Parte diferencial del paisaje español bajo los bancos de las plazas y en los estadios de fútbol, las pipas de girasol son uno de los pasatiempos más sabrosos de nuestro país que suelen sorprender incluso a nuestros vecinos: ni Portugal, ni Italia, ni Francia consumen las pipas de la forma en que lo hacemos en España.
Por supuesto, en esos y otros países, como Alemania o Noruega, las pipas hacen su aparición en panes y ensaladas en su formato pelado. Pero a nadie se le ocurrirá (aparte de los migrantes turcos que habitan en ambos países) plantarse en un estadio, frente al televisor o en una plaza a comerse un paquete de pipas saladas.
En China, las pipas con sabor a jengibre, anís estrellado o canela son habituales
Sin embargo, compartimos el pasatiempo con Ucrania, Rusia y Bulgaria, que también las consumen como snack salado, así como con China, donde no solo se disfrutan al punto de sal, sino que también se consumen ligeramente dulces y perfumadas con distintas especias, como el anís estrellado, el jengibre o la canela, e incluso en sabores como la leche, la sandía, la nuez o el cangrejo.
Sea como sea, la pipa de girasol llegó de Centroamérica, donde Francisco Pizarro dijo haber encontrado su flor en tierras incas, donde era venerada, en su tercer viaje. De España partiría al resto del mundo y, como tantos otros vegetales, su primer destino serían los jardines ornamentales, donde sus pétalos amarillos se dirigirían hacia el sol -un fenómeno conocido como heliotropismo- sin ninguna otra finalidad que la decorativa.
No fue hasta los años 60 cuando el cultivo de girasol se extendería por Andalucía. Eso sí: para entonces, el consumo de pipas ya se había popularizado, tal y como atestiguó La Vanguardia el 23 de diciembre de 1956, haciéndose eco de que Aquilino Salas y su mujer Antonia, que regentaban un puesto de pipas de girasol en la calle Mariblanca de la colonia Moscardó, de Madrid, habían ganado la lotería. Antes, concretamente, el 3 de abril de 1949, este mismo diario informaba por primera vez de la cotización de la semilla de girasol en las lonjas de Valencia y Tarancón.
¿Cómo se habían colado las pipas en las vidas de los españoles? Se dice que las hambrunas de la Guerra Civil motivaron el consumo mimético: los participantes de las brigadas internacionales que provenían de la URSS y combatieron en la Guerra Civil habrían traído la costumbre de comer esta semilla nutritiva y energética. No queda claro si a partir de este hecho se implantaría el cultivo de girasol, tal vez a nivel doméstico, puesto que en un origen habrían ocupado terrenos en barbecho, lo cual resultaría en calorías o beneficios económicos incluso con los más bajos rendimientos, que compensarían tanto costes de implantación como de mantenimiento, tal y como informó el ingeniero agrónomo Jaime Gómez-Arnau en una hoja divulgadora del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en 1988.
España es uno de los países que más importan y consumen pipas de girasol
Otra teoría, con nombres y apellidos, colocaría la tradición de comer pipas años algunos años antes de la Guerra Civil. Según recoge el diario ABC en su periódico del 9 de noviembre de 1934, un agricultor conquense llamado El Tío Vigüela habría empezado a vender las semillas de girasol a los tostadores de frutos secos de Madrid. Como en otros frutos secos, la añadidura de sal convertiría a las pipas en un pasatiempo adictivo y económico. El éxito y el auge de la demanda estaba garantizado y todo apunta a que las frágiles economías domésticas de aquellos años y de los venideros se habrían apuntado al carro de las pipas.
A día de hoy, España es uno de los países que más importan y consumen pipas de girasol. Y si bien es un país productor, siendo el principal cultivo de oleaginosas, con un 90% de la superficie -en particular en Andalucía y Castilla-La Mancha, con la reciente incorporación de Castilla-León-, la semilla de girasol autóctona no llega a nuestros paquetes de pipas.
“Todas las pipas blancas o de boca -así se conocen a las pipas que no terminan hechas aceite- desde hace unos 20 años son, principalmente, de Estados Unidos o de Turquía”, afirma Ramón García, agricultor sevillano de pipa de girasol destinada a aceite. La razón, explica, es que los precios no son competitivos con los de estos dos países, ya que en España ha sido tradicionalmente un cultivo de secano, con un rendimiento inferior a su plantación en regadío. "Además, el problema principal de la pipa blanca es el jopo, una planta que coloniza las raíces del girasol y se aprovecha de su energía. En las variedades para aceite se ha podido solventar, pero en la pipa blanca todavía no".
Así lo confirman dos elaboradores de pipas. Ildefonso Gómez Melgarejo, jefe de ventas y gerente de Pipas Extremeñas, cuenta que tampoco ellos usan pipa española, práctica habitual en el resto del sector. “Ni española ni europea: la pipa que se usa principalmente es americana. La elaboración sí es nacional y lo propio es el tueste y la receta que se le aplica a cada tipo de pipa”, explica. Desde esta empresa, que inició su andadura a finales de febrero de 2020 tras años dedicados a la distribución de golosinas y frutos secos, Gómez señala que la covid modificó la costumbre de comer pipas, que iba en decrecimiento, y se ganaron nuevos consumidores a la vez que se recuperaron otros.
Ni española ni europea: la pipa que se usa principalmente es americana
Por su parte, en Horneados y Fritos El Elefante Rosa, que producen las pipas Doña Pipa -famosas por incorporar algunas almendras saladas en sus paquetes- indican que ellos tampoco utilizan pipa nacional. “Las compañías del sector utilizan pipa china, estadounidense, búlgara o argentina. Esto se explica porque la tendencia del mercado es la de buscar una pipa grande y competitiva y es en estos mercados donde se encuentra”, dice desde Guadix (Granada) Iñaki Lozano, del departamento de ventas de Horneados y Fritos de esta compañía que trabaja la pipa desde 1985, año de su creación. Al final, también con las pipas, comemos más con los ojos que con la boca o con la bandera.