Europa asume el liderazgo del “free world”

Dos películas de Peter Sellers ayudan a entender la trayectoria de Europa y la OTAN en tiempos de guerra

Fotograma de la película The mouse that roared con Peter Sellers (izqquierda)

Fotograma de la película `The mouse that roared` con Peter Sellers (izquierda)

El blog Diario Itinerante ya adopta este nuevo formato, tras 22 años en el antiguo formato, otro indicio de que el viejo orden mundial  se derrumbe y que, tal y como supo Mao Zedong, "¡hay  caos bajo el cielo, la situación es excelente!”.

La decision de Donald Trump de buscar la paz con Rusia e ir retirando el apoyo de Estados Unidos a la alianza atlántica, -si es que va en serio-, debería ser una oportunidad para  replantear las relaciones internacionales en un mundo que se desliza hacia una catástrofe bélica. (1)

Habría que crear mecanismos para restaurar la fe de Rusia y China tras décadas de innecesaria expansión de la OTAN y guerras genocidas libradas por Occidente en Asia y el resto del sur. Habría que abandonar, de una vez, la terminología colonialista de Occidente frente al resto, y dejar de ser prepotentes en nuestra definición de la libertad y la democracia.  Mientras tanto, se puede buscar sistemas de seguridad para países como Ucrania basados en acuerdos y no amenazas tal y como plantea mi ex compañero de la Vanguardia Rafa Poch aqui .

Si Pete Hesgeth, el secretario de Defensa, que EE.UU. ya no considera prioritaria la seguridad de Europa, esto debería entenderse como la mejor noticia para nuestras democracias soberanas desde la Segunda Guerra Mundial.

Todo eso lo afirma el excelente analista Thomas Fazi: el terremoto de Trump debería ser una oportunidad para “rehacer el sistema internacional y evitar que superpotencias utilicen países para hacer guerras en su propio interés (proxy wars). Para eso se necesitaría un replanteamiento profundo del papel de EE. UU. en el mundo”.

Pero si este es un momento de carpe diem, en Europa nadie se ha dado cuenta. En  vez de aprovecharlo, la UE parece haber decidido tomar el relevo de EE. UU. al mando del tanque o, puesto que ya somos nostálgicos por la guerra fria, por del B52  Stratofortress. 

“¡El mundo libre necesita un nuevo líder!” proclamó  Kaja Kallas, responsable de política exterior de la UE y ex primera ministra de Estonia. Luego añadió: “¿Si no presionamos a Moscú, cómo vamos a derrotar a China?” 

“Kallas solo parece saber de Rusia; para ella, el resto del mundo es un gran espacio en blanco”, me comentó Pankaj Mishra , autor del nuevo libro El mundo después de Gaza (Galaxia Gutenbrg, 2025)  “No sé cómo llegó a ser la máxima responsable de política exterior europea”.  

Lo curioso es que el  lenguaje  de guerra permanente  llegó a Europa desde Washington, ya antes de la invasión de Ucrania, utilizando a Kallas y a otros líderes de los estados bálticos como cabeza de puente. Los  tres pequeños estados, Estonia, Lituania y Letonia, incorporados  a la OTAN en 2004 , eran los únicos países europeos que sintonizaban al cien por cien con la paranoia apocalíptica de los halcones de los think tanks neoconservadores de Washington.  

Eso lo comprobé cuando  asistí a la conferencia Lennart Meri en el Hotel Radisson de Tallin en 2022 unos meses después de la invasión rusa a Ucrania. El ambiente  en la conferencia evocaba entonces la película satírica de Stanley Kubrick , Dr. Strangelove or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomben la que el brillante actor cómico Peter Sellers interpreta a tres personajes, el presidente de Estados Unidos,  un delirante científico nazi y un perplejo oficial de las fuerzas aéreas británicas.

El argumento: una guerra nuclear es provocada por un delirante general estadounidense encerrado en una base de las fuerzas aéreas y convencido de que Rusia está a punto de invadir para  que el comunismo pueda seguir extrayendo los “jugos corporales” de los ciudadanos del free world, o sea el mundo libre de Kaja Kallas,

Aquellos días en Tallin, Kallas y los halcones de la Guerra Fría estadounidenses —generales de cinco estrellas del Pentágono, representantes de think tanks neoconservadores de Washington, directores de grupos de promoción de la democracia vinculados a la CIA— no llegaron a hablar de jugos corporales aunque Anna Wieslander , la directora sueca del think tank  Atlantic Council, sí llegó a decir que la entrada de Suecia y Finlandia había sido  “el sueño húmedo de los estrategas militares  occidentales ”.  

