La frase ‘ir al psicólogo’ ya ha perdido el sentido para muchas personas. Y es que aunque cada vez son más las que consultan a un especialista en salud mental, muchas no necesitan desplazarse para hacerlo. Con una videollamada basta. La pandemia llevó a que muchas de las actividades que hasta el momento se consideraban necesariamente presenciales comenzaran a realizarse de forma online desde casa. La terapia psicológica fue una de ellas. Sin embargo, más que una medida de excepción, parece que esta tendencia ha llegado para quedarse. Pero, ¿sirve hacer terapia por Zoom?
“Dentro del ámbito psicoanalítico había opiniones muy negativas respecto a la terapia online. Se decía que no servía. La pandemia puso todo eso patas arriba. Tanto terapeutas como pacientes nos tuvimos que adaptar a lo digital, y en un contexto tan hostil los efectos fueron positivos”, dice la psicóloga Clara della Croce. “A raíz de la pandemia y sobre todo después del periodo inicial de confinamiento se ha observado un incremento exponencial en la terapia online, sobre todo en el último año. Antes era algo excepcional”, añade Noemí Guillamón Cano, psicóloga de jóvenes y adultos en el Espai Nona de Barcelona.
Las claves
Comodidad, conciliación y ahorro de tiempo (y del dinero del desplazamiento)
En efecto, los estudios más recientes revelan que el 95,30% de los psicólogos encuestados en julio de 2021 realizaban consultas en línea, más del doble que en 2017 (52,19%). “Esto se ha convertido en una modalidad más a la que pueden optar personas que podrían hacer terapia presencial, pero que prefieren hacerla online” explica Noemí Guillamón Cano. “Puede ser por su ritmo de vida, por comodidad o por el hecho de residir en sitios donde hay menos opciones. A nivel de conciliación de trabajo, ocio y otras responsabilidades, no tener que desplazarse es un plus. También, por ejemplo, si quieres hacer una terapia en tu lengua materna o con un terapeuta de tu país de origen”.
Giuliana Gramaglia (29) es argentina, vive en Barcelona y hace terapia online desde hace un año y dos meses con una psicóloga de su misma nacionalidad. “Empecé a hacer terapia virtual porque quería hacerla con alguien de mi país. Sentía que podía conectar más”, explica. Y añade: “Todo lo online, como las clases virtuales o el trabajo remoto, al principio te genera dudas. Pero probé, me pareció cómodo y me gustó la terapeuta, que es lo más importante. La virtualidad no fue un impedimento para establecer una conexión”.
Creía que me iba a resultar frío y distante, pero si la terapeuta es buena y tienes un buen feeling, ese calor y empatía se sienten igual
“Para mí la clave es conectar con el terapeuta, sea en la modalidad que sea”, dice Ainhoa Concejo Ruiz (31), paciente online desde febrero. Ella también tuvo dudas. “No sabía si me iba a sentir segura al contar mi historia a una pantalla. Me generaba intranquilidad hacerlo desde casa por la poca privacidad y no me terminaba de convencer el hecho de no tener un sitio físico fuera de mi entorno al que poder ir a desahogarme y sentirme segura para trabajar mis problemas. Creía que me iba a resultar frío y distante, pero si la terapeuta es buena y tienes un buen feeling, ese calor y empatía se sienten igual”, explica.
Para ella es igual de efectivo que la terapia presencial: “Para gente con un horario muy frenético de trabajo es una buena alternativa. Es una fórmula más sencilla de conciliar con la vida caótica que llevamos hoy en día: la casa, el trabajo, la familia. Al ser online, tienes más posibilidades de encajarlo en cualquier momento”. Ainhoa Concejo Ruiz vive en Madrid, es madre de una niña pequeña y trabaja de 10 a 20hs.
“La terapia online facilita algunas cosas: es más cómoda, ahorra el tiempo y el dinero del desplazamiento. También se adapta mejor a un ritmo de vida que está cada vez más acelerado”, coincide Clara della Croce. Por su parte, la Magíster en Psicología y terapeuta Rocío Touza, apunta: “Tengo pacientes que viven en otros países. El tema de los tiempos es importante. Tengo pacientes que viven a una hora de la ciudad y muchas madres que están al cuidado de sus niños”. De acuerdo al estudio sobre Perfil y Comportamiento del Paciente Digital en España de Doctoralia, casi 7 de cada 10 pacientes (69%) digitales son mujeres.
La terapia online se adapta mejor a un ritmo de vida cada vez más acelerado
Sin embargo, aunque esta modalidad puede ser más cómoda para muchas personas, también introduce desafíos: “Ahora que los niños están de vacaciones y no van a la escuela, muchas madres no quieren perder el espacio de terapia pero que no tienen con quién dejar a su hijo. Esto en lo presencial no sucede. En lo virtual pueden aparecer otros distractores, un niño o incluso un animal. Me ha pasado que me muestren al gato. Se quiebra un poco lo que llamamos encuadre terapéutico”.
¿Es posible encontrar un espacio de privacidad y tranquilidad en el hogar? La solución que encontró Ainhoa Concejo fue buscar un hueco en la rutina familiar. “Más que evitar que mi hija o mi pareja no me escucharan, me preocupaban las interrupciones. Tengo una niña pequeña y no quería que estuviera interrumpiendo la consulta”, explica. “Así que busqué un horario en el que no hubiera nadie en casa. Pedí salir unas horas antes en el trabajo y hago mi sesión al mediodía, cuando puedo estar sola, sentirme segura y tranquila. Siempre uso cascos para sentir que estoy dentro de mi burbuja”.
