En la tumba de Antonio Machado en Cotlliure nunca faltan flores, banderas republicanas y cartas y dibujos, que desde hace unos años se depositan en un buzón para ser conservados. El poeta andaluz que hizo famosa la trágica frase de que “una de las dos Españas ha de helarte el corazón” murió un 22 de febrero de 1939 y descansa en este pequeño cementerio, muy cerca del mar.
Machado llegó a Cotlliure, como uno más de aquellos miles de refugiados que huyan del ejército franquista en lo que suponía la caída de Catalunya y un anticipo de la caída definitiva de la República española. Llegó enfermo y agotado y murió un mes después. Fue enterrado al día siguiente y el féretro llevado a hombros por oficiales y soldados de la segunda brigada de la Caballería Republicana, confinados en el Fort Mirador y el Château Royal.
Nuevos recuerdos
La Fundación Machado, creada en 1977, recopila las cartas y los dibujos que se dejan en la tumba
Inicialmente fue sepultado en un panteón prestado, pero en 1958, tras una suscripción dirigida por otro exiliado, Josep Maria Corredor, sus restos se pudieron trasladar a la tumba actual, en un terreno cedido por el Ayuntamiento. Personalidades como Pau Casals, Albert Camus, René Char o André Malraux hicieron donativos.
Desde entonces en este sencillo cementerio, todo el año hay flores que se renuevan y dedicatorias escritas de niños y de adultos que la Fundación Antonio Machado, creada en 1977, recopila. Se ha convertido en un lugar de peregrinación laica. Posiblemente por eso, en 1958 y en 1966, las autoridades franquistas intentaron el traslado de los restos del poeta a España. Afortunadamente la familia se opuso y allí sigue, como símbolo de la retirada y del exilio español en tierras francesas. El año pasado se inauguró también una mediateca-biblioteca en Cotlliure que dedica uno de sus pisos a su memoria. Y desde el 2009 se ha constituido una asociación de villas machadianas de la que forman parte Sevilla, Soria, Baeza, Segovia, Rocafort (Valencia) y Cotlliure. Falta sorprendentemente Barcelona.
“Se trata de un viejo poeta que es en España lo mismo que Paul Valéry en Francia y que se encuentra enfermo”. Más o menos con esas palabras el escritor Corpus Barga convenció a la gendarmerie de que diesen trato de favor a Machado tras pasar la frontera. El justo para pasar la primera noche en un vagón de tren que estaba en una vía muerta de la estación de Cervera. Cuentan que aquella noche, Machado le preguntó a Carles Riba si podía empeñar su reloj para obtener unos francos franceses con los que pagar un café.
Al día siguiente pudieron llegar en tren a Cotlliure y Machado, su madre, su hermano José y su cuñada, junto con Corpus Barga, le pidieron al jefe de estación Jacques Baills un lugar donde hospedarse. Les recomendó el hotel Bougnol Quintana, donde él mismo se alojaba. Había llovido y la riera Douy, que pasa al lado de esta pensión, les obligó a dar un rodeo. Antonio y su madre tuvieron que hacer parada en una mercería atendida por Juliette Figuères, quien les hizo entrar y les obsequió con un café con leche. Fue también Juliette quien la noche de su muerte cosió una bandera republicana con la que se envolvió el féretro.
Junto al hotel Quintana
En el 2018 se inauguró la mediateca-biblioteca de Cotlliure que rinde homenaje al poeta
Otra de las personas que los atendió fue Pauline Quintana, propietaria del hotel. Fue ella quien contó la anécdota que un día, al ver que los dos hermanos bajaban por separado a desayunar y preguntar la razón, le confesaron que sólo disponían de lo puesto, y que cuando lavaban una de las camisas al no tener de repuesto esperaban que el otro regresara para cambiarse.
No parece que durante estos día Machado llegase a escribir casi nada. Le preocupaba su salud y la de su madre, que yacía en la cama y que iba a fallecer tres días después que él. Le inquietaba la suerte de su hermano Manuel, que se había quedado en el bando franquista, de otro hermano del que nada sabía, y de los hijos de José trasladados a Rusia.
Esos detalles últimos se conocen gracias a las diversos estudios publicados. Justo es reconocer los nombres de Jacques Issorel, Xavier Febrés, Ian Gibson, Monique Alonso, Antonio Tello, Serge Barba... Ellos han preservado la memoria de este símbolo. Esta semana el historiador Ian Gibson ha pedido también que el hotel Quintana, que se halla en venta, sea comprado por las administraciones francesa y española.
José Machado escribió que aprovechando un día soleado su hermano le pidió que bajaran hasta el puerto para ver el mar. Una vez allí, al contemplar las casitas de pescadores, Antonio le comentó: “Quien pudiera vivir ahí, tras una de esas ventanas, libre ya de toda preocupación”.
Unos días después de su muerte, José encontró un papel arrugado en el gabán de Antonio en lo que parecía ser su último verso: “Estos días azules y este sol de la infancia...”.