Crecer en una gran ciudad, como Madrid o Barcelona, tiene un impacto negativo sobre el desarrollo cognitivo de los niños. A los efectos perjudiciales de la contaminación ambiental sobre la salud y el desarrollo del cerebro se suma el impacto nocivo del ruido del tráfico rodado sobre la capacidad de aprendizaje, según concluye un nuevo estudio del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona.
El trabajo señala que los menores que van a colegios más expuestos a ruidos muestran menos capacidad de atención y memoria de trabajo, dos habilidades cruciales para aprender, en comparación con los chavales que estudian en entornos más silenciosos.
“El ruido procedente del tráfico rodado es la fuente de ruido ambiental más habitual y el segundo factor más nocivo para la salud después de la contaminación atmosférica en Europa”, señala a La Vanguardia Maria Foraster, investigadora de ISGlobal y primera autora de este trabajo, cuyas conclusiones recoge PloS Medicine.
El ruido del tráfico rodado el segundo factor más nocivo para la salud después de la contaminación atmosférica en Europa
Existían indicios acerca del impacto del ruido en el cerebro. Estudios previos habían constatado el efecto negativo sobre el desarrollo cognitivo de los niños del sonido de los aviones; así como un número creciente de investigaciones epidemiológicas en adultos habían detallado el impacto del ruido del tráfico sobre la salud global. Incluso experimentos realizados con animales habían mostrado que cuando se expone a roedores a niveles de ruido moderado y alto durante entre 4 y 30 días sufren cambios en el cerebro, precisamente en zonas vinculadas al aprendizaje.
Sin embargo, hasta el momento “nada se sabía de lo que pasaba en niños”, a pesar de que “la infancia es un período vulnerable en el que estímulos externos como el ruido pueden afectar al rápido proceso de desarrollo cognitivo que tiene lugar antes de la adolescencia”, indica Jordi Sunyer, investigador de ISGlobal y coautor del trabajo.
Impacto sobre la atención y la memoria de trabajo
Con el objetivo de evaluar cómo impactaba el ruido procedente del tráfico sobre la cognición -y bajo el paraguas del proyecto BREATHE-, los investigadores de ISGlobal siguieron durante un año a 2.680 niños de entre 6 y 10 años de 38 escuelas de Barcelona, entre 2012 y 2013. Realizaron mediciones del ruido a pie de calle delante de las escuelas, así como en los patios interiores y en las aulas. E hicieron completar a los menores completaron cuatros tests cognitivos a lo largo del año.
Se centraron en evaluar dos habilidades que se desarrollan con rapidez en la primera infancia y que resultan esenciales para el aprendizaje y el rendimiento escolar: la capacidad de atención y la memoria de trabajo. La primera permite atender a estímulos específicos de forma selectiva o concentrarse en una tarea concreta durante períodos de tiempo prolongados.
Los investigadores vieron que, de media, a pie de calle en los colegios se registraban unos 64 decibelios, una cifra superior a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para proteger la salud, que su guía de 2018 establece que no se deberían superar los 53 decibelios. El nivel de ruido variaba, como era de esperar, en función de la zona de la ciudad. Así, los centros escolares del barrio del Eixample, en el centro, estaban expuestos a niveles de ruido superiores que aquellos que estaban más próximos a la montaña de Collserola.
“De media, a pie de calle en los colegios se registraban unos 64 decibelios, una cifra que supera el límite de 53 recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para proteger la salud”
Al cabo del año, los investigadores vieron que la progresión de la memoria de trabajo y de la capacidad de atención fue más lenta en niños que atendían a colegios expuestos a mayores niveles de ruido exterior, procedente de la calle.
No obstante, matizan los autores, la ubicación no era el único factor que propiciaba la exposición a niveles de decibelios elevados, sino que constataron que también influye el tamaño de la escuela y lo cerca o lejos que queda el tráfico respecto a las aulas.
“En el monasterio de Pedralbes, por ejemplo, hay 10 decibelios menos que en la calle Aragó durante el día de media. Para comprender bien esa cifra hay que pensar que para aumentar 3 decibelios en una calle se necesita doblar la cantidad de tráfico que circula por ella”, explica Foraster.
No todo el ruido es igual
Respecto al ruido dentro de clase, hallaron que influían más las fluctuaciones en los niveles de decibelios que una exposición mayor a niveles medios. “Los picos de ruido en el interior de las aulas, como los que generan los coches al arrancar en un semáforo, son más disruptivos para el neurodesarrollo que la media de los decibelios”, resalta Foraster, que especifica que esos picos también se registran en colegios ubicados en zonas más silenciosas, por donde “de vez en cuando pasa una moto o un camión y genera un pico”.
“Los picos de ruido en el interior de las aulas, como los que generan los coches al arrancar en un semáforo, son más disruptivos para el neurodesarrollo que la media de los decibelios”
“Si hubiera una fábrica al lado del colegio de nuestros hijos no lo dudaríamos ni un momento”, se lamenta Guille López, portavoz de Revolta Escolar, un movimiento que aglutina a asociaciones de familia de numerosos colegios de Barcelona que reclaman entornos escolares menos contaminados y con menos ruido. “Hemos interiorizado y aceptado la idea de que la ciudad son coches y hemos normalizado el ruido. Pero es que somos la ciudad más ruidosa de Europa. Hay colegios que no pueden ni abrir las ventanas para ventilar”, destaca.
“Somos la ciudad más ruidosa de Europa. Hay colegios que no pueden ni abrir las ventanas para ventilar”
Los investigadores de ISGlobal también analizaron los niveles de decibelios en los hogares de los niños en 2012 a partir de mapas de ruido de tráfico rodado en la ciudad. Sin embargo, no hallaron relación entre ese ruido y el desarrollo cognitivo de los chavales. Hipotetizan que puede que se deba a que esas estimaciones de niveles de ruido no eran tan precisas como las mediciones que realizaron en el entorno escolar o que, tal vez, sea más perjudicial el ruido a que están expuestos durante las horas lectivas porque afecta a las ventanas vulnerables de concentración y procesos de aprendizaje.
Los resultados de este estudio, consideran los autores, son muy significativos de cara a diseñar políticas de salud pública, dada la ingente cantidad de menores expuestos a ruido de tráfico rodado en las escuelas.
“Una de las medidas más eficientes para proteger la salud de los niños durante las horas de aprendizaje es reducir el tráfico en los entornos escolares y apostar por otros tipos de movilidad”, considera Foraster.