¿De quién son las recetas de la IA?

Opinión 

Mucho ha cambiado el cuento desde que empecé, años antes de que apareciera el chat GPT, a compartir mis reflexiones y prospectivas acerca de hasta qué punto la inteligencia artificial sería capaz de substituir nuestro trabajo y el valor de nuestra creatividad. 

En este artículo del 2019, por ejemplo, titulado ¿Serán los robots los nuevos chefs estrella?  ya me refería a su entonces incipiente capacidad de imitar el estilo de composiciones literarias o musicales. Puse como ejemplo el de las canciones de los Beatles.

Seis años después, en que el desarrollo de la Inteligencia artificial ha sido exponencial, Paul McCartney acaba de reclamar una regulación más estricta para proteger a los compositores. Muchos otros trabajadores de las industrias culturales y creativas vienen también denunciando la amenaza que representa esta revolucionaria capacidad de la IA para componer, dibujar, escribir, programar e incluso generar imágenes realistas en movimiento y voces clavadas a personas reales.

Parece magia porque con cuatro instrucciones simples -los famosos prompts- y sin tener ni idea de música, la maquinita es capaz de generar una canción inédita pero que suena a los Beatles, Billie Eilish o Johann Sebastian Bach. La cosa es, ¿a quién pertenece esa canción? O esa imagen, esa novela, guion, película, podcast, crónica periodística… ya me entienden.

Porque, aunque las obras parezcan nuevas, sin el trabajo anterior de los autores en que se basan, nunca hubieran podido ser. Entonces, ¿quiénes son los auténticos autores y en qué proporción? ¿Cómo proteger sus derechos de propiedad intelectual? ¿Cómo se van a ganar la vida? Y si no lo hacen, ¿representará esto el fin de la creatividad humana?

Si pasamos a la cocina -o al comedor- prueben a pedir a su chat de IA que idee para ustedes una receta al estilo de un chef de prestigio cuya cocina conozcan bien. Alucinarán con la capacidad que tiene de mimetizar las características que definen su oferta culinaria. Bien es cierto que, hasta ahora, los chefs no han fundado una sociedad general de autores que vele por sus creaciones, que yo sepa.

Pero el dilema de la autoría no solo se da cuando el autor imitado es reconocido. La IA necesita nutrirse de mucho conocimiento y ese conocimiento lo han desarrollado los seres humanos hasta ahora. Una composición nueva sin ningún referente concreto es en realidad el producto de recombinar muchísimos referentes. Cada nueva canción es una expresión más de toda la música anterior. Cada nueva narración es hija de todas las historias contadas. Nada puede surgir de la nada. O dicho en palabras de Eugeni d’Ors; “Fuera de la tradición, no hay verdadera originalidad. Todo lo que no es tradición es plagio.”

Un hombre utilizando ChatGPT

Un hombre utilizando ChatGPT

Pexels

Así pues, la apropiación cultural que denunciamos de la IA, ¿no se parece en realidad a lo que hemos hecho los humanos durante toda nuestra existencia? La estrategia cultural que nos define ¿no es exactamente eso, aprovecharnos de lo que otros descubrieron, idearon desarrollaron o inventaron? Compartir conocimiento es ayudar a que el mundo sea mejor, aprovecharse deshonestamente de él para fines egoístas es lo peor. Más cuando ese aprovechamiento perjudica a muchos y beneficia a muy, pero que muy pocos.

Hoy le he pedido a mi chat que creara un plato que pareciera de cocina tradicional catalana y que incluyera… se me ha ocurrido pato, fruta y marisco… Rápidamente me ha escrito la receta pormenorizada para preparar un Pato con cigalas, ciruelas y reducción de vino rancio, con todos sus ingredientes y elaboraciones que incluían aceite de oliva virgen extra, un sofrito con cebolla de Figueres, canela, y hasta una picada ortodoxa.

Según mi teoría, si hasta hoy las deliciosas y creativas cocinas tradicionales han sido tan poco valoradas es porque el conocimiento femenino y popular nunca fue considerado, ni protegido ante la usurpación fraudulenta aunque la cultura popular es la madre de todas las sabidurías y sin ella ni la vida humana, ni el bienestar social ni el progreso serian posibles.

Quizás represente una excepción el tratado impulsado por la ONU en 1992, que reconoce los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales sobre su conocimiento tradicional relacionado con la biodiversidad, y sus iniciativas de protección consecuentes, así como las leyes de algunos países amazónicos para proteger sus comunidades, todo ello de difícil implementación.

Nuestras cocinas locales también son sabiduría indígena básica imprescindible para construir un futuro innovador, justo y diverso.

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