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Pro-natalistas: en busca de la familia numerosa (blanca y perfecta) para salvar el mundo

Vivo

El billonario Elon Musk es el abanderado del pronatalismo, un movimiento cuya misión es salvar el primer mundo del hambre, la carestía y la inmigración teniendo el máximo número de hijos

No es una ideología nueva, pero llama la atención su resurgir en Estados Unidos, en sintonía con el avance de la extrema derecha; en España es un movimiento más oculto, aunque Vox lo reivindica sin ambages

Simone y Malcolm Collins, impulsores de la corriente del pronatalismo en Estados Unidos, con tres de sus cuatro hijos

Wikipedia

Tenemos a Kai, a Saxon y a Damian. A Exa Dark Sideræl, a Strider y a Techno Mechanicus. Así se llaman seis de los once hijos de Elon Musk, el billonario con varias misiones: de colonizar Marte a salvar la tierra. Para Musk, nuestro planeta está en peligro, pero no debido al cambio climático ni a la amenaza nuclear. No, para Elon Musk el principal riesgo para la civilización es el colapso demográfico en los países más desarrollados. Y, como en tantas otras cosas, está dispuesto a actuar. Aquí, predica con el ejemplo: es padre de once criaturas y su figura está detrás del alza en EEUU de una corriente ideológica conocida como pronatalismo.

El movimiento pronatalismo se basa en una premisa: a medida que las sociedades se hacen más prósperas hay menos hijos, pero se necesitan 2.1 bebés de media para que las poblaciones permanezcan estables. Esto no ocurre en cada vez más países, por lo que nos encontramos con lo que califican de “bomba de relojería”. Los neonatalistas alertan sobre un futuro de “ancianos muriéndose de hambre” debido a esta falta de descendientes, necesarios para mantener las pensiones y los niveles de vida. Para evitarlo, se insta a las parejas a tener el máximo número de criaturas; retornar al modelo de familia numerosa y tradicional, en la que la mujer es la principal responsable de los cuidados.

(El pronatalismo)es mucho mayor en sociedades patriarcales, con fuerte influencia religiosa, donde las mujeres no pueden elegir ser o no ser madres

Nandita BajajDirector ejecutivo de Population Balance

Otro aspecto clave en el pronatalismo del siglo XXI es la búsqueda de una prole perfecta. Para ello, se recurre a la ciencia. Así lo hacen Malcom y Simon Collins, portavoces de esta ideología en EEUU. Antes de cada embarazo (a través de fertilización in vitro), el matrimonio Collins realiza una selección genética de los embriones. En el pronatalismo —que triunfa en lugares con egos desatados, como Silicon Valley—, no sólo se quieren familias numerosas: también se buscan familias perfectas. Y blancas. El movimiento está vinculado al “Gran Reemplazo”: una teoría conspirativa que sostiene que la población blanca y cristiana está siendo reemplazada por otros pueblos, con tonos de piel y credos diferentes. La única manera de combatir este reemplazo es una mayor natalidad de los autóctonos.

La presión por tener hijos no es nueva. “El pronatalismo emergió en un momento en el que las poblaciones humanas eran relativamente pequeñas. Hoy está en todas partes, aunque es mucho mayor en sociedades patriarcales, con fuerte influencia religiosa, donde las mujeres, simplemente, no pueden elegir el ser o no ser madres”, explica Nandita Bajaj en el podcast Population 8 billions.

Es un movimiento reaccionario. No hemos de admitir que ningún régimen, ninguna ideología, ninguna religión ni código supuestamente ético-moral, intervengan sobre la libertad de matriz

Norbert BilbenyCatedrático de Ética de la UB

Para esta académica, especializada en equilibrio demográfico, detrás del alza del pronatalismo en países como Estados Unidos y Hungría, está el auge del nacionalismo de derechas. En estos países, denuncia, “sus líderes están ejerciendo mecanismos coercitivos para que las mujeres tengan hijos en contra de su voluntad”. A destacar, la prohibición del aborto y las dificultades para acceder a servicios de salud sexual y reproductiva; objetivos de una derecha cada vez más radicalizada. “¡Quiero un baby-boom!”, grita Donald Trump, el aspirante a la Casa Blanca, cuya administración restringió el aborto en Estados Unidos y, si gana, promete expulsar a millones de inmigrantes ilegales. 

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El pronatalismo considera que la inmigración no es la solución a la crisis de natalidad. ¿Sus argumentos? Los inmigrantes no se comprometen con su lugar de llegada y mandan el dinero fuera. O, simplemente, no son “los nuestros”. En un reciente mitin, Santiago Abascal, líder de VOX, reivindicaba los nacimientos patrios con estas palabras: “Los progres de todos los partidos, del PSOE o del PP, nos dicen que en España hacen falta 25 millones de inmigrantes en los próximos 35 años, cuando lo que hace falta son 25 millones de niños… ¡españoles!” 

