Francesc Peirón narra Nueva York a través de personajes llamativos

Literatura

‘Me llamo Nueva York’ recopila más de veinte historias de singulares habitantes de la ciudad

Vertical

Francesc Peirón, hace unos días, junto al puente de Brooklyn, en Nueva York

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Una judía que sobrevivió a Auschwitz y ahora oficia bodas gais como rabina; el hombre que tiene el récord Guinness de tener récords Guinness; una enterradora que fue modelo de Playboy; un hombre que recoge basura y la exhibe en un museo; amigos que quedan, en vez de para jugar a los bolos, para lanzar hachas como posesos; dos personas que han pasado injustamente más de veinte años en la cárcel pero aun así creen en el sistema; un bailarín de Madonna... La galería de personajes que aparecen en el libro Me llamo Nueva York (Península) del corresponsal de La Vanguardia en la Gran Manzana, Francesc Peirón, dibuja una ciudad energética, llena de vida, por la que desfilan lo más alto y lo más conmovedor de la condición humana.

Peirón, tras enseñarnos el lugar donde se aposta a veces para ver si pasa por allí el misterioso escritor Thomas Pynchon –el Zabar’s, a la vez cafetería y supermercado–, cuenta que “quería gente con historias que me tocaran. Algunos pueden verse como frikis, pero explican mucho de la esencia de esta ciudad. Aquí no son tan extravagantes”.

Me llamo Nueva York –a la venta el 5 de febrero– muestra al periodista persiguiendo a sus personajes, con un hilo común: la línea de metro que el Peirón narrador recorre pertrechado con su libreta Moleskine. “Me cargo el mito del metro de Nueva York, yo le perdonaba hasta su estética cuando funcionaba, pero ya no te puedes fiar de él, en un año ha hecho llegar tarde a más del 70% de sus usuarios”.

“Mucha gente viene aquí a cambiar su vida. Yo, simplemente, les dejo hablar a ellos”, explica el autor

Derrick Hamilton y Shabaka Shakur le cuentan en su bar de Brooklyn que, pese a haber pasado casi tres décadas en la cárcel por un falso testimonio, “creen en el sistema, que ven como humano, se cometen inevitablemente errores, pero globalmente es correcto. La fe es importante para muchos”. Otro tono, más divertido, tiene el encuentro con Ashrita Furman, el líder de los récords Guinness, que se entrena para, por ejemplo, “ser el que más botellas de champán abre con un sable o el que más distancia recorre sobre zancos”.

El libro aborda temas serios (la emigración, contrastes sociales, cambio de costumbres...), pero siempre a través de los testimonios, con momentos ciertamente curiosos, como la cumbre de vendedores de comida callejera –que entregan una especie de Oscars– o la recuperada elección de Miss Subway (Miss Metro) donde “la idea es premiar a una mujer normal, del montón, ni siquiera guapa”.

También se refleja el cambio de la noche neoyorquina, “cada vez más cara, hoy se hacen las fiestas en los hoteles, ya no se podría montar un Studio 54 con cuatro duros, es un campo de las grandes empresas, y mucha gente se queda en los clubs de Queens o Brooklyn, hay locales de Manhattan que imponen una consumición mínima de 1.000 dólares”.

“Mucha gente viene aquí a cambiar su vida”, sintetiza el autor. A algunos les fue bien el sueño americano, como a un horchatero nacido en Atenas que ha hecho fortuna vendiendo ese (aquí) tan exótico producto. Otros siguen probando suerte. En cualquier caso, uno se iría a tomar algo con los personajes de Peirón, pianistas veteranos, artistas callejeros, porteros de discoteca con principios, buscavidas que no hablan inglés... Él dice inspirarse en las cinco historias de Noche en la Tierra de Jim Jarmusch. “Es periodismo de calle, nunca me planteé una obra de reflexiones mías sino que hablara la gente. Cuando dedicas tiempo a alguien, sueles obtener tu recompensa”.

Una guía insólita

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Librería Strand, en Nueva York

GETTY IMAGES

“Siento pena por el turista que viene por primera vez –afirma Peirón–, tiene que seguir la guía: el puente de Brooklyn, la Quinta Avenida, el MoMA... pero en la segunda o tercera lectura te enteras de cosas más interesantes”. De su mano, vemos el Museo del Relicario, con “trozos de asfalto, monedas, sifones... una especie de museo de la basura”, recorremos cementerios y seguimos a las estatuas castigadas, “las que quitan de buenas zonas por políticamente incorrectas, como la del doctor Sims, ginecólogo que experimentó con mujeres negras”. A veces no se va lejos sino que entrevista a los vecinos de su bloque, como “un rockero que estuvo con John Belushi”. Tal vez el único lugar típico que sale es la librería Strand, donde un artista desliza fotos en el interior de los libros.

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