Ali rehúsa combatir en Vietnam

Hace 50 años

En el centro de entrenamiento de las Fuerzas Armadas en Houston, Texas, el 28 de abril de 1967, el campeón del mundo de los pesos pesados Muhammad Ali se negó a dar un paso al frente cuando por tres veces lo emplazaron a enrolarse en el ejército estadounidense

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Muhammad Ali

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Muhammad Ali, nacido Cassius Marcellus Clay, ha sido uno de los grandes boxeadores de la historia. Medalla de oro en la categoría de los semipesados en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, campeón del mundo de los grandes pesos en 1964 –el mismo año en que abrazó la fe musulmana, se cambió el nombre y se adhirió a la Nación del Islam-. Desposeído del título en 1967 por negarse a prestar el servicio militar en el ejército estadounidense, recuperó la corona mundial en 1974 en un combate legendario contra George Foreman en Kinshasa, Zaire. Aún tuvo tiempo de perderla ante Leo Spinks y volver a conquistarla frente al mismo rival antes de su tardía retirada en 1981, ya aquejado de Parkinson, la enfermedad que le causaría la muerte en el 4 de junio de 2016.

Pero Ali no solo fue uno de los grandes del cuadrilátero sino un deportista que sacudió la conservadora sociedad estadounidense de los años sesenta, espantada por la oposición a la guerra de Vietnam, la reivindicación de los derechos civiles de la minoría negra y la rebeldía juvenil que caracterizó la década. La personalidad de Ali -orgulloso, fanfarrón, provocador- mezcló bien con el nuevo papel de los media en el deporte, especialmente con la televisión. Esa misma personalidad, junto a sus creencias religiosas, le indujo a decir no al ejército, afrontar tres años y medios sin boxear y convertirse durante mucho tiempo en uno de los personajes más odiados por, al menos, la mitad del país, que anhelaba su derrota cada vez que subía al ring.

Cassius Clay nació el 17 de enero de 1942 en Louisville, Kentucky, en el seno de una familia de clase media. Con dieciocho años ganó la medalla de oro de los semipesados en las olimpiadas de Roma de 1960. En la posterior rueda de prensa –siempre fue habilidoso para manejarlas contra enemigos y adversarios- defendió fervientemente a su país frente a los rusos. Pero este papel de negro bueno, que tanto gustaba a los estadounidenses, duró poco. De regreso a Louisville fue recibido como un héroe local, lo que no le evitó ser objeto de discriminaciones en locales y restaurantes. Después de uno de estos altercados raciales lanzó la medalla olímpica al río Ohio –según su confesión-. Otros, como su amigo Norman Mailer, no descartaron que la hubiera perdido.

En octubre de 1960 debutó como profesional, consiguiendo 19 victorias -15 por KO - durante los tres años siguientes.  El 25 de febrero de 1964 obtuvo, contra todo pronóstico, el título mundial al vencer al rocoso Sonny Liston. Clay, apoyado en el Convention Hall de Miami Beach por Malcom X, se convirtió en el campeón más incómodo para la Norteamérica blanca. Al día siguiente anunció su conversión a la fe musulmana y su ingreso en la Nación del Islam. El 6 de marzo adoptó el nombre de Muhammad Ali, que muchos estadounidenses, incluyendo los medios de comunicación, se negaron a utilizar durante años. El rechazo a sus opiniones y “el mal ejemplo que daba a la juventud”, junto a otros intereses comerciales, llevó una de las asociaciones -la World Boxing Association (WBA)- a desposeer a Ali del título solo un mes después de conquistarlo.

Tras unos combates fáciles, en mayo de 1965, le concedió la revancha a Sonny Liston. El combate apenas duró un minuto. Un golpe invisible, todavía hoy discutido, acabó con Liston en la lona. Las sospechas de tongo o la influencia de los musulmanes negros se sumaron a los recelos tradicionales ante un deporte, con frecuencia, manipulado por las apuestas.