“La natalidad y la demografía son temas antiguos, con ramificaciones ideológicas, de tipo moral, religioso y político”, dice Norbert Bilbeny, filósofo y ensayista. “Mientras la religión y la moral van hacia el pronatalismo”, añade, “la economía y determinados regímenes políticos van por el anti-natalismo que, sobretodo, surge con el crecimiento industrial. Ya a principios del siglo XIX Malthus advertía que la población no podía aumentar de esta manera. Incluso el alabado Club de Roma, en los años 70, instaba a controlar el crecimiento demográfico. Si no, no habrá nutrición ni espacio para todos”.

Pero el que haya casi ocho mil millones de habitantes en el planeta y que la riqueza esté mal distribuida no parece preocupar al pronatalismo más ferviente. Para esta ideología, el objetivo es uno: crecer y multiplicarse. Aunque, como señala Nandita Bajaj, la presión de ser madres y padres está tan integrada en nuestra conducta: “Que se considera que ha de ser el punto central de nuestras existencias”. Además de las presiones políticas, religiosas y económicas, Bajaj cita “las presiones culturales”, presentes tanto en las propias familias como en los medios, donde el embarazo y la crianza se glorifican. Todo ello: “Impide una reflexión respecto a la elección de tener o no tener hijos: sus implicaciones éticas y personales y su impacto en el planeta”.

Norbert Bilbeny, catedrático de ética en la Universidad de Barcelona, no vacila en calificar el pronatalismo como: “Un movimiento reaccionario. Un botarate”. Porque, asegura: “Las matrices son libres”. Por tanto, desde un punto de vista ético: “El que haya políticas demográficas es una intromisión en una intimidad muy profunda de la persona. No hemos de admitir que ningún régimen, ninguna ideología, ninguna religión ni código supuestamente ético-moral, intervengan sobre la libertad de matriz”.

El caso de España

“Hay quienes están por la anti inmigración. Tanto la declarada, como la señora de Ripoll, o la solapada; es decir, quienes lo piensan, pero no lo dicen”

En países como España hay una larga tradición pronatalista. Desde las políticas en favor de las familias numerosas del Franquismo a las ristras de criaturas que caracterizan al Opus Dei. “Pero no solo Franco era pro-natalista”, matiza Bilbeny. “En Catalunya, hubo un antifranquista importante, el economista y demógrafo Josep Antoni Vandellós, que en 1935 escribió Catalunya, poble decadent. En este ensayo, el autor instaba a los catalanes a tener más hijos para mejorar la economía: “Pero, especialmente, para evitar que hubiera más hijos de inmigrantes”. El libro, dice Bilbeny, se continua reeditando. ¿Y quién lo compra? “Pues quienes están por la anti inmigración. Tanto la declarada, como la señora de Ripoll, o la solapada; es decir, quienes lo piensan, pero no lo dicen”.

Mientras los argumentos xenófobos, a veces, se disimulan, los económicos se esgrimen sin complejos. Sin muchos más hijos, avisan desde el pronatalismo, no habrá pensiones, ni estado del bienestar ni alimentos. ¿Estamos destinados a ser ancianos víctimas de la hambruna? Le planteo la cuestión a Mercedes Ayuso, Catedrática de Estadística Actuarial de la Universidad de Barcelona, quien, como buena académica, tiene una visión más sosegada del asunto.

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Ayuso explica que en las pensiones hay dos variantes fundamentales: la económica y la demográfica. “En la primera, es muy importante el mercado laboral: necesitas una población activa que compense la población pasiva, para que se paguen las pensiones cada año”. En la parte demográfica, añade, lo que sucede en España es que la pirámide poblacional se está invirtiendo: la supervivencia de las personas, a partir de los 65 años, es muy alta y hay menos nacimientos. “Como en otras economías desarrolladas, aquí ha ido disminuyendo la tasa de fertilidad, que no llega a 1.2 hijos por pareja”. Una situación, describe: “¡Para echarse las manos a la cabeza!”, que precisa de dos factores para enderezarse: la natalidad y la inmigración. “Los flujos migratorios son muy importantes en pensiones, porque pueden ayudar a sujetar el sistema, ya que viene gente que cotiza”, sintetiza.

Si me preguntas si hay que hacer políticas de natalidad, te digo que sí. Pero no por connotaciones ideológicas

Mercedes AyusoCatedrática de Estadística Actuarial de la UB

A Ayuso le parece improbable esa visión de ancianos muertos de hambre (“Puede ocurrir que se propongan recortes, pero las pensiones se van a cobrar”), pero sí le preocupa la cuestión de los cuidados de larga duración. “Si la tasa de fertilidad cae tanto, la duda es: cuándo estas personas envejezcan y necesiten cuidados, ¿el sistema público va a poder afrontar el coste, además de las pensiones?”.

Más allá de aspavientos ideológicos, el asunto de las políticas de natalidad no es baladí, dice esta catedrática. “Por eso, si me preguntas si hay que hacerlas, te digo que sí. Pero no por connotaciones ideológicas, sino porque creo que una política de natalidad, bien fundamentada, no tiene por qué estar mal”. Ella aboga por políticas de servicio, que garanticen los cuidados, frente a las de dinero. Y es que la gente, dice, quiere hijos: “Cuando se hacen encuestas, el número que se repite sistemáticamente es ‘dos’, pero estamos claramente por debajo. Por eso, no vería mal avanzar en el desarrollo de políticas públicas que permitiesen aumentar esta tasa”.

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