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La próxima vez a la Luna irá una mujer

Sexismo en el espacio

La NASA deja atrás el machismo de la era Apollo y prevé enviar una astronauta al satélite

Toda la cobertura informativa del cincuentenario del Apollo 11

Christina Koch, una de las candidatas a ir a la Luna, celebrando el 4 de julio en la estación espacial con Nick Hague

Nasa / Reuters

“Llevar a un hombre a la Luna”. Estas fueron las palabras exactas del presidente John F. Kennedy en el histórico discurso ante el Congreso de Washington que inició la carrera espacial para enviar astronautas al satélite. Era mayo de 1961, otros tiempos. Hoy un presidente progresista como Kennedy utilizaría un lenguaje distinto. Diría “llevar a una persona a la Luna” o recurriría a una palabra de género neutro en inglés como “astronauta” o “americano/a”.

Pero en los años 60 no se cuestionó que quien llegara a la Luna debía ser un hombre. Y, efectivamente, los doce astronautas del programa Apollo que caminaron sobre la Luna entre 1969 y 1972 fueron todos hombres. Desde entonces, nadie ha regresado. Cuando se cumplen cincuenta años de la llegada de Neil Armstrong y Buzz Aldrin a la Luna el 20 de julio de 1969, aún ninguna mujer ha estado allí.

Esto puede estar a punto de cambiar con el nuevo programa Artemisa de la NASA que aspira a enviar un hombre y una mujer de nuevo a la superficie lunar en 2024, según anunció el 13 de mayo Jim Bridenstine, administrador de la agencia espacial. Que el calendario se cumpla dependerá de si el Congreso aprueba los presupuestos necesarios para volver a la Luna en cinco años. Pero, incluso si la misión se retrasa, es improbable que la NASA cambie su decisión de que en la próxima misión a la Luna vaya una mujer.

En cinco años

El programa Artemisa de la NASA prevé que una mujer llegue por primera vez a la Luna en 2024

“Pienso que esto podría ser transformador para mujeres jóvenes, no sólo de todo este país, sino de todo el mundo”, ha afirmado Bridenstine en declaraciones recogidas por la CNN. Enviar a una mujer astronauta por fin a la Luna supondría corregir la larga trayectoria de machismo que ha caracterizado a la NASA desde su fundación en en 1958.

Cuando se seleccionó la primera promoción de astronautas para el proyecto Mercury a finales de los años 50, trece mujeres –sobre 19 candidatas- superaron las mismas pruebas que se habían hecho a los hombres que querían ir al espacio. Sin embargo, se decidió que los siete astronautas seleccionados serían todos hombres. Las mujeres llegaron hasta el Congreso de Washington para poder ser admitidas. No les sirvió de nada.

Una carta enviada en 1962 por la NASA a una chica que quería ser astronauta, y que ha recuperado esta semana The New York Times, resume los prejuicios de la época: “no tenemos planes en este momento de emplear a mujeres en vuelos espaciales debido al nivel que se requiere de entrenamiento científico y de vuelo, y de las características físicas”.

Y ello a pesar de que a priori las características físicas femeninas son más adecuadas que las masculinas para los vuelos espaciales. De entrada, las mujeres suelen ser más pequeñas y ligeras, según observó Randolph Lovelace, el médico aeroespacial que evaluó a los astronautas del proyecto Mercury.

El físico importa

Las mujeres astronautas consumen menos alimentos, agua y oxígeno que los hombres y generan menos residuos

Lovelace, casado con una mujer aviadora que había batido récords de velocidad aérea, estaba convencido de las aptitudes de las mujeres para los vuelos espaciales. Observó que el coste de un lanzamiento está relacionado con la masa que hay que lanzar al espacio, por lo que astronautas livianos facilitan los lanzamientos. De hecho, si Yuri Gagarin fue seleccionado por la Unión Soviética como el primer astronauta de la historia, fue en parte porque medía 1,57 metros.

Pero más importante que el peso durante el lanzamiento es el metabolismo de los astronautas en el espacio. Lovelace observó que las mujeres, de media, consumen menos oxígeno que los hombres. Necesitan menos agua y alimentos, que también hay que cargar en las cápsulas y encarecen los lanzamientos. Y generan menos residuos corporales: menos dióxido de carbono, heces y orina que hay que pensar en cómo reciclar o eliminar.

La NASA decidió a finales de los años 50 que los candidatos a astronauta debían ser pilotos de pruebas militares, que estaban entrenados para informar del comportamiento de aviones nuevos o modificados para evaluarlos y mejorarlos. Pero dado que en aquella época el ejército de EE.UU. no permitía que las mujeres fueran pilotos militares, esta norma impidió que ninguna mujer pudiera ser astronauta.

El resultado fue que, mientras la soviética Valentina Tereshkova se convertía en 1963 en la primera mujer en viajar al espacio, la NASA no permitió que entraran mujeres en su cuerpo de astronautas hasta 1978. Y, cuando lo hizo, fue para adaptarse a la nueva legislación federal contra la discriminación.

La ventaja de ser pequeño

Uno de los motivos por los que Yuri Gagarin fue seleccionado como astronauta es que medía 1,57 metros

Cinco años más tarde, en 1983, Sally Ride despegaba a bordo del shuttle Challenger y se convertía en la primera estadounidense en órbita. Para que a una mujer se le concediera la responsabilidad de pilotar una nave espacial hubo que esperar a la misión de Eileen Collins en el Discovery en 1995. Y la primera misión de la NASA con una mujer como comdandante –de nuevo Eileen Collins, esta vez en el Columbia-, no llegó hasta 1999.

El pasado 29 de marzo la NASA intentó seguir avanzando hacia la igualdad con el primer paseo espacial de la historia protagonizado únicamente por mujeres. Sin embargo, tuvo que cancelarlo tres días antes al encontrarse que no tenía un traje espacial adecuado para las dos astronautas que debían salir al exterior de la estación espacial.

Traje espacial

Los trajes para paseos espaciales de la NASA son de 1978 y están diseñados para hombres

Lo que se presentó inicialmente como un contratiempo técnico es en realidad el resultado de la historia de sexismo de la NASA, según ha denunciado la escritora Mary Robinette Kowal en The New York Times. Los trajes de la NASA para paseos espaciales son de 1978, por lo que fueron diseñados para hombres. De las cinco tallas inicialmente previstas (XS, S, M, L y XL), se renunció a fabricar la XS, la S y la XL por razones de presupuesto.

Como a algunos hombres les iba justa la L, se recuperó la XL. Pero las dos pequeñas nunca se llegaron a fabricar, lo que desde hace décadas ha obligado a algunas astronautas a poner rellenos para que la talla M no les vaya tan holgada que les impida trabajar bien. El 29 de marzo sólo había un traje de talla M en la estación. Como las dos astronautas que debían salir al exterior necesitaban este traje, una tuvo que renunciar al paseo espacial y ceder el puesto a un hombre que se enfundó una L.

Los astronautas de la NASA Nick Hague (izquierda) y Anne McClain (derecha), preparándose para el paseo espacial el pasado viernes 22 de marzo, asistidos por Christina Koch (centro)

NASA

Estas astronautas, Christina Koch y Anne McClain, son dos de las doce candidatas a ir a la Luna en 2024 si la NASA recibe el presupuesto para sacar adelante el programa Artemisa en los próximos cinco años. Según ha adelantado Jim Bridenstine, administrador de la NASA, a la CNN, la primera mujer que pise la Luna “ya está en el cuerpo de astronautas. Será alguien que ya ha sido probado, alguien que ya ha volado, alguien que ya ha estado en la Estación Espacial Internacional”.