Otro mito machista refutado: las mujeres también cazan en las sociedades cazadoras recolectoras

La ciencia de la igualdad

Un estudio de 63 comunidades de cinco continentes desmonta el estereotipo de la división de tareas entre hombres y mujeres

La actriz Jennifer Lawrence, con armas para cazar en 'Los juegos del hambre'

La actriz Jennifer Lawrence, con armas para cazar en 'Los juegos del hambre'

El estereotipo de que, en las sociedades cazadoras recolectoras, los hombres cazaban y las mujeres recolectaban es erróneo, según una investigación que ha analizado datos de 63 comunidades de cinco continentes. Los resultados revelan que, en la mayoría de sociedades cazadoras recolectoras, las mujeres participan de manera activa en la caza de animales de cualquier tamaño tanto antes como después de ser madres. 

“Las mujeres cazan con una variedad de acompañantes, que incluyen a sus maridos, otras mujeres, niños y perros, además de cazar solas”, escriben las autores de la investigación, de la Universidad Seattle Pacific (EE.UU.), en Plos One, donde hoy presentan sus datos. “No solo se preparan para cazar y persiguen las presas; además, son hábiles en la caza”.

La investigación refuta el paradigma de “Man the Hunter” (El hombre cazador), que ha dominado la antropología y ha influido en otras ciencias sociales desde que se celebró un simposio con este título en Chicago en 1966. 

A partir de este paradigma, se ha argumentado (o se ha aceptado sin argumentar) que las mujeres se encargan de la mayoría de tareas relacionadas con el cuidado de los hijos, que son compatibles con la recolección de plantas y que favorecen actitudes tradicionalmente consideradas como femeninas. Los hombres, por el contrario, se habrían encargado de las actividades de caza que aportan proteínas a la comunidad, lo que habría favorecido caracteres más agresivos. 

Pero hallazgos arqueológicos realizados en los últimos años han revelado casos inesperados de mujeres cazadoras. En los Andes peruanos se descubrió una tumba de hace 9.000 años con los restos de una mujer enterrada junto a instrumentos de caza. El hallazgo se consideró tan excepcional que se publicó en la revista Science Advances en 2020.

En un yacimiento vikingo de Suecia, los restos de una persona con armas hallados se atribuyeron a un hombre hasta que un análisis genómico reveló en 2017 que se trataba de una mujer.

En un entierro de hace 2.500 años de la comunidad nómada de los escitas, en el sur de Rusia, se encontraron los restos de cuatro mujeres también con armas.

Lee también

Ni de Marte ni de Venus: el cerebro es unisex

Josep Corbella
Horizontal

Para averiguar si estos casos son excepciones, o bien si responden a un patrón habitual en comunidades nómadas, las antropólogas de la Universidad Seattle Pacific han revisado toda la información disponible sobre las prácticas de caza en sociedades cazadoras recolectoras. Han recurrido a la base de datos etnográfica D-Place, donde hay registradas 391 comunidades cazadoras recolectoras de todo el mundo, y han encontrado información detallada sobre las prácticas de caza en 63 de ellas.

Oceanía, con 21 comunidades, es el continente más representado, seguido de Norteamérica (19), África (12), Sudamérica (6) y Asia (5).

Un análisis sistemático de estas 63 comunidades muestra que las prácticas de caza varían según las necesidades de cada grupo. En las sociedades donde la caza es la actividad de subsistencia principal, las mujeres siempre participan en ella. En conjunto, las mujeres cazan de manera habitual en el 79% de las comunidades analizadas.

“Es lógico pensar que no solo las mujeres podían cazar, sino que también los hombres podían recolectar”, apunta Carles Lalueza-Fox, investigador del Institut de Biologia Evolutiva en Barcelona y autor del libro Desigualdad: una historia genética (Ed. Crítica, 2023).

En un tercio de las 45 comunidades donde hay información sobre el tamaño de los animales cazados, las mujeres participan principalmente en la caza de animales grandes. En los otros dos tercios, la actividad de caza principal de las mujeres corresponde a animales medianos y pequeños.

Las investigadoras han realizado análisis lingüísticos para verificar cuál es la participación de las mujeres en las actividades de caza de cada comunidad. Han podido comprobar así que las mujeres van a cazar, y descartar que las mujeres acompañen a los cazadores.

También han descubierto que, en la mitad de las sociedades analizadas sobre las que hay datos, es habitual que las madres vayan a cazar acompañadas de sus hijos. Según las autoras de la investigación, liderada por Cara Wall-Scheffler, este dato refuta “la idea de que las mujeres se ven frenadas por el cuidado de los hijos y por lo tanto no pueden cazar”.

Las investigadoras recuerdan en Plos One que el estereotipo erróneo del hombre cazador y la mujer recolectora ha condicionado las interpretaciones de los hallazgos arqueológicos desde hace más de medio siglo, hasta el punto de que los restos humanos hallados junto a armas se han considerado sistemáticamente como masculinos. Por ello, urgen a “reevaluar la evidencia arqueológica, volver a examinar la evidencia etnográfica, cuestionar la dicotomía entre cazar y recolectar, y deconstruir la narrativa general del hombre cazador”.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...