Giuliana Gramaglia comparte piso con su pareja. “Te condiciona un poco saber que la otra persona está ahí. Tratamos de no coincidir. Muchas veces mi pareja se va para que yo pueda estar tranquila y tener ese espacio de soledad”, indica Gramaglia, aunque aclara: “En mi caso, tampoco necesito un silencio y una concentración absoluta. Muchas sesiones terminan siendo como una charla. Sólo necesito una buena conexión y auriculares. Me encanta poder hacerlo en cualquier sitio”. Recuerda una vez en la que se encontraba en la playa y no llegaba a tiempo a casa antes de que empezara una sesión. La hizo directamente desde la arena. “Fue un poco complicado de gestionar porque se me caían las lágrimas, tenía el móvil en una mano, no sabía dónde dejarlo. Era gracioso. No había un terapeuta allí para ofrecerme un pañuelo”, bromea.
En un formato presencial es más fácil aplicar técnicas que tienen que ver con el trabajo emocional o corporal
“Yo hago una terapia integrativa o de corte más humanista y sí que hay algunas técnicas que se ven comprometidas. Por ejemplo, si hay una persona que se pone a llorar, yo no la puedo tocar en una terapia virtual. Esa persona está sola para poder contener su llanto y emoción. En un formato presencial es más fácil aplicar técnicas que tienen que ver con el trabajo emocional o corporal. A través de la pantalla es más difícil”, dice la psicóloga Noemí Guillamón Cano.
La especialista Clara della Croce explica que ha tenido pacientes que se conectan desde la calle porque no tienen un espacio privado en casa, mientras terminan de almorzar o que incluso te atienden con gente alrededor; hay otros que crean un espacio para dedicarle un momento especial a la terapia. “Es importante la privacidad. He tenido pacientes que incluso van al coche porque ahí nadie los escucha. Se puede conversar con la persona, ir ayudando para que encuentre el lugar más adecuado, ver qué posibilidades tendría de estar sin los hijos corriendo a su alrededor. Se trata de adaptarse, pero eso no quiere decir que se pueda hacer en cualquier lugar y con cualquiera alrededor. Es un momento que debe encuadrarse”.
Es importante la privacidad. No se puede hacer en cualquier lugar y con cualquiera alrededor
La especialista Clara della Croce explica que ha tenido pacientes que se conectan desde la calle porque no tienen un espacio privado en casa, mientras terminan de almorzar o que incluso te atienden con gente alrededor; hay otros que crean un espacio para dedicarle un momento especial a la terapia. “Es importante la privacidad. He tenido pacientes que incluso van al coche porque ahí nadie los escucha. Se puede conversar con la persona, ir ayudando para que encuentre el lugar más adecuado, ver qué posibilidades tendría de estar sin los hijos corriendo a su alrededor. Se trata de adaptarse, pero eso no quiere decir que se pueda hacer en cualquier lugar y con cualquiera alrededor. Es un momento que debe encuadrarse”.
“Es importante que haya intimidad, sin ruidos ni interrupciones. Por eso no suelo hacer terapia online con adolescentes que viven en casa con sus padres”, dice Noemí Guillamón Cano. Y agrega: “Siempre que se pueda soy partidaria de hacer terapias de forma presencial. El hecho de desplazarse hasta un sitio supone romper con la cotidianeidad. Vas a un sitio que es el sitio de terapia, un espacio adaptado e íntimo. Estos aspectos de tipo contextual facilitan que una persona pueda implicarse más en el proceso de terapia”.
“Muchas veces en terapia online solo ves del pecho para arriba de la persona, pero el resto del cuerpo es muy informativo de cómo está ese paciente”. Aun así, aclara: “Las personas que están haciendo terapia online conmigo están evolucionando. Aunque supone más dificultades, sigue que es efectiva”.
Lo presencial no tiene comparación, un tipo de interacción única; pero en algunos pacientes la cámara funciona como un filtro y están más relajados
“Nos falta la corporeidad, que es uno de los pilares con los que trabajamos. El lenguaje corporal, la comunicación no verbal y lo que se expresa al venir al consultorio. De qué manera una entra, posiciona su cuerpo en el sillón o diván”, coincide Clara della Croce, aunque matiza: “Tampoco creo que eso se anule al estar con dispositivos digitales, sino que se transforma, aparecen otras modalidades de cómo captar lo sensible, las miradas, un tono de voz o una postura. A mí me gusta más lo presencial. Es un contacto diferente. Pero también tengo que decir que lo online va muy bien y se puede trabajar mucho”.
“Lo presencial no tiene comparación, hay algo distinto en el encuentro cara a cara, un tipo de interacción única. Hay algo que se pierde en lo virtual, que no tiene que ver solamente con lo que se puede ver, sino también con la dinámica que se genera, que no es la misma”, dice Rocío Touza, aunque aclara: “Sin embargo, para algunos es mejor lo presencial y para otros lo online. Para algunas personas, por ejemplo, la cámara también funciona como una especie de filtro y les permite no sentirse tan observados, están más relajados. Creo que la modalidad siempre depende más del paciente que del terapeuta”, concluye.