El clima de hostilidad contra Ali subió como la espuma cuando fue llamado a filas –en plena escalada de la guerra de Vietnam-. Durante todo el año 1966 presentó sucesivos requerimientos contra la decisión de declararlo apto para el servicio, alegando razones de conciencia debido a su religión, pero sólo consiguió algún aplazamiento para que pudiera defender el título. Además, sus categóricas declaraciones contra la guerra de Vietnam, entre ellas su famosa “Tío, no tengo nada contra esos Vietcong”, no le ayudaron.

Finalmente, tras la negativa del Tribunal Supremo a concederle un nuevo aplazamiento para su incorporación a filas, el 28 de abril de 1967 Muhammad Ali se presentó en el centro de entrenamiento del ejército de Houston, pero permaneció inmóvil y callado a los requerimientos del oficial de alistamiento, que ante su mutismo le informaba de la pena a la que podía ser condenado por desertor. El campeón, desafiante, no respondió a los avisos –ni cuando lo citaron como Cassius Clay ni cuando lo hicieron como Muhammad Ali-. Ese mismo día, la Comisión Atlética del Estado de Nueva York le desposeyó de su título mundial y de la licencia de boxeador –otros estados siguieron el ejemplo y le suspendieron el permiso para boxear-.

El 20 de junio el Tribunal Federal de Houston le condenó a cinco años de prisión y 10.000 dólares de multa. Comenzó así un largo periplo de tres años y medio alejado del boxeo. Pese algunos intentos de personalidades negras para encontrar una solución o la amenaza de acabar en la cárcel, siempre se negó a  retractarse, convencido de que cuando pudiera volver a boxear recuperaría la corona “que no me pudo arrebatar nadie en el ring”.

Permaneció en libertad provisional bajo fianza mientras presentaba recursos de apelación, primero ante un tribunal de Houston, más tarde ante uno de Nueva Orleans –junio de 1968-. Cuando las sentencias ratificaron la condena, recurrió al Tribunal Supremo de Estados Unidos. Curiosamente, en diciembre de 1968, ingresó durante diez días en la cárcel de Dade , Miami, para cumplir una sentencia por una antigua infracción de tráfico. Alí, siempre provocador, manifestó: “Será un buen entrenamiento si tengo que cumplir prisión por haber evadido el servicio militar”.

Ali pasó los dos años siguientes viajando por el país, realizando conferencias en escuelas y universidades. La sociedad estadounidense, cada vez más crítica con la guerra de Vietnam, comenzó a apreciarle  Se sucedieron los intentos para que se le levantara la prohibición de boxear.  En septiembre de 1970, un juez federal de Texas consideró que la suspensión de Ali era “arbitraria e irrazonable” y,  poco después, la misma comisión neoyorkina que le había desposeído del título le concedió de nuevo la licencia para boxear.

Muhammad Alí regresó al ring en octubre de 1970. Obtuvo dos victorias, pero perdió el combate por el título contra Joe Frazier, el 8 de marzo de 1971. El 28 de junio de ese mismo año, el Tribunal Supremo anuló la condena contra Alí por motivos de forma –entre ellos, las escuchas telefónicas realizadas por el FBI- sin entrar en el fondo de la cuestión: el derecho a la objeción de conciencia.

Volvió a enfrentarse a Frazier –ya desposeído del título- en enero de 1974, esta vez con victoria a los puntos. En octubre de ese mismo año recuperó el título de los pesos pesados al dejar fuera de combate en el octavo asalto al campeón George Foreman, en Kinshasa, capital del Zaire, gobernado por el dictador Mobutu Sese Seko. En el que se llamó el combate del siglo , Muhammad Ali, apoyado por más de 120.000 enardecidos espectadores que gritaban “Ali, mátalo”, recuperaba la corona que había perdido en los despachos siete años antes. Fue su momento de máximo esplendor, la prueba de que era el más grande , como siempre pregonaba, en un deporte hoy poco valorado, pero que durante muchas décadas del siglo XX fue uno de los predilectos de los aficionados, siempre ávidos de figuras míticas y gestas épicas que les distraigan de la cotidianidad. Ali lo consiguió, es una leyenda universal.

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