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La mirada de Català-Roca a la España de la postguerra se posa en La Pedrera

En la muestra se da cuenta de la amistad que el fotógrafo mantuvo con los pintores Salvador Dalí y Joan Miró

Barcelona. (EFE).- Salvador Dalí saltando a la comba, Hemingway en el San Fermín de 1956 o unos seminaristas de Cuenca en fila india son algunas de las 200 imágenes que se exponen desde mañana en La Pedrera de Barcelona de Francesc Català-Roca, considerado el mejor fotógrafo documental de la España del siglo XX.

Comisariada por Chema Conesa, a partir de una selección original de fotografías de los años cincuenta y sesenta que ya se ha podido ver en Vigo y Valladolid, la muestra se completa en esta ocasión con una selección de la obra del artista relacionada con la arquitectura, a la que se dedicó de forma intermitente a lo largo de su carrera.

Conesa ha explicado hoy en rueda de prensa que ha estado buceando entre los 180.000 negativos que se guardan del fotógrafo catalán y ha acabado escogiendo estas imágenes con "el corazón", siendo consciente de que "no es la primera exposición que se hace sobre su obra, ni será la última de las muchísimas que se podrían hacer".

Dividida en seis "secuencias" diferentes, el comisario ha querido que el público que se acerque hasta La Pedrera conozca que para Català-Roca era muy importante su propia mirada a la hora de enfrentarse al objeto fotografiado, así como "no dudar nunca" a la hora de apretar el disparador de la cámara.

También ha resaltado que el artista siempre supo tomar la distancia adecuada para plasmar sus imágenes -ninguna de las personas fotografiadas por él se sintió ofendida ni violentada- y que era consciente de que con su trabajo estaba "construyendo memoria".

Por otra parte, ha dedicado un importante apartado a una jornada que pasó en Carrascosa del Campo, en la provincia de Cuenca, donde un día de 1954 se celebró una corrida de toros, organizada por Luis Miguel Dominguín, que tenía una finca en la cercanías y quería impresionar a la que después sería su esposa, Lucía Bosé.

Las diferentes fotografías que se presentan de ese día están sin enmarcar y sin vidrio, porque "así es como le gustaban a Català-Roca".

Conesa ha defendido que a lo largo de su trayectoria fue "un hombre tremendamente práctico, con una fuerte personalidad", que creía que el arte era "convertir un momento en una imagen potente de la memoria".

Los años cincuenta y sesenta quedan fijados en sus negativos, donde juega con las sombras, los encuadres, la luz. "Habla -según el comisario Conesa- de una España triste y de penumbra, en plena postguerra".

Porque Català-Roca, que pudo plantar su cámara ante importantes personalidades del momento, es también quien reflejó la vida de los pueblos de la Castilla interior, con las calles sin asfaltar, o de las plazas de las grandes ciudades como Madrid y Barcelona, con sus "señoritas" paseando por la Gran Vía, sus marines visitando el barrio chino o sus vendedores de crecepelo en las esquinas.

En la muestra se da cuenta, por otra parte, de la amistad que mantuvo con los pintores Salvador Dalí y Joan Miró, con quien se entendió mejor que con el primero por tener un carácter más afín.

Respecto a si quiso en algún momento hacer discurso político con su obra, su hijo Martí ha aseverado hoy que a su padre siempre le gustó "estar al día" de todo lo que ocurría, pero con "la realidad tenía ya bastante".

La exposición, que se clausurará el 25 de septiembre, también permite conocer algunas de las cámaras que utilizó el fotógrafo.

El recorrido termina con una serie dedicada a la fotografía de arquitectura, con visiones diagonales, picados y contrapicados, especialmente de edificios emblemáticos de la Barcelona de la época, desde el Walden 7, al edificio de viviendas "Casa de los Toros", y con dos documentales sobre su vida y su obra.