 Lo cierto era que los halcones de la alianza atlántica se mostraban optimistas en aquella conferencia en Tallinn por primera vez desde la caída del muro de Berlin.Tras la invasión rusa de Ucrania, por  fin, podrían convencer a los franceses y los alemanes  de que hacia falta prepararse para la guerra. Los representantes de las fabricantes multinacionales de armas estadounidenses y europeas, como BAE Systems, y Saab, que patrocinaban el evento, compartían la euforia. 

En las salas del Radisson  y los restaurantes en el centro medieval, grupillos integrados por generales del Pentagono vestidos de uniforme ecompaginaban advertencias asustadoras sobre los planes de Putin de ocupar toda Europa con análisis sobre la debilidad  de las fuerzas armadas rusas y la inevitabilidad de una victoria ucraniana.   Una contradicción, desde luego,  pero funcionaba.

“Tenemos que decirle a Putin: "¡Tú tienes armas nucleares, nosotros también; si quieres guerra, la puedes tener; no te tenemos miedo!”, me dijo un ministro letón, como Sellers en su papel de ingeniero nazi de la bomba en Dr. Strangelove

Las potencias europeas -Merkel, Macron- ya empezaban a ceder la narrativa sobre Rusia a los radicales bálticos como Kallas, la “dama de hierro en tiempos de guerra”, según la retrató The New Statesman, así como  los neocons en Washington. 

Pero aunque ya habían empezado a amar la bomba,  los alemanes y los franceses aquel año en Tallinn aún eran más pragmáticos, y menos visceralmente rusofobos, que los  estadounidenses, los estonios, los lituanos  y los letones. Un noruego intentó impedir que se hablase del Báltico -por donde salen del puerto de  Murmansk, los submarinos nucleares rusos- usando el término  “mar de la OTAN”.   “Solo los estados bálticos parecen entender el peligro“ me dijo después Ben Hodges un general jubilado de Jacksonville (Florida), incondicional  de las conferencias Lennart Meri. 

Tres años después,  todo se ha puesto al revés. Los lideres de la potencias europeas, de repente, se han convertido en neoconservadores estonios , y los estadounidenses son  los pragmáticos . 

Kallas, con su plan de liderar el free world desde el Báltico, me hizo pensar en otra película  pacifiista, ésta del genero británico del Ealing Comedy en la que  Sellers interpreta a múltiples personajes: The Mouse That Roared. (el ratón que rugió, que puede verse entera en este enlace). 

Dirigida en 1959 por Jack Arnold, la película es una mezcla de slapstick y sátira cuenta la historia el Gran Condado de Fenwick, un diminuto y arcaico país en el centro este de Europa, que decide declararle la guerra a Estados Unidos. Su primer ministro, el conde Mountjoy (Sellers), manda a una veintena de soldados vestidos con trajes de armadura medieval a Nueva York para invadir a la superpotencia. Pese a la idea inicial de ser derrotada al tomar tierra en Manhattan y beneficiarse de la generosidad que EE.UU. había mostrado con Alemania tras la Segunda Guerra Mundial, el líder militar  de la delirante expedición (Sellers) consigue hacerse con un prototipo de una nueva  bomba nuclear porloque  piensa que el Gran Condado de Fenwick puede ganar a Estados Unidos y cualquier otra potencia. No contaré mas spoilers sobre el fin que, ya saben,  puede ser apocalíptico o no. Pero, es difícil no pensar que con  Kaja Kallas y la doctrina Estonia al mando, Europa parece ser el ratoncito que rugió en una película de disparates y con elevado  riesgo de un fin infeliz.

(1) Por todo esto, suscribo a este nuevo manifiesto por la paz ya en circulación e invito a los lectores a firmar aqu

Llamamiento a favor de la paz y el desarme

Alarmados por el lenguaje orwelliano que se ha instalado en el discurso político europeo según el cual la guerra es el camino hacia la paz mientras que la paz sólo lleva a más guerra, hacemos un llamamiento a la cordura.

Los ciudadanos europeos nos hemos convertido en pasajeros involuntarios de un tren conducido por unos gobernantes que, con el declarado pretexto de “hacer sangrar a Rusia”, pretenden ignorar las consecuencias desastrosas de un conflicto del que todos seremos perdedores.

En vísperas de anteriores conflictos europeos, por ejemplo la Primera Guerra Mundial, valientes intelectuales de las naciones enfrentadas, entre ellos Jean Jaurès, Romain Rolland, Bertha von Suttner o Bertrand Russell, se pronunciaron públicamente a favor de la paz, aunque por desgracia sus voces no fueran atendidas.

Hoy es atronador en todos los países el silencio de los intelectuales, que, al igual que el resto de los ciudadanos europeos, parecen preocupantemente anestesiados. Y cuando alguno decide hacer oír su voz a favor de las soluciones diplomáticas es inmediatamente difamado como “marioneta de Putin”.

