad invitada. Un rasgo común es que la realidad manda en todas ellas, pues se trata de libros de no ficción, reportajes, crónicas o autobiografías. Sus autores son Leila Guerriero, Javier Sinay, Pedro Mairal y Mauro Libertella, con quienes este diario ha conversado a lo largo de la semana pasada.
Camino al Este (Tusquets) de Javier Sinay narra el largo viaje de este periodista durante los años 2017 y 2018: “Mi novia, Higashi, argentina de origen japonés, me dijo un día que se iba un año a Japón a estudiar la ceremonia del té. Decidí ir a verla pasando por España, Francia, Alemania, Bielorrusia –mi tatarabuelo emigró desde Grodno–, Rusia, Corea... Nunca había hecho un viaje tan largo. He ido recopilando historias sobre el amor, lo que abarca el amor, el desamor, la compañía, la soledad y la sexualidad”. En Barcelona habla de un matrimonio de actores porno del Bagdad, pues “encontré cinco parejas estables en ese mundo, es fascinante”. Sinay es un narrador tranquilo que lo mismo cuenta cosas de un policía ruso que no soportó una infidelidad de su esposa y se convirtió en asesino en serie de mujeres como también el drama de los candados que cuelgan los enamorados y que amenazan los puentes de París. Viaja en albergues de estudiantes, en la tercera clase del Transiberiano y, ya del brazo de su amada, recorre extraños lugares en Tokio. “En Argentina tenemos el cabaret y el prostíbulo, pero en Japón hay muchas gradaciones del ocio erótico adulto: bares donde sílo se mira, otros en que hay mujeres que simplemente te hablan, robots que hacen striptease... Entrevisté a un hombre que cobra por charlar con mujeres”. Epílogo: hoy, Higashi y Javier viven en Buenos Aires y tienen un bebé de un mes.
Javier Sinay
“Viajé durante meses a ver a mi novia en Kioto, recopilando historias de amor por el camino”
Leila Guerriero fue la editora del libro de Sinay en la colección de periodismo que dirige. Ahora publica Opus Gelber (Anagrama), una semblanza biográfica de Bruno Gelber, uno de los mejores pianistas del siglo XX, con el que se entrevistó durante meses, y que es muy popular en Argentina por su personalidad, sus aires de diva y sus contactos con la farándula local. “El libro no debe ser ni una apología ni una defenestración”, opina. Los temas van más allá de la música –“le aburre hablar de ella”– y uno de ellos es el cuerpo: la enfermedad, el accidente, su gordura, el maquillaje... “Él tiene una fijación por la estética. Se pinta los ojos desde chico, y le cayó la polio a los 7 años como un mal rayo. Le cuesta mucho deshacerse de sus ropas al estar con otra persona, para no mostrar la pierna mala. Tiene un control supremo sobre sus manos, que son la interpretación, pero no sobre todo lo demás. De hecho, el médico que le hizo cirugía estética a los 28 años le dijo que era un asesino por hacerle tocar una cara tan fresca; ‘¿por qué tener dos papadas si puedo tener solo una?’, le respondió él”. Hay secundarios como Esteban, que vive con él sin haber sido nunca pareja, “es su roommate, como dice, ‘apenas nos hemos tocado el dedo’. Ha puesto el piso a nombre de Esteban, Bruno no cree en los lazos de sangre sino en los afectivos”. El lector asiste a una tensión latente, preñada también de afecto, en el trato con su hermana o con su joven discípulo Franco.
Leila Guerriero
“El pianista Bruno Gelber tiene un control supremo de sus manos, pero no sobre lo demás”
Guerriero ha editado también Maniobras de evasión (Libros del Asteroide) de Pedro Mairal, que se presenta con una guitarra pues luego tiene una actuación de su dúo Pensé Que Era Viernes. Es un recopilatorio de escritos breves, con añadidos nuevos. El conjunto se lee como unas memorias descarnadas: el taller literario, la fama, las resacas, la paternidad... Todo, entre el humor y la ternura. Barcelona –y su amigo Joan Barril– aparece en alguno de los capítulos. Muy indiscreto, “hay muchas borracheras vergonzosas, intimidad, quedo muy expuesto, reflejo una época oscura de mi vida en que caí en un pozo”. Leemos un homenaje a su madre enferma o detalles del rodaje de una película con Cecilia Roth en el papel de actriz porno, siempre con un ritmo ágil que “debe mucho a la escritura en blogs, donde aprendí a ser preciso sin perder intensidad poética”. Además de listas –e incluso una oración– hay ensayos sobre partes concretas de la anatomía femenina: las tetas, el culo, “hoy no me pedirían esas cosas, cambió el paradigma, por suerte”. “Me interesaba –añade– mostrar el backstage de los escritores, se nos atribuye un glamur falso, en los viajes literarios me tratan como a un príncipe; luego volvés a tu vida y te convertís en sapo”. Cuenta cómo se creó una falsa asistente, Natalia, que enviaba e-mails excusándole o pidiendo cosas para él, “contestaba cosas que yo no me atrevía a decir”. Un lema final: “Mi patria es mi laptop”.
Mauro Libertella
“Dejé de leer a los 16 años, los libros eran mis padres y yo no quería ser ellos... pero fracasé”
El último descubrimiento para el lector español es Mauro Libertella, autor de tres breves obras autobiográficas, Mi libro enterrado (sobre la muerte de su padre), El invierno con mi generación (sobre su pandilla de amigos de juventud) y Un reino demasiado breve (un catálogo de sus sucesivas novias) que ahora Random House publica en un único volumen, Laberintos en línea recta . Si los dos primeros son no ficción pura, el tercero sería una novela según la definición de Emmanuel Carrère: “Ficción es cuando cambias los nombres”. “El primero son escenas de la vida de mi padre –cuenta–. El segundo es mi grupo de amigos de enseñanza secundaria, mi educación sentimental, cuando lo único que me importaba en la vida era estar con mis amigos, fiestas y conversaciones, la sincronía absoluta con el presente. El tercero lo pasé a la tercera persona por el pudor de hablar sobre mujeres con las que he estado, no quería que se sintieran invadidas ni molestar a mi pareja actual. Mis amigos me dicen que soy un Knausgård en miniatura, pero en vez de narrar la banalidad, sólo narro la epifanía, el momento realmente intenso para mí”. Por rebeldía a su padre escritor, “dejé de leer a los 16 años, los libros eran mis padres y yo no quería ser ellos... pero fracasé”. En el segundo libro, el autor se encuentra al mismísimo Maradona en la calle “porque mandaba a sus hijas a la cercana escuela Pueblo Blanco High School, un nombre casi neonazi”. En general, “me preguntaba todo el tiempo cuánto derecho tengo a contar que mi padre fue alcohólico, los defectos de mis compañeros, intimidades de mis novias... La regla es que, si lo haces, tienes que exponer tus miserias al mismo nivel. Es lo que hice: narro cómo hice bullying a otros chicos, todo. Si no, no vale”.
Libertella, como Mairal, Guerriero y Sinay, ha metido un bonito gol en el estadio de la literatura argentina. “Y siguiendo el reglamento”, a diferencia del de Maradona en el Mundial de 1986.