Salvemos el Delta

Opinión

Salvem lo Delta es una llamada de auxilio que se repite sin descanso en la zona del Delta de l’Ebre. La proclama la manifiesta sin resignación la gente autóctona y está también difundida en carteles colgados en los comercios de la zona, con la esperanza de que la administración se ponga a trabajar y los visitantes foráneos hagan de transmisores de una problemática que es ya una realidad: la desaparición de un lugar geográfico único debido al cambio climático, un fenómeno que no entiende de tardanzas burocráticas.

Una de las evidencias de la desaparición del Delta es el Faro de Buda, al que popularmente se conocía como la “torre Eiffel catalana”. Lo que no pudo la Guerra Civil, lo pudo el mar. Durante la contienda, las tropas republicanas trataron de derribarlo con dinamita y fuego para que no cayera en manos de los golpistas, pero el faro resistió y se mantuvo en pie. Ahora yace sumergido diez metros bajo el nivel del mar y a tres kilómetros de la costa. El retroceso de la tierra en las últimas décadas demuestra que el Delta sufre un cáncer en fase 4.

El fin de semana pasado estuve en L’Ampolla haciendo de consorte turista. Lo importante, tanto si haces de consorte como de turista, es no ser un coñazo. Y como visitante fugaz me sumé a una excursión embarcado en una lancha que nos llevó hasta los caladeros de mejillones. En el precio de la entrada estaba incluida una charla impartida por Xavi, un tipo que tiene el carácter del Delta y su clase magistral sobre un territorio que conoce como la palma de su mano estuvo cargado de pesimismo. “No hay tiempo si cada vez que hay elecciones cambia la administración y se paralizan los proyectos ya desarrollados”, dijo.

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Arrozales del Delta de l'Ebre

Xavi Jurio / Colaboradores

El desequilibrio entre el agua dulce del río, cada vez más escasa por la necesidad de guardarla en los embalses, y el crecimiento del mar, se está comiendo las playas y los caladeros por la subida de los niveles freáticos de las sales. Los cultivos tampoco sobrevivirán. Una de las soluciones y sin tiempo para sedimentar, un proceso que necesita paciencia y tesón, sería la construcción de diques y bloques de hormigón para contener el avance del mar y dar tiempo a que el río vuelva a drenar de posos las zonas desaparecidas.

Salvem lo Delta es un grito de socorro. ¿Recuerdan el chiste de Eugenio protagonizado por aquel tipo colgado en un precipicio y que busca que le rescaten con un “qué hay alguien” como grito de auxilio? Pues es lo mismo. En este caso, el grito de las gentes del Delta va dirigido a dos sordos, la Generalitat y el Gobierno Central, quienes han regalado hasta la fecha fútiles promesas a los habitantes de L’Ampolla, Amposta, Deltebre, La Ràpita o Sant Jaume d’Enveja.

Y mientras se buscan soluciones, “lo tenemos sobre la mesa”, frase estúpida y vacía que utilizan los políticos cuando quieren demostrar que están trabajando intensamente en un asunto, el rendimiento de los productos autóctonos sigue bajando al mismo ritmo que la desaparición del Delta. La producción de arroz ha caído en un 13,8 %. Y la de mejillón y las ostras en un 15%. Un fenómeno también equiparable a la de la producción de sal.

Urge salvar al Delta de l’Ebre. Y el ejemplo es su fauna y flora. Con un poquito de mimo, el ecosistema logra sobrevivir y sobreponerse a temporales como el Gloria y a las malas praxis y la dejadez del hombre.

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