La crisis del marisco gallego

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Estudios científicos recientes alertan de un cambio en las condiciones ambientales de las rías que podría comprometer la presencia de algunas especies comerciales en el medio plazo

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Marisco

Marisco 

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Los océanos tienen una capacidad inmensa para absorber CO2, lo cual, en principio, es una buena noticia, ya que ayuda a mitigar la presencia de este gas en la atmósfera y a ralentizar el efecto invernadero. Pero en los últimos años estamos descubriendo otra cara de este fenómeno que hace que se enciendan las luces de alarma.

Según el informe Cambio Climático y Acuicultura de la Fundación Observatorio Español de Acuicultura, los océanos han absorbido el 37% del CO2 liberado a la atmósfera entre 1980 y 2005, lo que altera la composición de las aguas marinas afectando a los organismos calcificadores, es decir, a aquellos que construyen sus esqueletos y caparazones a partir de carbonato cálcico, como ocurre con los corales, pero también con moluscos de interés comercial como almejas, berberechos, escupiñas o navajas.

El CO2 liberado a la atmósfera afecta a los moluscos calcificadores como almejas o berberechos

La situación tiende a ser especialmente grave en zonas de afloramiento, un fenómeno que se da en las rías gallegas: las aguas frías de zonas profundas emergen cerca de la costa cargadas de nutrientes debido a corrientes, mareas y vientos dominantes, lo que explica la proliferación de bancos marisqueros y las bajas temperaturas de las aguas en la orilla.

Almejas frescas

Almejas frescas

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Sin embargo, debido al incremento de CO2 disuelto, el afloramiento puede crear, y lo hará aún en mayor medida en el futuro, zonas pobres en oxígeno que en un primer momento provoquen un crecimiento más lento de los bivalvos, a continuación una bajada progresiva de sus poblaciones y, en los escenarios menos optimistas, su desaparición. Los dos primeros escenarios ya se han identificado en varias zonas del litoral noroeste.

Los datos de la Consellería do Mar no dejan lugar a dudas. Las capturas de almeja babosa en Galicia han pasado de los 2,1 millones de kilos en 1997 a los 250.000 de la campaña actual. Es un caso extremo, pero no es el único que sigue esta tendencia: las capturas de almeja fina se han reducido casi en un 85%, las de almeja rubia han caído a la mitad y las de berberecho un tercio en este mismo periodo.

Las capturas de almeja babosa en Galicia han disminuido de 2,1 millones de kilos en 1997 a 250.000 en la actualidad

“A todo esto se suma la abundancia de nitratos en el agua, relacionados con la contaminación”, apunta Antonio Muiños, experto en el cultivo de algas al frente de la empresa Porto Muiños. “Es paradójico, porque la proliferación de lechuga de mar que estamos viendo en los últimos años favorece a la almeja, que se nutre de sus esporas, pero las capturas están cayendo. La presencia de tanta lechuga, en realidad, no es un problema, pero sí un indicador de la abundancia de nutrientes y de la subida de la temperatura del agua”.

Lechuga de mar

El presencia lechuga de mar se ha incrementado en los últimos años

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“Nosotros antes cultivábamos la lechuga de mar en octubre, ahora empezamos en diciembre por la subida de la temperatura. Una diferencia de un grado y medio, que es la que estamos viendo, cuece el alga en el momento de la siembra. Y lo mismo ocurre con la recogida: antes cosechábamos únicamente en verano, mientras que ahora lo hacemos de abril a noviembre. Con eso te das cuenta de que ya no es teoría: algo está pasando ya”.

El CO2, los nitratos y la temperatura del agua no son, sin embargo, los únicos problemas que dan forma a lo que cada vez se parece más a una tormenta perfecta. El Observatorio Español de la Acuicultura advierte que estas condiciones pueden provocar la proliferación de patógenos latentes, así como de algas nocivas. Y junto a esto, las lluvias torrenciales y las escorrentías que provocan una disminución de la salinidad no hacen más que agravar el problema.

La reducción de la salinidad causada por lluvias torrenciales puede afectar a la supervivencia de algunos mariscos

Los trabajos de la investigadora Rula Domínguez, del Centro Tecnológico del Mar, apuntan en este sentido. Si la salinidad media en las rías está alrededor del 30%, “un descenso por debajo del 15-20% supone un punto de inflexión”, particularmente en la supervivencia de especies como el berberecho o la almeja fina. Los episodios de lluvias torrenciales asociados al cambio climático, cada vez más frecuentes en Galicia, han llevado a casos en los que la salinidad se sitúa entre el 5 y el 10% durante varios días consecutivos en zonas marisqueras.

Aún hay otros dos elementos que afectan de manera decisiva y cuya presencia se irá incrementando, previsiblemente, en los próximos años: las olas de calor y los incendios. Las primeras no afectan solamente a la temperatura de las aguas sino que hacen que las condiciones en bajamar, cuando muchos de los arenales quedan expuestos directamente al sol, sean insoportables para las especies más sensibles.

Grupo de mariscadores en una playa de Boiro (La Coruña)

Grupo de mariscadores en una playa de las rías gallegas

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Por otro lado, los incendios forestales, que tienen lugar sobre todo en verano, provocan escorrentías de cenizas con las primeras lluvias de otoño. Esos materiales se depositan sobre los arenales e impiden que el marisco pueda respirar y alimentarse con normalidad, aumentando exponencialmente las tasas de mortalidad. Pero las amenazas no se acaban aquí: con el cambio de condiciones ambientales, algunas especies invasoras o introducidas involuntariamente, se han convertido en un riesgo más.

