Dejar de ser vegetarianos nos permitió masticar menos y tener más cerebro
Evolución humana
Comer carne y disponer de herramientas redujo el tiempo dedicado a alimentarse
Masticar es un acto de vida o muerte. Los chimpancés se pasan la mitad del día masticando, en cambio los humanos tan solo le dedicamos un 5% de nuestro tiempo. No porque comamos menos sino porque la calidad de nuestra dieta y los alimentos procesados nos han facilitado la vida, sobre todo gracias a la cocción. Pero, ¿cómo se las apañaban nuestros ancestros antes del descubrimiento del fuego hace más de 500.000 años?
Katherine D. Zink y Daniel E. Lieberman, investigadores del departamento de biología evolutiva de la Universidad de Harvard (EE UU), publican hoy en Nature un curioso experimento que muestra cómo la introducción de la carne en la dieta y el uso de herramientas de piedra también modelaron los rasgos morfológicos de los primeros homínidos.
Librarnos de la masticación pudo jugar a favor de otras funciones como el habla”
Hace 20 años los antropólogos Leslie C. Aiello y Peter Wheeler ya defendieron que una alimentación rica en grasas y proteínas animales permitió un aumento del volumen cerebral del género Homo . Pero les faltaban las pruebas. “Esta investigación aporta datos numéricos a la hipótesis que explica cómo cambió el cráneo y la cara a lo largo de la evolución”, comenta Marina Lozano, arqueóloga y paleoantropóloga del Institut Català de Paleontologia Humana i Evolució Social.
Dientes y estómagos más pequeños
Hace casi unos dos millones de años apareció el Homo erectus . A diferencia de sus antepasados tenía un cuerpo y un cerebro más grandes. La especie necesitaba comer más pero “paradoxalmente”, resaltan los investigadores del estudio, sus dientes evolucionaron hacia un menor tamaño, sus músculos faciales perdieron fuerza para morder y masticar, y se les redujo el estómago. ¿Cómo sobrevivieron con unas características que aparentemente dificultaban la obtención de más energía calórica sin disponer aún del fuego?
Los científicos han recreado las condiciones del Paleolítico inferior en el laboratorio con 14 voluntarios para comprobarlo empíricamente. Los sujetos se alimentaron con muestras de carne cruda de cordero, zanahorias, remolachas y otros vegetales que pudieron manipular con reproducciones de herramientas de piedra. Los sujetos masticaron con electrodos por toda la cara para que los autores del estudio pudieran registrar la actividad de los músculos faciales y correlacionar los dactos con la fuerza masticatoria.
“Es una investigación extraña y divertida”, comenta Carles Lalueza-Fox, investigador del Instituto de Biología Evolutiva de la Universitat Pompeu Fabra - CSIC después de leer el trabajo. En rueda de prensa, Lieberman admite que el estudio es “muy gracioso” pero que las diferencias porcentuales y no absolutas los mantiene en un “terreno seguro”.
Una dieta con carne redujo un 17% la masticación un 27% la fuerza requerida”
Los resultados muestran que una dieta compuesta por una tercera parte de carne y la disponibilidad de herramientas líticas redujo un 17% la masticación y un 26% la fuerza requerida para trocear el alimento antes de engullirlo.
“Los humanos somos incapaces de masticar carne cruda, es como masticar un chicle”, cuenta Zink sobre los experimentos. Lieberman añade que el diseño de los dientes humanos es “muy pobre” para mascar carne sin procesar. Los investigadores resumen cortar la comida a trocitos es “super importante” para reducir el esfuerzo de la masticación porque mejora mucho los trozos que uno se traga, y así dedicar menos tiempo a comer y más a otras cosas.
Los autores sospechan que librar a nuestros antepasados de la ardua tarea de masticación pudo jugar a favor de la selección de otras funciones. Una de ellas podría ser mejorar la capacidad del habla influenciada también por una capacidad oral más corta. “Ahora nos podemos permitir ser vegetarianos, pero hubo un momento evolutivo en que no”, bromea Lozano.