Descubren por qué las alergias suelen durar toda la vida

Avance médico

Las responsables son unas células de memoria que identifican y atacan a los alérgenos

Las alergias son reacciones anómalas y crónicas del sistema inmune que suelen aparecer en edades tempranas.

Dos investigaciones científicas han identificado unas células que explican por qué las alergias duran años y, en muchos casos, toda una vida. 

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Un tipo concreto de células del sistema inmune son las culpables de que las alergias duren años y, en muchas ocasiones, se alarguen toda una vida. Es la conclusión a la que han llegado dos estudios independientes publicados simultáneamente este miércoles en la revista Science Translational Medicine, tras analizar con detalle las células inmunitarias de niños y adultos alérgicos al cacahuete, el polen y los ácaros. El avance abre la puerta a desarrollar nuevas terapias frente a las alergias.

“Los artículos no son idénticos, sino complementarios”, apunta en declaraciones a La Vanguardia Manel Jordana, inmunólogo de la Universidad de McMaster, en Hamilton, Canadá. El experto de origen catalán, que ha participado en uno de los estudios, considera que la publicación simultánea del hallazgo “da una mayor fuerza al descubrimiento, porque demuestra que dos grupos independientes hicieron la misma observación central. Esto, en ciencia, es una validación muy importante”.

La presencia de estas células en la sangre de una persona “se puede considerar un factor de riesgo para desarrollar enfermedades alérgicas, y sus números pueden ser analizados como un parámetro de la progresión o la resolución de la enfermedad”, explica en un correo a este medio Maria Curotto de Lafaille, investigadora de la Mount Sinai School of Medicine, en Estados Unidos, que ha coordinado el segundo trabajo.

Ambos expertos destacan que el avance abre la puerta a investigar nuevas opciones terapéuticas para tratar las afecciones alérgicas, que se centren en abordar y limitar la actividad de este conjunto específico de células. La posibilidad de un nuevo tratamiento es clave para un grupo de enfermedades al alza en el contexto global, especialmente en Occidente. Más del 10% de la población mundial sufre hoy en día una alergia, y está previsto que la cifra alcance el 50% en 2050, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud.

Las alergias son una respuesta exagerada de nuestro sistema inmune a una sustancia que no es nociva para la mayor parte de personas. Cuando esta sustancia, el alérgeno, entra en el cuerpo de la persona alérgica, el sistema inmune activa las células plasmáticas, unos glóbulos blancos cuya función es producir anticuerpos que combatan la amenaza —aunque, en este caso, tal amenaza es inexistente—. Esta defensa demasiado intensa es la causante de la reacción alérgica.

La mayor parte de las alergias se alargan en el tiempo, y pueden durar toda la vida, algo que no cuadra con la supervivencia relativamente breve tanto de los anticuerpos IgE —el tipo concreto de defensa que se activa en las alergias— como de las células plasmáticas. Si los agentes que median la respuesta alérgica desaparecen de nuestro cuerpo pasado poco tiempo, ¿cómo puede ser que la afección dure años?

Ambas investigaciones han resuelto esta aparente paradoja hallando un tipo concreto de células especializadas en detectar alérgenos, llamadas células B de memoria polarizadas tipo 2. “Son células que ‘mantienen la memoria’ de las respuestas inmunes de IgE”, sintetiza Curotto. Cuando una persona que lleva tiempo sin sufrir una reacción alérgica vuelve a exponerse a un alérgeno, reconocen la sustancia, se transforman en células plasmáticas y producen anticuerpos IgE que, de nuevo, desencadenan una reacción alérgica.

El equipo de Mount Sinai analizó a 58 niños con alergia a los cacahuetes y a 13 niños sanos. Los primeros mostraban mayores cantidades de estas células de memoria en su sangre en comparación con los segundos. La diferencia en cantidad también era apreciable comparando a los individuos más alérgicos con los menos —los primeros tenían también mayor concentración—.

Además, observaron que la superficie de las células de los individuos más alérgicos estaba repleta de unas proteínas capaces de reconocer, con gran precisión, un compuesto concreto del cacahuete, lo que las hace capaces de responder a la supuesta amenaza. Curotto defiende que, probablemente, la presencia de estos receptores tan precisos sea un rasgo común de estas células también con otros alérgenos como el polen o los ácaros.

De hecho, la segunda de las investigaciones, en la que ha participado Jordana, analizó a seis adultos alérgicos al polen de abedul, a otros cuatro alérgicos a los ácaros y a cinco personas sanas. Estudiaron más de 90.000 células de estos 15 individuos y, de nuevo, hallaron células de memoria de características similares a las de Curotto, capaces de producir anticuerpos IgE contra los alérgenos.

Para validar la relación entre estas células y las reacciones alérgicas, los científicos estudiaron en este caso los anticuerpos generados por los pacientes tras el primer mes de tratamiento con inmunoterapia, la única opción terapéutica frente a las alergias que existe hoy en día. Consiste en exponer al paciente al alérgeno en pequeñísimas dosis, para que así el organismo lo deje de reconocer como peligroso al cabo de los años.

Sin embargo, durante el primer mes, la terapia dispara la producción de anticuerpos IgE. El equipo de Jordana aprovechó esto para analizar el parentesco de los anticuerpos e identificar así su origen. Vieron que los IgE estaban íntimamente relacionados con las células de memoria que habían identificado, lo que revela que habían sido producidos por ellas.

Los resultados similares alcanzados siguiendo metodologías de estudio diferentes, dan solidez a un hallazgo que promete revolucionar el tratamiento de las alergias, pero dejan todavía muchas preguntas por responder. Ningún equipo ha podido describir cómo se activan estas células de memoria para comenzar a producir anticuerpos, ni por qué algunas alergias se alargan más que otras en el tiempo.

“Estamos trabajando muy activamente en dilucidar si estas células se pueden reprogramar, es decir si pueden convertirse en células que, en vez de IgE, produzcan anticuerpos inofensivos”, describe Jordana. Los próximos pasos de ambos grupos se centrarán en aclarar estos mecanismos de acción, para abrir la puerta definitivamente a nuevos tratamientos frente a la alergia. 

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