El universo musical de Andrés Calamaro, nutrido una vez más por descorazonados, recupera la importancia de las guitarras en un disco, Cargar la suerte, que se publica este viernes y que, mediante un símil taurino, conmemora 40 años de carrera, 20 de ellos en solitario, influyente y a veces kamikaze. "Una cosa es pasarse el toro por delante y otra diferente es torear", señalaba el artista, en una escucha privada del álbum celebrada en Madrid con los medios, respecto al significado real de ese título que revela también una forma de vida.
Fue en 1978 cuando grabó su primer disco como teclista del grupo Raíces, aventura a la que seguirían sus etapas con Los Abuelos de la Nada, un primer escarceo como solista y su más que fructífero paso por Los Rodríguez, antes de volver a debutar a solas con los reverenciados Alta suciedad (1997) y Honestidad brutal (1999).
Calamaro (Buenos Aires, 1961) no ceja en su empeño por superarse, algo que cree haber logrado en este disco
Dos décadas después de marcar cánones musicales del rock en español, Calamaro (Buenos Aires, 1961) no ceja en su empeño por superarse, algo que cree haber logrado en este disco, décimo quinto de estudio de su trayectoria personal, codirigido junto a Gustavo Borner, Germán Wiedemayer y montado con una nómina de once músicos más que incluye por ejemplo a Aaron Sterling en la batería. "Al terminar (la grabación) les di las gracias por ayudarme a hacer mi mejor disco en cuarenta años", rememoraba ayer, en una escucha en la que solo estaba previsto el saludo a los congregados, pero en la que terminó sentado y explayándose sobre su nueva obra.
Grabado en los estudios Sphere de Burbank (California), este trabajo que toma el relevo a Volumen 11 (2016) y Bohemio (2013) llama primero la atención por su vocación más ruidista en los temas más roqueros, labor en la que cuenta con la asistencia tras las guitarras de Mark Goldenberg y Rich Hinman (este también al "pedal steel"). "Lo de las guitarras era algo que tenía descuidado", reconoce el argentino, que apela a ellas especialmente en cortes como "Falso LV", "Adán rechaza" o el inaugural "Verdades afiladas", primer sencillo del álbum, en cuyo videoclip incluyó guiños a "Taxi driver" y su pasión por el boxeo, que practica con asiduidad.
En su nueva entrega Calamaro busca con el mismo ahínco la elegancia instrumental
Aún así, pese a la importancia recobrada de las cuerdas, las letras se escribieron antes que la música, con referencias a Los Tigres del Norte, Friedrich Nietzsche o Joaquín Sabina, al que parece rendir homenaje en ese universo poblado de descorazonados o "bandidos", sus "amigos delincuentes" en realidad, protagonistas de My mafia.
La preeminencia lírica llega al extremo en temas como Las rimas o Diego Armando Canciones, con unos versos "para escuchar", aparentemente cotidianos y montados sobre coplas del folclore argentino en un guiño a los consumidores de vapor cannábico y yerba mate.
En total, Cargar la suerte reúne doce cortes, como los doce pasos que debe superar todo alcohólico en recuperación, en un disco del que él mismo ha dicho en entrevistas previas que se distingue por el "factor tóxico", ya que muchas canciones las escribió bajo los efectos secundarios de sus "medicinas alternativas".
Lo que resulta cierto es que, traspasado el titular más evidente del retorno del toque guitarrero, en su nueva entrega Calamaro busca con el mismo ahínco la elegancia instrumental y, en ese plano, alcanza sus mejores cotas en cortes crepusculares como Tránsito lento o Cuarteles de invierno. "Porque la procesión va por dentro, saco fuerza y me voy al encuentro de mi destino", proclama Calamaro en esa síntesis de este nuevo tiento, erguido y desafiante, frente a los cuernos de la vida.