La Crepidula Fornicata, por ejemplo, una especie de pequeña lapa introducida desde la costa atlántica americana, tiene una capacidad de filtración de agua diez veces superior a la de los moluscos autóctonos, lo que deja a estos en clara desventaja a la hora de competir por los nutrientes disponibles. Las cañaillas del sur Peninsular, que poco a poco se adaptan a las rías con la subida de las temperaturas, se alimentan de crías de almejas o berberechos y, como ellas, las Ocinebrellus Inortatus, unas pequeñas caracolas con origen en el Pacífico que son capaces de acabar con bancos enteros, como ya está ocurriendo, por ejemplo, en la Ría de Arousa.

Como consecuencia de la subida de la temperatura del mar algunas especies autóctonas están siendo desplazadas

“La disminución de capturas es evidente”, señala Simón Juncal, gerente de Mariscos Noroeste. “Y con ella el incremento de precios. El marisco es más caro porque hay mucho menos disponible, es así de sencillo. Esto se debe a tres causas: antes había vedas y ahora, con los mariscos de concha, no es así. Salvo con el berberecho de Noia, con el que están haciendo un gran trabajo, el resto se recoge todo el año”.

“El segundo motivo es la contaminación, que afecta mucho. Pero sobre todo la subida de la temperatura de las aguas. Están apareciendo en Galicia especies que nunca habíamos visto. Este verano, por ejemplo, estaba el agua en la ría de Ares a 19ºC (lo normal sería que oscilase entre los 16 y los 17ºC), con lo que hay una mayor mortalidad en la semilla. Se está sembrando más que nunca, para recoger mucho menos”.

Mejillón gallego

Mejillón gallego 

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Con todo esto, los precios se disparan. La almeja fina, que en el año 2001 tuvo un precio máximo en lonja de 22€ se ha vendido en algunos momentos de la campaña de 2022 a más de 39. La almeja babosa ha pasado, en el mismo tiempo, de 16 a 21,5€ y el berberecho de 6,2 a 12,1€. “Esto hace”, continúa Juncal, “que otras especies ocupen su hueco en el mercado y vean como su precio también se dispara. La almeja rubia, que antes se consideraba más humilde, ha pasado de 11 a 18€ en lonja, la chirla blanca, que era un producto de calidad inferior, que se utilizaba para fumets y poco más, ahora está en todos los supermercados y su precio se ha disparado…”.

El mejillón podría convertirse en parte de la solución

No todo son, sin embargo, motivos para el desánimo. El mejillón parece resistir. Y no sólo eso, sino que, en cierta medida, podría convertirse en parte de la solución. Estudios recientes demuestran que es tolerante a la acidificación de las aguas y que tiene capacidad de absorber cantidades significativas de CO2 en el proceso de desarrollo de sus conchas.

Al mismo tiempo, la población de ostra salvaje, casi desaparecida en los años 80 del pasado siglo, se está recuperando en las últimas décadas. Los primeros fueron algunos bancos en la ría de Vigo en el año 2006. Desde entonces, se han recuperado poblaciones en la ría de Noia, pero también en la costa norte, en la comarca de Ortegal. Y, junto a ellas, las capturas de navajas, volandeiras y zamburiñas se han multiplicado en los últimos años.

Ostras gallegas

Ostras gallegas

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“No sé si es porque venden más las noticias catastróficas que las buenas”, señala por su parte Marcos Rabina, quinta generación en la coruñesa Pescados Rabina. “Sí que es cierto que estos últimos años hay escasez de algunas especies, pero junto a eso está, por ejemplo, la recuperación de la ostra. Quiero pensar que cada vez estamos más concienciados, las administraciones y los ciudadanos, y que sabemos lo que se ha hecho mal hasta aquí y lo que hay que corregir. Si las cuidamos, las rías tienen mucha capacidad de regenerarse. Me gustaría ser optimista”.

Sí que es cierto que estos últimos años hay escasez de algunas especies, pero si las cuidamos las rías tienen mucha capacidad de regenerarse

Marcos RabinaDe Pescados Rabina (Coruña)

Lo cierto es que estamos ante una situación inédita y cambiante en la que especies tradicionales están viendo mermadas sus poblaciones y en la que, al mismo tiempo, otras parecen encontrar condiciones más favorables. Algunos de los elementos que dan forma a esta situación, como los incendios o la contaminación directa de las aguas, pueden ser modulados mediante políticas más eficientes a escala local, mientras que otros, como el incremento de temperatura del agua, las olas de calor o las emisiones globales de CO2 exigen medidas a una escala global y son ya, en algunos casos, irreversibles.

Frente a esta situación solamente nos queda, como consumidores, asumir que el marisco es un bien finito, que en líneas generales será cada vez más escaso y más costoso; que si pretendemos que siga existiendo como recurso económico y como elemento de carácter gastronómico tenemos que, como sociedad, tomar medidas urgentes. Y, al mismo tiempo, seguir apoyando a un sector, el marisquero, que se enfrenta a un reto de dimensiones difíciles de calcular y que está llevando a cabo enormes esfuerzos para adaptarse y, con ello, garantizar la pervivencia de ecosistemas que están, en muchos casos, al borde del colapso.

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