Condenamos inequívocamente, por contraria al derecho internacional, la invasión rusa de Ucrania, pero somos conscientes de que esa tragedia es consecuencia también de la persistencia de una organización militar, la OTAN, calificada de “defensiva” y que, lejos de disolverse al no tener ya enfrente al bloque comunista, siguió ampliándose y llevó su expansión hasta las fronteras mismas de Rusia frente a las promesas que se le hicieron entonces al más alto nivel.

La guerra de Ucrania dura ya tres años; las víctimas a ambos lados superan con mucho el millón, aunque ninguno de los países enfrentados dé cifras oficiales, entre muertos, heridos y mutilados.

A lo que hay que añadir los millones de ucranianos que huyeron del país, unos a Europa Occidental, otros a Rusia, todos ellos intentando escapar de la violencia. Un auténtico desastre humano.

Los Estados Unidos de Donald Trump, más preocupados por lo que perciben como el creciente poderío de China o la situación de Oriente Medio, parecen decididos a expoliar a Ucrania, y de paso también, a endeudar a Europa, debilitando aún más nuestro Estado social, en beneficio de la industria militar estadounidense.

Y nuestros gobiernos, negándose a aceptar que, dada la desigual relación de fuerzas, la guerra está perdida, arropan al presidente ucraniano prometiendo el envío de más armas y dinero para que el ejército ucraniano siga luchando hasta el último hombre o la última mujer.

Todo ello mientras proponen militarizar de modo acelerado nuestras naciones con el espantajo de un enfrentamiento con Rusia.

¿Han pensado nuestros gobernantes que, al no existir ya aquellos acuerdos de limitación de armamentos firmados durante la Guerra Fría y que tanto contribuyeron al mantenimiento de la paz, el enfrentamiento militar con una potencia nuclear como Rusia podría desembocar en una tercera, y esta vez definitiva, guerra mundial?

Hacemos un llamamiento a los políticos para que no olviden las dos grandes guerras que ensangrentaron el pasado siglo el continente y, abandonando la neolengua de George Orwell, trabajen activamente a favor de las soluciones diplomáticas.

Es la única manera de evitar futuras masacres que arrasen naciones para el mero lucro de la poderosa industria armamentística.

FIRMANTES 

Fernando Aguiar González (investigador)

Javier Aguirre Santos (profesor)

Luis Alegre Zahonero (profesor de universidad)

Tariq Ali (escritor, director de cine e historiador paquistaní-británico)

Luis Alonso (artesano comerciante)

Txetxu Ausín Díez (investigador)

Olga Belmonte García (profesora)

Constantino Bértolo (crítico cultural)

Marie-Hélène Caillol (politóloga y profesora francesa)

Jorge Cano Cuenca (profesor de Filosofía antigua)

Marta Castellanos Garcés (profesora de educación secundaria)

Alberto Conde (profesor y traductor jubilado)

Juan Luis Conde (escritor y profesor de universidad)

Federico Corriente Basús (traductor y autor de informes críticos)

Inés Delgado-Echagüe (maestra de educación infantil)

Graciela Fainstein Lamuedra (investigadora)

Thomas Fazi (periodista y escritor angloitaliano)

Carlos Fernández Liria (profesor de universidad)

Amelia Gamoneda (catedrática de universidad)

Marysol García Martínez (pintora)

Susana Gómez López (directora de escena)

Belén Gopegui (escritora)

Ulrike Guérot (politóloga alemana)

Gabriele Gysi (actriz y directora de teatro alemana)

Pollux Hernúñez (traductor jubilado)

Maite Imbernón (profesora)

Corinna Kirchhoff (actriz alemana)

Bernard Legros (periodista belga)

Félix Manzarbeitia Arambarri (patólogo)

Bernd Marizzi (profesor de universidad)

Elisa Martínez Garrido (profesora de universidad)

Ricardo Martínez Llorca (escritor)

Pilar Muñoz (periodista)

Emilio Muñoz Ruiz (profesor emérito)

Viviana Paletta (poeta y editora)

Pepe Peña (profesor de Filosofía, editor, documentalista)

Kees van der Pijl (politólogo neerlandés)

Rafael Poch-de-Feliu (experiodista jubilado)

Manuel Quejido Villarejo (pintor en acción)

Joaquín Rábago (periodista)

Hauke Ritz (escritor alemán)

Andy Robinson (periodista y escritor)

Jorge Rubio Redondo (maestro)

Matilde Sáenz (profesora)

Javier Sáez de Ibarra (escritor)

José Luis Santalla (fotógrafo)

Fernando Sanz Santa-Cruz (médico)

Berta Sarralde (profesora)

Michael von der Schulenburg (europarlamentario alemán)

Federico Soto Díaz-Casariego (profesor jubilado)

Peter van Stigt (periodista neerlandés)

Olegario Torralba (periodista)

Luis Torrego Egido (profesor de universidad)

Jorge Valdano Sáenz (guionista)

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